Revista Cultura y Ocio

Tabarca, la soledad de una isla mediterránea

Por @asturiasvalenci Marian Ramos @asturiasvalenci

Vamos a hacer un recorrido diferente esta vez. Nos vamos a Tabarca, una isla en el Mediterráneo que se ha mantenido viva a pesar de todas las dificultades que ha ido sufriendo a lo largo de su historia.Tabarca, la soledad de una isla mediterránea


El viaje en barco nos costará a penas media hora desde el puerto de Santa Pola (Alicante). Esta sensación de navegar ya forma parte de la experiencia que vamos a disfrutar. Nos iremos acercando a esta isla que es una planicie rocosa surgiendo en medio del intenso azul del Mediterráneo. Los dos campanarios de la iglesia nos van avisando que ya tenemos Tabarca muy cerca. Y entre el bamboleo de la barca y la brisa marina que se agradece si ha salido un día caluroso nos vamos aproximando a una isla rocosa, plana y solitaria.Tabarca, la soledad de una isla mediterráneaBastante solitaria porque Tabarca fue una isla totalmente deshabitada hasta que reinó Carlos III. Este monarca decidió poblarla con un grupo de colonos formado por 600 personas y una pequeña guarnición.Los primeros pobladores de fueron familias de origen genovésque procedían de la Tabarka tunecina.En esta isla de Túnez vivían familias de Génovaque se hallaban bajo la protección del reinado español. Aunque estaban presas, las familiasgenovesas vivieron durante dos siglos en esta isla. Lo hicieron hasta que Carlos III pudo rescatarlos de su cautiverio (eso sí, pagando por ello).Cuando estas  familias llegaron a España vivieron en un convento carmelita hasta que fueron trasladadas a la isla que había frente a Santa Pola. Tabarca, la soledad de una isla mediterráneaPor eso, este islote deshabitado, rocoso y plano en medio del Mediterráneose llamó Tabarca. Fue una dedicación a los que iban a convertirse en sus primeros pobladores.Para acondicionar la isla construyeron un recinto amurallado y en su interior un pequeño poblado. Murallas anchas y fuertes para impedir el ataque de los piratasberberiscos. Debían evitar que la invadieran porque este pequeño trozo de tierra podía convertirse en un interesante refugiopara los corsarios. Tabarca, la soledad de una isla mediterráneaPero en este afán de acondicionar la islapara la vida humana no tuvieron en cuenta un elemento principal para su subsistencia: el agua potable.El desinterés de la Corona por los problemas que iban surgiendo en la vida cotidiana de estas familias y la falta de agua fueron las causas por las que Tabarca se fue quedando sin apenas habitantes.Incluso la guarnición, que en un principio era fundamental para proteger la isla se redujo a la vigilancia desde un único torreón.Fue a partir del siglo XX cuando Tabarcacomenzó a renacer de nuevo gracias a la pesca del atún. Tan importante fue esta actividad que la isla llegó a registrar hasta 2.000 habitantes. Incluso se construyeron dos colegios para poder atender a los niños que allí nacían.Pero ahora, cuando lleguemos a Tabarca ya no vamos a poder ver esta actividad. Aquel pasado histórico y militar desapareció.Tabarca, la soledad de una isla mediterráneaNada más llegar veremos varios restaurantes en el camino de entrada que nos ofrecen apetecibles menús a base de mariscoy pescado. También disponemos de heladerías y merenderos donde poder sentarnos a tomar algo viendo la playa o el mar.Dependiendo de la época que vayamos nos encontraremos a otros viajeros que se acercan a esta isla para disfrutar de sus calas escondidas, del agua transparente con un rico fondo marino o de la historia silenciosa que se halla grabada en cada una de sus calles sin asfaltar.Actualmente la mayoría de sus habitantes hacen la vida en Santa Pola. Cruzan el mar todos los días para ir a trabajar, al colegio y a comprar. No tendremos prisa en recorrer esta islade 1.800 metros de longitud y 450 metros de anchura. Vamos a disfrutar de lo que nos proporcionan sus murallas, peñascos, calas, la playa, el recinto amurallado, su faro, las barcas, los submarinistas apareciendo y desapareciendo en el horizonte…Tabarca, la soledad de una isla mediterráneaEn Tabarca nos vamos a encontrar con dos torreones. Uno de ellos, el de San José, se construyó cuando se redujo la guarnición con el objetivo de vigilar su perímetro marino y proteger la isla.El faro de Tabarca fue el primero que se construyó en la Comunidad Valenciana. Su presencia nocturna indica a los navegantes la existencia de un fondo marino muy peligroso para los barcos.Tabarca, la soledad de una isla mediterránea¿Sabías que los griegos llamaron a esta isla Planesia? Su significado, “traicionera” por la peligrosidad de su perímetro para los que intentaban alcanzar su costa. El recinto amurallado da a la ciudad un aspecto mucho más emblemático. Solo vamos a poder entrar en ella por alguna de sus tres puertas: San Miguel, San Rafael y San Gabriel.Aunque estemos paseando por alguno de sus senderos siempre veremos los torreones de su imponente iglesia. Quizás, en tiempos pasados era una construcción que desafiaba a los piratas que nunca llegaron a su costa.Si decidimos comer en alguno de sus restaurantes veremos que en todos el plato  estrella es el pescado. Pero algo curioso que debemos saber es que éste no es producto de estas aguas ya que, desde 1.986, Tabarca está declarada como Reserva Marina. Tabarca, la soledad de una isla mediterráneaEn 1.964, el pueblo recibió el título de Conjunto Histórico Artístico aunque de aquellos años pocos edificios quedan en pie actualmente.Después de pasear por el pequeño pueblo saldremos a la puerta de San Gabriel donde hay una inscripción recordando que fue  Carlos III el que mandó habitar esta isla. Las otras puertas que hay, San Miguel y San Rafael, nos permiten acceder al puerto y al antiguo embarcadero de Tabarca.Esta pequeña isla no nos va a dejar indiferentes. Sus calles sin asfaltar, la melancolía que se puede apreciar en los habitantes de mayor edad y la soledad que se puede sentir en ciertas épocas del año, han marcado para siempre esta planicie rocosa rodeada por el Mediterráneo.Tabarca, la soledad de una isla mediterráneaY si elegimos alguna de sus pequeñas calas para descansar podremos sentirnos  acompañados del sonido de las olas al romper contra las rocas o el graznido de decenas de gaviotas que sobrevuelan el mar y la isla.Una buena época para visitar Tabarca es en primavera. Las pequeñas calasestán revestidas de un verde mullido y fresco. Se trata de la Posidonia que es una planta subacuática que llega hasta la orilla y convierte nuestro caminar en un placer al lado del mar. Tabarca, la soledad de una isla mediterráneaTambién podemos pasear por varios senderosque van recorriendo la isla para ir conociendo las diferentes vistas que nos ofrece su superficie rocosa bañada por el agua, disfrutar de la puesta de sol y estar pendiente de la hora para no perder el ultimo barco de regreso a Santa Pola.Tabarca, la soledad de una isla mediterráneaAunque seguro que ya estaremos planificando una nueva visita a Tabarca, quizás esta vez, para poder disfrutar de su fondo marino… ¿Apetece?

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