Revista Psicología

Suicidio asistido: el caso de Noa Pothoven

Por Clotilde Sarrió Arnandis @Gestalt_VLC

Las primeras noticias informaban de que una chica de 17 años había sido sometida a eutanasia en el contexto de una severa depresión y trastorno de estrés postraumático tras varios años de sufrir las secuelas psicológicas de varios abusos sexuales, incluida la violación, que marcaron su tortuosa infancia y el principio de su adolescencia. Con 11 y 12 años Noa sufrió abusos de violencia sexual, y con 14 fue violada por dos hombres.

Suicidio asistido: el caso de Noa Pothoven

Suicidio asistido por sufrimiento psicológico

El caso de la joven holandesa Noa Pothoven ha conmocionado la opinión pública internacional, tanto a nivel de medios como también en los foros de opinión de los profesionales de la salud mental.

La lectura de la muerte de Noa en la prensa me impactó profundamente por mi escepticismo ante el hecho de que la legislación de ningún país pudiera permitir la eutanasia en un supuesto clínico como el que aparecía en la redacción de la noticia. 

Me informé a través de varias fuentes y conocí que desde hacía tiempo, la joven había decidido morir porque la vida le resultaba insufrible, algo que aparentemente consiguió a través de una eutanasia que hizo posible la legislación holandesa.  

Sin embargo los hechos no fueron como en principio se publicaron, pues a las pocas horas se difundió una rectificaron. Se informó entonces, de que la muerte no fue por eutanasia, sino un suicidio asistido como resultado de la negativa de Noa tanto a comer y beber como a ser alimentada por sonda nasogástrica. 

De todos modos, seguí pensando que algo debería estar fallando en legislación holandesa cuando se les había escapado de las manos un caso clínico que, por mi condición de médico, me habría apetecido tratar. Aunque algo dentro de mí se alegrara de no haberlo hecho, por lo incómodas que a veces nos resultan ciertas patologías cuya meta es el reconocimiento de que todos los esfuerzo han sido inútiles.

En resumidas cuentas, concluí que me hallaba ante un suicidio asistido por cuidados paliativos, destinados a que la joven en cuestión no sufriera dolor ni angustia mientras su cuerpo se apagaba al no ingerir líquidos ni alimentos.

Caso clínico:
El sufrimiento psicológico de una joven

Noa Pothoven tenía antecedentes de varios ingresos hospitalarios por intentos de suicidio. Se ensayaron diversos tipos de tratamientos psiquiátricos, de los cuales se rechazó la Terapia Electroconvulsiva (TEC) debido a la corta edad de la paciente.

Al parecer (y si digo al parecer es porque toda la información de que dispongo es la que se ha difundido por la prensa, pues no se ha emitido un comunicado médico oficial exhausto ni he tenido posibilidad de acceder a la historia clínica de Noa) la joven se negó a recibir más medicación  y quedó recluida en su domicilio al cuidado de sus padres. 

Conforme avanzaba el penoso caso, la niña se hizo muy conocida en su país, sobre todo tras escribir una autobiografía titulada ‘Ganar o aprender’ (Winnen of leren, en holandés), en la que relató haber sido víctima de abusos sexuales y agresiones en su infancia más precoz. 

En diciembre de 2018, Noa solicitó la eutanasia, pero se le denegó. Tenía sólo 16 años y harta de sufrir e incapaz de soportar más su tortura, solicitó la eutanasia a una red de 50 equipos de doctores y enfermeros que la practican el propio hogar de los pacientes. La ley holandesa permite solicitar la eutanasia a partir de los 16 años siempre que los padres sean informados de la decisión. Sin embargo, según una información publicada en la prensa, sus padres no sabían que Noa había pedido este tratamiento.

En su autobiografía, la joven dejó constancia de que el miedo y la vergüenza le impidieron denunciar en su momento las violaciones, y reconoció haber acudido —sin compartirlo con sus padres—, a una clínica de La Haya especializada en eutanasia, para informarse de las posibilidades de que se le pudiera aplicar

«Piensan que soy muy joven. Creen que debo terminar el tratamiento psicológico y esperar a que mi cerebro esté completamente desarrollado. Eso no pasará hasta que tenga 21 años. Estoy destrozada porque no puedo esperar tanto. Revivo el miedo y el dolor a diario. Siento que mi cuerpo está aún sucio», dejó plasmado la joven en su biografía, donde también escribió que «no tenía ningún significado» seguir con vida al no haber podido superar los problemas psicológicos ocasionados por los abusos. 

