Revista Coaching

Tanto das, tanto recibes

Por Candreu
Tanto das, tanto recibes
Seguimos nuestro ritmo maratoniano que nos conduce hacia las merecidas vacaciones, que ya tenemos en el horizonte a 15 días vista... Esta semana, 8 aviones, 6 ciudades, 6 sesiones, dos entrevistas para la radio y más de 500 libros firmados. Grabadas en el corazón las sesiones para el equipo de Atención Primaria de la comarca de Xàtiva con la gente de Novo Nordisk y la Clausura y entrega de Diplomas 2009/2010 del Departamento de Acción Formativa de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Sevilla.
800 personas reunidas en el Centro de Convenciones del Hotel Barceló Renacimiento. Un montaje espectacular, con muchos viejos amigos en la sala. Tras la sesión en los jardines del Hotel, bajo el cielo de la Isla de Cartuja en la noche de San Juan, estuve más de tres horas firmando libros a los asistentes. La gente agradecía "mi paciencia" y "que no descansa"... Pero eso no hay que agradecerlo. Es lo que hay que hacer. Cuanto más das, más recibes. Tan simple como eso.
Para tener éxito en cualquier actividad humana (profesional, personal...) debemos darnos por completo, sin medias tintas, superando el cansancio y el sufrimiento, esforzándonos generosamente.
Un mendigo anduvo pidiendo de puerta en puerta por las calles de una regia ciudad amurallada. Apenas había recibido y puesto en su morral unos mendrugos de pan y un poco de arroz. El sonar de unas trompetas le hizo girarse y vio cruzando el puente levadizo una enorme carroza de oro. Era la del hijo del Rey.
Pensó: "Esta es la ocasión de mi vida, me sentaré aquí abriendo bien el morral, para que vea que nada tengo y seguro me dará limosna sin pedirla siquiera. Es más, seguro que su bondad hace que me lluevan riquezas".
Cuando la carroza llegó al portal en el que el mendigo estaba sentado, el hijo del Rey ordenó pararla. Descendió, miró al mendigo a los ojos y extendiendo su mano le dijo: "¿Puedes darme algo?". El mendigo confuso y aturdido ante el gesto de su realeza, saco de su morral un grano de arroz, uno solo, el más pequeño, y se lo dio.
Pero qué tristeza sintió cuando, por la tarde, rebuscando en el saco, halló un grano de oro, solo uno, el más pequeño. Lloró amargamente por no haber tenido el valor de darlo todo.
¿Te estás dando del todo a los demás?

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