Revista Comunicación

Te leí, te vi, te perdí...

Publicado el 25 octubre 2009 por Lizbethcita
Ya se acaba octubre, los días pasan, algunos rápido otros más lento. La música en mis oídos nunca termina, pero sí tus palabras que no son infinitas, se evaporan en el canal de transmisión. El cuadro verde de la pared, cada vez que entro a casa, me saluda, me observa, te observa cuando llegas e irrumpes en mi cama, cuando abres el refrigerador y te sientas en la misma silla del comedor. Luego te vas, me das un beso en la punta de la nariz (a veces algo virtual y viral) y sales al mundo que pinta de gris. Te pierdes, te ausentas y luego regresas. Estás y no. Yo, me repito mientras me peino mirándome al espejo que debo alejarte de mí. Que no debo abrirte la puerta del balcón otra vez. Que eres el peor de los vicios terrenales, que los 7 pecados capitales me quedan cortos cuando me enfrento a tu seducción, a tu sonrisa y a esa emoción extraña en mi corazón.
Me repito una y otra vez que así como llegaste te irás. El día menos pensado no volverá el celular a sonar más y yo trataré de esperar, como hasta ahora y hasta que me canse.
Ana Prada y Kevin Johansen - Tentempié

Me sumé al juego no por descubrir sino porque quise hacer el puenting que tanto quería con mis días, puenting en la tierra, sin los pies atados. Tú y tu olor, tú y la brisa del mar. Tú, la luna, y mi afición por coleccionar besos prohibidos. Provocas sensaciones inimaginables, historias tejidas como un telar, canciones inventadas, fotografías proyectadas en el cielo, recuerdos que viajan conmigo en el autobús. Nostalgias que me arrullan al dormir, que me avientan como a una paloma al aire, que se ríen de mí siendo como un arlequín.
Qué difícil se hace la realidad al llegar a casa y acompañarme de la soledad, del vacío que dejan tus huellas en la humedad, de tu cicatriz y tu lunar. Que ridícula me siento al extrañarte y no saber si tú lo haces. Y es que te vas, vienes, vienes y te vas y yo me enamoro de tu compás, de tus manos en mi espalda, de tu perfil, de tus labios en mi nariz, de tu lengua que repasa mi verbo, de tu aliento en mi cuello, de tu cuerpo entero, de tu alma en mis manos, de tu vida sin mí.
Aun así, sigue siendo bueno sentarme en mi sillón con una taza de café a mirar el mar y a pensar mientras sigo escuchando la canción bandera de esta historia que no tiene fin.

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