Revista Cocina
Yo no sé por qué me pasa siempre lo mismo, pero cuando preparo arroz blanco como acompañamiento siempre me sobra un montón, y claro no me gusta nada tirarlo. La opción de convertirlo en una ensalada de arroz ya me empieza a resultar cansada y he decidido explorar nuevas vías, esto unido a que ayer me regalaron unos calabacines con una pinta fabulosa y a que casualmente había visto en una revista una receta que se adaptaba a mis necesidades han dado como resultado una tarta o pastel como queráis llamarlo muy rico, este a su vez me ha abierto los ojos parar prepararlo en alguna ocasión más pero con variaciones que lo pueden hacer muy interesante.
Partiendo de la receta que había visto en la revista, he realizado unos cuantos cambios para adecuarla a lo que tenía en casa, ya que no quería comprar más cosas, en la receta original ponen rucula y como no suelo tener porque no les gusta demasiado la he sustituido por cebolla tierna y creo que el resultado ha sido fabuloso.
Desde luego si no le decís a nadie que es un aprovechamiento de restos no se van a enterar.
Para hacerla necesitaremos:
200 gramos de arroz blanco cocido (el mío tenía un poco de ajo frito) 4 huevos 2 calabacines pequeños 2 cebollas tiernas (cebolletas) 100 gramos de queso tipo emmental o gruyere 2 cucharadas de parmesano ½ tacita de café de aceite de oliva 1 cucharada de mantequilla + un poco para el molde 100 ml de nata liquida Sal, pimienta, nuez moscada.
Lo primero que tenemos que hacer es pelar las cebollas y cortarlas en trozos pequeños, en la sartén con un poco de aceite y un poco de mantequilla las pondremos a pochar hasta que empiecen a tomar color. Escurrimos las cebollas con un colador y volvemos a poner el aceite en la sartén. Lavamos bien los calabacines, les quitamos las puntas y con un rallador los rallamos, los pochamos en la sartén a fuego alto hasta que pierdan toda el agua y empiecen a dorarse.
Rallamos el queso y lo reservamos. Batimos los huevos con un poco de sal, pimienta y nuez moscada, añadimos la nata y mezclamos bien todo el conjunto, pondremos el queso rallado, una cucharada de parmesano, la cebolla y el calabacín, mezclamos todo bien y vertemos la mezcla en un molde bajo previamente engrasado, espolvoreamos la otra cucharada de parmesano y llevamos al horno que tendremos previamente calentado a 180 con aire y calor por abajo unos 20-30 minutos, los últimos 10 minutos pondremos el aire y el gratinador, pinchar para ver si está bien cocida. Nos tiene que quedar un bonito color dorado por encima.