Revista Educación

Tampoco yo seré mi madre ni pariré

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Tampoco yo seré mi madre ni pariré

Es una frase que se incluye con bastante frecuencia cuando se presenta un libro de poemas o de microrrelatos. Dicen que la rapidez de nuestros días requieren ahora de lecturas cortas, de historias breves que empiecen y terminen pronto. Pero quienes argumentan esta peculiar forma de lectura rápida, como una hamburguesa y refresco medianos, no saben que abrir un poemario es asomarse a un abismo de reflexiones que no sabe de espacio ni de tiempo. Nada sabía yo, en mi inmensa ignorancia, de un joven escritor llamado Yeray Barroso, que acaba de entregar al público lector, de la mano de Libero Editoral, el libro Nunca seré mi madre y no pariré a mi hermana. Dividido en dos partes, la primera con el mismo título, y una segunda, denominada Visiones del paraíso, me quedaría yo a pensar a este poeta, del que no conozco ni su cuerpo ni su cara, durante horas, porque los secretos del alma no se descubren en el tiempo que tarda un tranvía entre paradas.

Yo tampoco seré nunca mi madre, ni siquiera pariré, por decisión propia, a ninguna hermana que no tuve, ni a mí misma, pero, como los versos de Yeray, me pienso en la maternidad ajena, en la familia, en la isla que compartimos, en el pueblo. Sin embargo, lo que yo destacaría de los versos de este libro es la calmada reflexión sobre la incertidumbre, sobre la inevitable muerte, sin dramatismos, con la elegancia con la que la flor sabe que se pudrirá y se transformará en otra cosa, más allá de acompañar a los muertos en su sepultura. Comparto también con Barroso ese miedo al espejo, no en sí por el cuerpo que refleja, sino por la mirada que atrapa y que se pregunta si entienden los demás lo que de verdad somos, si coincide la imagen que tanto tiempo hemos empleado en construir con lo que el cristal nos muestra sin filtros. Este libro es eterno, porque seguirán los limones esperando que los recojan, aunque estén ya arrugados y secos, y permanecerá la isla fija a sus raíces terrestres y marítimas, ofreciendo todo lo que tiene y aceptando las distintas visiones de quienes nacen en sus aguas y los que sólo las visitan. Igual que nuestros cuerpos.

Tampoco yo seré mi madre ni pariré


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