Tenemos que hablar de KEVIN

Tiene bien puesto el nombre esta película independiente de la realizadora escocesa Linney Ramsay, adaptación de una novela Lionel Shiver, que narra la inaccesible relación de un hijo y su madre hasta desenlazar en una tragedia de dantescas proporciones, propias con más frecuencia de lo que se quisiera,  de la compleja cultura estadounidense. Se nos obliga entonces,  a ser testigos de la vida de Kevin y su familia disfuncional para que no quede más remedio que hablar de ello.
La familia Katchadourian podría ser feliz, tienen todo aparentemente para serlo: dos exitosos padres, él fotógrafo (John C. Reilly), ella escritora (Tilda Swinton), con dos hermosos hijos: Kevin (Ezra Miller adolescente y Jasper Newell niño) y la pequeña y dulce Celia (Ashley Gerasimovich). Los cuatro viven en una hermosa y vanguardista vivienda en la que todo marcha con normalidad.
Al menos eso se puede pensar a no ser porque la madre y el hijo no se llevan bien y el padre decide no hacer nada al respecto. La incomunicación que es en definitiva la causa de lo que yace y crece bajo la aparente normalidad, se sostiene por las personalidades de los dos adultos responsables y amorosos que siguen adelante con la farsa en la que se ha convertido su entorno familiar.

Los Katchadourian: inquietante retrato de familia 

El niño y luego adolescente Kevin,  es un ejemplo de ser social contemporáneo que crece sin límites y sin atención. Su elección de vida chocante y censurable atormenta a Eva la madre de este Caín tan tirano y egoísta como la horda de miles de niños y luego adolescentes que viven en la cotidianidad la transgresión permanente.
El film se padece de principio a fin no por malo, sino todo lo contrario, porque le apuesta hasta el fondo a retratar sin reservas y con crudeza sádica a esta familia y su "problema". PARA RECORDAR
Tilda Swinton soberbia como Eva Katchadourian sosteniendo un mano a mano actoral con sus dos hijos actores: Ezra Miller y Jasper Newell quienes orquestan un carácter tan inquietante como escalofriantemente real.