Estrenamos sección en Sextohombredigital. Y es que teníamos algo olvidado el mundo del celuloide pero echábamos de menos esos viernes de peli y palomitas. No os quedéis dormidos que empezamos!
DÉJAME ENTRAR (2010)
El remake americano
Texto: Samuel
Ayer se estrenó Déjame entrar, el remake americano de la original sueca Låt den rätte komma in, estrenada, con el mismo título, en 2008. Ha sido dirigida por Matt Reeves (Monstruoso) y tiene a Chloe Moretz (Kick-Ass) y Kodi Smit Mc-Phee (el niño de La carretera) a cargo de sus dos papeles principales. Ambas se basan en el libro homónimo de John Ajvide Lindqvist.
Etiquetada como “película de terror”, al verla pronto te das cuenta que esa etiqueta se queda corta, que el film va más allá. Desde mi punto de vista, narra una iniciación, el comienzo de una amistad entre dos seres, solitarios a su manera como son Oskar y Eli, que acabarán por descubrir cuanto se necesitan el uno al otro. Y hasta aquí puedo leer. No desvelaré nada más de la trama para no fastidiar a los que aún no la hayan visto.
¿Y qué decir del remake americano? Pues que, aparte de absurdo, porque sinceramente es absurdo hacer una nueva “versión” de una película que tiene dos años, no tiene sentido, ya que la original es muy buena, un clásico contemporáneo. Además, creo que va a tener todas las de perder en la comparación, por mucho presupuesto o marketing que arrastre. Con el riesgo de juzgar las cosas sin haberlas visto antes, me temo que esta película va a echar por tierra todo lo bueno que tuvo la original.
Se perderá belleza, ternura, sencillez… por sangre gratuita, brutalidad, acción sin descanso e histrionismo. Y lo que en otras películas se puede valorar, en ésta que hoy nos ocupa no. De veras, esta historia no necesita nada de eso. Es más, por la falta de todo eso es por lo que se ha hizo tan especial, por lo que se quedó grabada en la retina de todo aquel que pudo verla. Abreviando, me temo que se perderá toda la humanidad que transpiraba la cinta sueca, pese a lo horrible de lo que allí se contaba. Espero equivocarme, aunque la ojerosa experiencia cinéfila me diga lo contrario.