Viajar en auto con varios chicos es sinónimo de muchas peleas: ellos repiten lo que hacíamos nosotras y nosotras lo que nos decían nuestros padres
Cuando planeamos vacaciones, le damos mucha importancia a la cantidad de horas que vamos a pasar en el auto. Un viaje de cuatro horas, para nosotros, se puede transformar en ocho. No porque haya tráfico o tengamos un problema con el auto. Son los chicos. Tenemos que aplicar mucha paciencia para lograr llegar a destino con éxito.
Subimos al auto y cada uno lleva su mochila con juguetes, libros o lo que quieran, hasta los electrónicos están permitidos, por lo menos por algunos momentos. Uno de los míos tiende a marearse y vomitar, lo que juega bastante en contra para conservar el auto en mínimas condiciones de higiene.
Salimos del garaje y a los dos minutos empiezo a escuchar el “mamá, ¿falta mucho?”. Respondo el típico “falta menos que antes” y recuerdo que cuando era chica hacía lo mismo. Los tiempos en el auto pasan a ritmos distintos para los grandes y para los chicos. Es imposible ver el viaje desde la misma óptica. Nosotros ya sabemos las preguntas que se vienen y tenemos las respuestas bajo la manga.
No importa lo grande que sea el auto, siempre hay peleas entre los chicos. “Me está tocando mamá”, se escucha al menor. “El aire es libre”, responde el segundo. “No me deja dormir”, “dejá de cantar”, gritar el mayor. ”Este juguete lo traje yo”, afirma la princesa de la casa. A ella no le gusta el auto, así que si no se durmió lo más seguro es que se ponga bastante molesta. Conocer y aceptar a la familia, en especial en estas situaciones donde debemos compartir un pequeño espacio, es clave al momento de planear cómo resolver los conflictos que sabemos que van a pasar.
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