Revista Opinión

"suicidense señorías"

Publicado el 05 octubre 2015 por Franky
Hace unos días, el candidato a la Generalidad por el PSC, Miguel Iceta, hizo unas declaraciones que han pasado desapercibidas pero que encierran todo el problema político español desde 1.812. Iceta declaró que "Los partidos políticos nos deberíamos encerrar unos días para elaborar la reforma constitucional que este país requiere y para encontrar el encaje que Cataluña necesita en España". Dichas afirmaciones representan lo que los ciudadanos no podemos volver a permitir, el monopolio de la reforma constitucional por los mismos actores políticos que nos han conducido al fracaso, no solo actual, sino desde esa constitución de 1.812 que fue el comienzo de nuestra fragilidad constitucional, precisamente porque su configuración se hizo desde arriba, por las facciones y excluyendo de la participación política a los ciudadanos por representar un elemento de perturbación e inestabilidad política, una minoría de edad en la que se nos ha recluido desde entonces. Por tanto, cabe hablar de emancipación política de la sociedad y para ello es impensable que esto lo puedan llevar a cabo los mismos actores que fabricaron las mas de diez constituciones de nuestra historia contemporánea.

De entre las tres opciones para el cambio y transformación del modelo político, es decir, dejar la constitución tal cual, reformarla o iniciar un proceso constituyente, los actores políticos eligen la peor, la reforma y además diseñada por ellos. Es inevitable hacer un ejercicio de política comparada para saber que nunca juez y parte fueron grandes soluciones a la hora de ofrecer al pueblo la regla de convivencia por la que debería regir sus destinos, puesto que siempre las partes en su papel de juez resultarían beneficiarias como así ha sido en nuestra actual constitución de la que los partidos, únicos protagonistas se autoconcedieron un excesivo poder que hoy estamos pagando caro. Véase el caso de Cataluña donde una sociedad que hace apenas 20 años solo se consideraba en un 15% independentista, hoy es, gracias al poder que acumulan los partidos sobre la sociedad, más del triple con el añadido de que los ciudadanos se sienten menos libres por la presión desde el poder y sus adyacentes y más subordinados a ese mismo poder que los atrapa desde el adoctrinamiento hasta sus tentáculos en los medios y la función pública. Es por tanto, un ejercicio peligroso dejar en manos de las facciones la elaboración de la norma de mayor rango por la que se va a regir nuestra convivencia, más bien se debería pensar en el concurso de los grandes pensadores, hoy desaparecidos, así como todos aquellos académicos y cientificos cuya aportación es incuestionable, desde filósofos, sociólogos, politólogos, antropólogos, historiadores, juristas etc.. que ayudaran a aproximar el ideal que perseguimos con la realidad que vivimos, tal y como hicieron los padres fundadores en esa gran obra que fue la constitución de los EEUU que, desde su entrada en vigor en 1.783, aún perdura frente a nuestra fragilidad constitucional consecuencia de sus mal elegidos arquitectos.

Incluso el cambio o la transformación de nuestro sistema político no necesitaría de una reforma constitucional tal y como la plantean los partidos, es más, sería negativa porque incidiría en los problemas que nos han traído hasta aquí. Sencillamente, hay cuatro elementos que con su eliminación y/o modificación verían un absoluto cambio y regeneración de todos los sistemas políticos diseñados desde 1.812 y que acabarían con el caos de relativismo que nos agobia políticamente.

Se trataría de pasar de una sociedad ideologizada, propia de los países del sur de Europa, a una sociedad pragmática propia de sociedades democráticas avanzadas donde con mas clarividencia se distinguen las certezas que el relativismo oscurece, puesto que el bien o el mal lo son en función del actor político que lo expone y de ahí al timo ideológico para mantener el poder solo hay un paso pasaríamos de lo abstracto a lo concreto, de lo inútil a lo útil, de lo ineficaz a lo eficaz, de lo inservible a lo válido, de lo improductivo a lo productivo, de lo injusto a lo justo y así hasta cambiar los actuales ejes de división política como izquierda/derecha o arriba/abajo por la sociedad productora frente a los que viven del presupuesto, mas acordes a lo que debe ser el imperio del sistema social sobre el sistema político, este último representante de una disfunción que se convierte en perversión al dominar el Estado a la sociedad y no al revés.

