Revista Opinión

Suiza, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Publicado el 12 febrero 2014 por Gsnotaftershave @GSnotaftershave

Suiza / Foto de Daniel Mitchell

Suiza / Foto de Daniel Mitchell

Nuestros amigos suizos, los inofensivos, pacíficos, desarrollados y civilizados amigos suizos, han dado un paso atrás. El referéndum, que el domingo pasado aprobó con un 50,3% de los votos a favor reinstaurar las cuotas de inmigración, ha sido “significativo” según la Unión Europea. Una UE que está molesta, pero a la que no le queda otra que respetar el proceso democrático de Suiza. Eso sí, podrá tener “serias consecuencias”, afirman fuentes europeas. ¿Cómo lo hemos hecho tan mal para llegar hasta aquí, hasta el punto en que los suizos, los inofensivos, pacíficos, desarrollados y civilizados suizos, caen en las garras del populismo más banal?

El argumento de los nacionalistas suizos, el hacinamiento que supone recibir a más de 80.000 inmigrantes cada año en un país de 8 millones de habitantes, ha vencido. De nada han servido los estudios que demuestran que los inmigrantes se mueven para trabajar y no para recibir prestaciones. De nada ha servido demostrar que los inmigrantes aportan más de lo que consumen a nuestros maltrechos Estados del bienestar. Precisamente ayer, la vicepresidenta de la Comisión y comisaria de Justicia, Viviane Reding, presentaba un estudio sobre la integración de los trabajadores europeos, que volvía a demostrar que los ciudadanos que emigran más que robar, pagan más que los nativos. Están muchas veces sobrecualificados para el trabajo que hacen, cobran menos y no siempre se benefician del mismo acceso a la vivienda y la educación que los naturales del país. “La libertad de movimiento es un beneficio para Europa, sus ciudadanos y sus economías”, decía Reding, que aunque admite que “puede haber desafíos” en algunos casos, “sería una mala decisión cuestionar el derecho a la libertad de movimiento”.

Si han de volver los tiempos del Realismo entre los dos socios, y la política internacional debe volver a jugarse en una mesa de billar -a golpes, en vez de a chocolates con leche- entonces Suiza tiene todas las de perder. De momento, la Comisión Europea ya avisa de que si la Confederación helvética pone controles en las fronteras, tendrá que salir del espacio Schengen. Y en voz baja susurra que si las personas no pueden moverse libremente, las mercancías tampoco. La UE está dispuesta a suspender la participación suiza en el programa Erasmus+ y asegura que los ciudadanos de la UE que residen en Suiza y viceversa podrían verse de repente en un limbo legal, en función de las decisiones que tome el país helvético hoy mismo. Otra de las consecuencias es que con las restricciones, los ciudadanos de la UE que viven en Suiza podrían perder el derecho a la reagrupación familiar, la herramienta para conseguir los permisos de residencia para familiares que no vivan en Suiza, pero pretendan reunirse con sus familias que ya viven allí y empezar una nueva vida.

Suiza es el tercer socio de la UE por detrás de EEUU y China y por delante de Rusia y Japón. El 78% de las importaciones suizas llegan desde la UE y el 57% de sus exportaciones van a la UE. Además, el país saldría escaldado por la llamada “cláusula de guillotina”, que permite a la UE suspender los siete acuerdos bilaterales existentes con Suiza en caso de que incluso sólo una se ponga en duda. Lo recordaba el lunes el presidente de los liberales, Guy Verhofstadt, que considera que “si Suiza legisla en línea con los resultados, el cambio de la ley no sólo violaría los acuerdos con la UE sobre libertad de movimiento, sino que haría peligrar el gran trabajo que la economía suiza ha conseguido, sobre todo en cuanto a su nivel de vida”.

Curiosamente, en dos semanas está previsto que la UE y Suiza comiencen las negociaciones para sustituir el lío actual de acuerdos bilaterales por un marco legal único. El responsable ante el Parlamento Europeo de las relaciones con Suiza, Pat the Cope Gallagher, lamentaba el resultado que supone la introducción de “límites cuantitativos a la inmigración” y aseguró que la UE examinará las implicaciones de estas medidas en las relaciones UE-Suiza y “reaccionará en consecuencia”.

Pero volvamos a la primera pregunta, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿cómo puede ser que nuestros amigos, los civilizados suizos, se hayan dejado encandilar por una campaña “profundamente populista y nacionalista”, en palabras del presidente del Grupo de los Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo, Hannes Swoboda? La clave la da Renate Weber, del Partido Nacional Liberal de Rumanía y coordinadora del comité de Justicia y Asuntos de Interior de la Eurocámara: “La libertad de movimiento se ha llevado a cabo como un proyecto económico, no a nivel político”. La UE tiene una profunda integración económica con Suiza, pero no una fuerte relación política.

¿Será porque la identidad en Suiza es el dinero? El paro en Suiza está alrededor del 3% y las urnas dieron la espalda a finales de 2013 a la iniciativa 1:12 que pretendía limitar los salarios abusivos de los grandes ejecutivos. ¿O ésta es una prueba más de que esta Europa se ha olvidado de las personas? Porque la amenaza de la UE a Suiza, el arma con la que devuelve el golpe, es la propia economía. “Si Suiza suspende la inmigración europea, no podrá contar con todos los beneficios económicos y comerciales que ha estado disfrutando hasta ahora; no permitiremos una relación a la carta”, decía el propio Swoboda.

ESPERANZA ESCRIBANO, Bruselas

@eeclaramunt


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