Revista Cultura y Ocio

Taonos, cuentos de vamurta

Por Igork
Cuentos y LeyendasTAONOS (VII)Fuego contra Fuego7 de 23Taonos, cuentos de vamurta
  La belleza de la aldea residía en su muralla circular, rota en cuatro puntos por las torres de arquitectura antigua, bajas y anchas, coronadas por almenas triangulares, como dientes de algún carnívoro olvidado en la memoria de los hombres. De la altura de cuatro cuerpos, erigida a base de encajonar grandes sillares de una piedra poco habitual, grisácea y brillante, desde la distancia la muralla de Taonos provocaba la sensación de contemplar un anillo de acero que en los días de lluvia desprendía un fulgor metálico. La disposición de las construcciones de su interior era igualmente peculiar. Un mismo nivel de techos de paja y vigas por el que se podía circular sin pisar las calles cortas y estrechas como filos de navajas, que convergían en el centro.Los oficiales se apresuraron en volver a los merlones, mientras seguía aquel ataque invisible. Cruzaron el breve entramado de pasillos y construcciones bajas que conducían hasta las almenas. Encontraron a un grupo de soldados a pie de muro, vigilando el cielo bajo y oscuro donde nacía, descolgándose, una niebla espesa.Ciros se agachó y recogió un guijarro redondeado, del tamaño de un puño.
 —Honderos —dijo. —Si piensan tomar los muros con piedrecillas…—apuntó el oficial de la segunda falange. —Un hondero puede derribar al mejor de tus hombres sin que éste pueda ni tan siquiera arañarlo —contestó el hermano del Conde.  Se encaramaron a las alturas. Allí se acumulaba la tropa para saber quién o qué los estaba desafiando. Pero no vislumbraron nada más allá de sus propias narices. El repiquetear de las piedras sobre los techos del poblado continuaba, atemorizando a hombres y animales. Empezaron a distinguir en la noche destellos que se desvanecían y volvían a refulgir, como si se comunicaran entre ellos. Eran luces azules, como breves fogonazos, como relámpagos, pero provenían y estallaban en los bosques que los rodeaban. «¡Brujería!», gritó un arquero. Ciros se volvió, y miró a sus hombres como si fuera a amonestarlos. «¡Brujería!», se oyó desde una de las torres. Los guerreros se miraban, interrogantes, asiéndose con fuerza a la solidez de los muros.  —Señor, permitidme comandar los hostigadores —propuso el joven veguer—. Acallaré a estos salvajes o lo que ose cruzarse en mi camino.Taonos, cuentos de vamurta  —No. De ningún modo.  Las voces unidas de muchos lobos resquebrajaron la negrura como un coro surgido de la profundidad de una pesadilla. A estos aullidos se les sumaron carcajadas, risas enloquecidas, como si la espesura fuera una enorme anfiteatro y ellos unos bufones maltratados por el público. El gobernador se dio cuenta de que algunos hombres se agachaban un poco, agarrados a sus lanzas, y otros rezaban con voz queda. El viento resurgió, removiendo los bancos de niebla.  —¿Recordáis los antiguos ritos paganos del fuego? —preguntó Ciros al veguer—. No nos van a atacar. Los aplastaríamos. Quieren que en nuestros estómagos anide el miedo, que crezca y nos atrape como una enredadera de espinas. Coged a los hostigadores, que sus hachas revienten las botas de vino y astillen las puertas de la muralla.  El veguer de la Marca Sur miró a su superior, sin entender en nada sus propósitos.  —¡Sí, apilad todas las maderas justo delante de la entrada! —exclamó con furia—. ¡Qué arda todo! Que el fuego disipe la niebla y nuestros temores. Han de saber que les abrimos las puertas de la ciudad.
  Poco después, las llamas consumían el miedo de los hombres grises que, amontonados frente a la hoguera, contemplaban la fogata que devolvían la calma a Taonos. Un silencio tranquilizador volvía a planear sobre sus corazones. Diríase que las golondrinas de Vamurta surcaban la niebla nocturna con vuelos acrobáticos.
Taonos, cuentos de vamurtaPincha aquí para ir al 1º Fragmento.Faltan 16 fragmentos de relato para el fin, ¡el fin!
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