Estos cuatro elementos que ayudarían al paso de un modelo a otro son:

-Sistema electoral que vincule a elector y candidato de manera que el procedimiento legitimador de la norma quede garantizado desde que se produce la necesidad social adquiere forma de demanda, se traslada al representante político y vuelve en forma de políticas públicas a la sociedad para satisfacer esa necesidad. Ahora ese procedimiento está roto por un sistema electoral que no vincula a elector y candidato y sí, por el contrario, existe un nexo entre el candidato y las oligarquías financiera y empresarial para que las que se legisla.

-Modelo de partidos donde se acabe con el excesivo poder autootorgado por los partidos en la constitución y que han acabado secuestrando la voz de la sociedad civil mediante esa constelación de organizaciones satélites cuyo núcleo duro son los partidos y a los cuales les envían una realidad virtual, copia de sus propias ideologías. Asimismo, los partidos son organizaciones cuya única función debe ser la de proporcionar candidatos y no la de absorver y eclipsar a instituciones, organizaciones y sociedad civil. Los partidos no son instituciones y por tanto tienen fecha de caducidad pero se hacen pasar por instituciones para perpetuarse en el poder.

-Representación real, decía Jefferson que las Cámaras para legitimarse debería estar compuestas por todos los sectores de la sociedad, desde los comerciantes a los pequeños empresarios y de los rentistas a los profesionales liberales etc.. Pues bien, nuestras Cámaras están compuestas en un porcentaje insultante por burócratas, funcionarios de nivel A, que no representan a la sociedad, mas bien al Estado y que son el freno a las reformas, la parálisis de la sociedad emprendedora y la mentalidad que no conoce de la realización de proyectos de vida arriesgando vida y patrimonio porque esa mentalidad solo busca el refugio del Estado para no correr riestos, son ciudadanos riesgo cero que dirigen los destinos de los que lo arriesgan todo, de los que son el motor y el desarrollo del país, de los que producen el presupuesto al que tan acostumbrado está el burócrata.

Spoil system o reparto del botín del Estado entre aquellos que ganan las elecciones excluyendo el mérito y la capacidad y fomentando el clientelismo político. Un sistema de expolio abolido por las grandes democracias hace dos siglos y que en nuestro modelo permanece vigente y es el fundamento de su supervivencia, un modelo donde es más fácil encontrar a un pariente que a un ser inteligente, donde los chiringuitos se hacen a medida de la red clientelar y no a medida de las necesidades sociales. Un sistema propio de sistemas de un bajo nivel de calidad democrática.

Estos cuatro elementos serían un paso para desarrollar la democracia y el paso al autogobierno, la emancipación de la sociedad frente al Estado, la salida de la minoría de edad en la que llevamos desde 1.812, la regeneración política desde el pueblo, el modelo que nos permitiría responder a las trascendentales preguntas que toda sociedad se ha de hacer ¿Quienes somos? ¿Hacia donde queremos ir? ¿Como hacerlo?. Para ello es indispensable fagocitar el actual caos de relativismo de los actuales partidos políticos y todos los actores que conforman el actual sistema.

Tal y como hicieron los antecesores del actual régimen del 78, solo un harakiri político que fagocitara todo germen del actual caos de relativismo político y moral ayudaría a embrionar el nuevo modelo político que España necesita para la verdadera transformación del sistema en una democracia avanzada con grandes dosis de autogobierno ciudadano. Así que, por favor, suicídense señorías.


Carlos Rodríguez Hurtado.

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