Revista Arte

Strike, Stachka (1925) - Sergei M. Eisenstein

Por Dollida
Strike, Stachka (1925) - Sergei M. Eisenstein En la Rusia zarista, los obreros de una fábrica, descontentos por sus pésimas condiciones laborales, deciden en asamblea, luchar por sus derechos e inician una huelga. El apoyo de todos es unánime, por lo que los patrones deciden reprimir la revuelta desde el primer momento. A partir de aquí, la maquinaria del poder pondrá en marcha todos los mecanismos a su alcance, el soborno, la corrupción de los ideales, la tortura, la extorsión y violencia, mucha violencia.
Eisenstein no duda en distorsionar los extremos, los malos son muy malos, zafios, sin escrúpulos y hasta su presencia física es extremadamente repugnante. Por otro lado, contrapone al proletariado, a la clase social trabajadora, en la que no hay héroes, todos son mártires de un capitalismo atroz que sólo busca el propio beneficio. A diferencia del cine occidental, influenciado, precisamente, por el capitalismo individualista, en Strike no hay un héroe salvador, un héroe con el que identificarse, un héroe con el que aplaudir al final de la película. Es la lucha de clases la protagonista, la clase obrera sublevada contra el poder omnívoro. De hecho, ni siquiera hay un final feliz, la película acaba con la masacre por parte de las fuerzas estatales de los sublevados, intercambiando imágenes de la matanza de obreros con la matanza de vacas en un matadero, un contraste brutal, pero real.
A nivel fílmico poco se puede decir de una de las obras maestras del cine. Eisenstein tenía una mirada especial, poniendo su cámara en ángulos imposibles, acercándose al sujeto hasta casi hacerle perder su identidad. Esa visión venía acompañada de un montaje frenético, muy moderno, muy cercano, violento hasta el pavor. Deja para el recuerdo imágenes y planos imposibles, la violencia del poder, y esa escena final sobrecogedora.

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