A partir de entonces, Noa fue ingresada en tres instituciones de atención a menores. Es importante reseñar (al menos lo es para mí, al cuestionarme si el tratamiento que recibió antes de su suicidio asistido, fue adecuado y suficiente) que la madre de Noa denunció que debería haber sido atendida «en un centro psiquiátrico, pero hay una larga lista de espera en Holanda».

Más tarde, Noa anunció a sus seguidores en las redes sociales su decisión de suicidarse.  Dijo textualmente en su despedida: «No me andaré con rodeos. A más tardar, en diez días estaré muerta. Tras años de lucha, mi lucha ha terminado. Por fin voy a liberarme de mi sufrimiento porque es del todo insoportable. No intentéis convencerme de que esto no es bueno. Es una decisión bien considerada y definitiva». 

La propia paciente informó de que  había dejado de comer y beber durante un tiempo, y que «aunque todavía respiraba sentía que estaba sin vida». Todo esto fue decisivo para tomar la decisión del suicidio asistido acompañada de sus «padres y amigos, y todos los seres queridos». 

Ante tal determinación, los padres y los médicos de Noa acordaron no obligarla a ser alimentada, y poco después, el domingo 2 de junio de 2019, su hermana notificaba a la prensa que la menor había muerto.

¿Era el suicidio asistido la única solución para que Noa dejara de sufrir?

Matizaré que soy ferviente defensor del derecho a una muerte digna, pero cuando vi en prensa el titular de eutanasia, me pareció un despropósito que la legislación de un país civilizado como Holanda concediera el rango de eutanasia a un suicidio asistido acaecido en el contexto de una depresión crónica. En este caso, una depresión crónica reactiva a abusos y violación en la infancia, con el agravante de las complicaciones consiguientes como el estrés postraumático que también sufría la paciente.

Afortunadamente se desmintió la eutanasia, pero antes de que se publicara la rectificación en la prensa, reflexioné profundamente sobre el caso y me pregunté desde mi perspectiva de profesional de la medicina qué tipo de terapia habría recibido Noa.

Del mismo modo me cuestioné qué recursos farmacológicos se habrían empleado para tratarla durante tantos años de sufrimiento. Así como también con qué criterios decidieron los profesionales tirar la toalla y concluir que la voluntad de Noa de suicidarse era la única solución para que una enfermedad que no es mortal per se, dejara de hacer sufrir a quien ya no podía aguantar más.

De ningún modo cuestiono el inmenso dolor de una casi niña que había sufrido múltiples agresiones que deterioraron su psique hasta hacerle desear la muerte. Es más, por mi experiencia profesional y por lo que observo y escucho decir a mis pacientes, me consta que el dolor psíquico puede ser peor que el físico, aunque muchas veces se vea estigmatizado por la incredulidad ajena, debido a que las heridas de la psique no son evidentes como pueda serlo una pierna con varias fracturas abiertas. 

Es un hecho que la intensidad del sufrimiento psíquico es capaz de inducir al suicidio, de hecho lo he comprobado a lo largo de mi ejercicio profesional. Pero no es menos cierto que en la mayoría de los casos esto se puede evitar con una intervención oportuna y eficaz a base de medicación y psicoterapia.

También es cierto que muchas personas que han sufrido terribles injurias tanto físicas como psicológicas (por ejemplo, supervivientes del holocausto nazi que consiguieron rehacer sus vida tras ser liberados) lograron renacer al verse libres de la tortura que les hizo desear la muerte. 

Confieso que si a lo largo de mi práctica médica, todos los pacientes que me manifestaron su deseo de morir se hubieran suicidado, hoy me consideraría un fracasado y tal vez sería yo quien deseara desearía estar muerto

El suicidio asistido de Noa
La violencia machista como factor etiológico

Entendemos por etiología la ciencia que estudia la causa o causas de una enfermedad, mientras que la patogénesises la descripción del origen y la evolución de una enfermedad considerando todos los factores que intervienen en su proceso.

Hecha esta matización, se impone destacar que en el proceso etiopatogénico de la enfermedad de Noa, descolla un factor desencadenante cuya intervención fue definitiva para que el resultado del proceso fuera el suicidio asistido. Ese factor es la violencia machista y su conocimiento nos permitirá intervenir sobre uno de los aspectos mas importante en las ciencias de la salud como es la prevención, algo mucho más importante que el tratamiento, pues la prevención evita que el proceso llegue a manifestarse.

Consideraría injusto haber centrado este artículo sólo en el debate de la edad a partir de la cual una persona puede elegir morir porque no quiere sufrir más. O también dedicarlo a cuestionar si el dolor psíquico es equiparable al dolor físico a la hora de dictaminar si procede o no una eutanasia.

Desde una perspectiva médica es siempre  necesario conocer las causas determinantes de la aparición de un proceso patológico a fin de poder evitar que este se produzca, sin embargo esto es algo que en el caso de Noa apenas ha tenido repercusión en los medios.  

No se ha hecho hincapié en que el sufrimiento psicológico de la paciente no procedía de una enfermedad lacerante y destructiva como pueda ser un cáncer doloroso y mortal de necesidad. 

Tampoco se ha incidido en que la enfermedad de Noa (la depresión severa y reactiva) no es una enfermedad que mate al paciente por si misma, aunque en muchas ocasiones el paciente desee morir para dejar de sufrir. 

Sí que algunos medios se han detenido a analizar la perspectiva psicológica y sociológica de los problemas propios de la adolescencia y su relación con el suicidio. 

También se han escrito artículos (yo mismo he publicado uno en prensa) cuestionando  desde un punto de vista médico si el tratamiento farmacológico y psicológico que se le aplicó a la paciente fue adecuado y suficiente. También si habría estado indicada una TEC antes de dejar morir a la paciente, muy a pesar de que la experiencia en electroshock en adolescentes sea limitada por la falta de estudios controlados y se desconozcan los efectos que pueda tener sobre el cerebro en desarrollo. 

Sin embargo, sobre lo que apenas se ha enfatizado en ningún medio ha sido en que la muerte de Noa Pothoven fue el resultado de las agresiones sexuales que sufrió como consecuencia de la violencia machista, una lacra social que requiere de una sensibilidad exquisita y de unos protocolos bien diseñados tanto para prevenirla como para tratarla. 

La violencia machista es una agresión que sólo se combate adoptando unas medidas preventivas adecuadas, y sensibilizando a la sociedad ya desde la educación en la infancia, mediante la difusión en los colegios de contenidos  específicos en materia  de igualdad y no discriminación. Son especialmente útiles las campañas dirigidas a los jóvenes para eliminar prejuicios y los estereotipos de género.

Se debe educar a la juventud en el respeto, y específicamente en los varones a prevenir conductas de violencia machista. Se debe exigir un compromiso a los medios de comunicación para que no se difundan contenidos que incidan en la violencia y la discriminación machistas. 

También es necesario adaptar la legislación de cada país para otorgar un tratamiento específico a los delitos en cuya comisión se aprecie un origen machista por cosificación y discriminación de la mujer. 

Cada vez más se impone adoptar medidas que eviten las consecuencias no deseadas del precoz acceso a la pornografía en internet por parte de los niños (en España la edad de acceso se ha adelantado a los ocho años y se generaliza a los catorce). 

Y así podríamos seguir con un largo  etcétera. 

Conclusión

La triste conclusión de este lamentable caso es que Noa Pothoven no optó por el suicidio asistido porque sufriera depresión, sino porque fue víctima de una violencia machista en su niñez y adolescencia.

El intenso sufrimiento psicológico que experimentó Noa no se lo infligió una enfermedad psiquiátrica sino los seres despreciables que, mucho antes de que ella decidiera quitarse la vida, la mataron con su violencia machista. Tomemos pues buena nota de ello.


Dr. Alberto Soler Montagud – Psiquiatría Privada

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 Este artículo está escrito por Alberto Soler Montagud y se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España

Imagen: Google


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