Revista Diario

Tenía que pasar

Por 1maternidad_diferente
Tenía que pasar Seis meses han pasado ya desde que naciste, con momentos que se han hecho eternos (esas noches interminables en el hospital) y otros que han pasado volando. Hoy reíamos juntos, te mecía, jaleaba, besaba y me regocijaba en tus carcajadas y sonrisas, en tus miradas sencillas de confianza plena y me asombraba de todo lo que hemos pasado hasta llegar hasta aquí... De ese camino que se inició hace ya casi tres años en el que has estado tan cerca y tan lejos y en el que hemos ganado a Pequeña Flor y al Chico Invisible, esas dos almas que nos acompañan desde su estrella y nos convierten en una familia de siete.
Y mientras te levantaba en volandas y me deleitaba en tu suavidad y en la resonancia limpida y cristalina de tus sonrisas he descubierto que tenía que pasar. Que todo lo que nos ha ido llevando hasta aquí ha sido necesario para que yo pueda dar lo mejor de mí y llevarte de la mano por esta carrera de obstáculos que estamos superando juntos.
En ese momento he sido plenamente consciente de que nuestra lactancia se hubiera ido al garete si no hubiera tenido la experiencia de Darío y de Diana, pero también la de Pequeña Flor y la de tantas y tantas madres a las que he acompañado y que me han prestado un poquito de ellas para ir creciendo y aprendiendo cada día más sobre sabiduría maternal. Si no hubiera visto a la pequeña Rocío mamar del pecho de su madre y de la sonda al mismo tiempo no hubiera tenido tan claro qué hacer mientras te daba el suplemento en esos primeros días de rechazo del pecho. Si no hubiera presenciado con ojos extasiados cada succión de Efrain en el pecho de su madre no hubiera sido consciente de que casi todos los obstáculos son nimios con amor, apoyo y convencimiento. Si tus hermanos no hubieran crecido sanos y felices con mi leche, no hubiera tenido el aplomo de contestar "Sí, tengo" a las preguntas de "¿Tienes leche?".
He entendido, también, que el dormir juntos hubiera sido también imposible sin el aprendizaje de tu hermana, el gozo de tu hermano y el hueco constante de Pequeña Flor. Cuando naciste tenía claro que era una necesidad, un placer, no para ti, sino para mí. Por eso estabas siempre en brazos y dormiste casi todas las horas posibles en una cuna de carne y hueso mientras estábamos en el hospital. Te he ansiado tanto en los breves momentos eternos en las que no he podido estar contigo, que tenía claro que no íbamos a recuperar el tiempo perdido nunca, pero que íbamos a hacer contar cada minuto sin que se nos escurriera entre las manos.
Y el porteo ¿Qué me dices? ¿Recuerdas cuando no podías comer antes de tu operación? Me sentí inmensa y poderosa cuando llevándote en tu bandolera conseguí que pasaras el trance de no entender por qué tu madre te negaba el pecho y lograras volver a dormirte sintiéndote arropado y querido. Me sentí tranquila y sosegada cuando ese sueño te duró hasta que vinieron a buscarte a las puertas del quirófano, porque te marchaste querido y amado de mi lado para volver un poquito más sano, un poquito más fuerte. Si dormir cada día a tu lado es maravilloso, si disponer de dos pechos que te alimentan, te acarician y te consuelan es embriagador, sentir tu cabecita pegada a mi pecho, escuchar tus suspiros de placer y tu respiración sosegada y rítmica y notar como te rindes a Morfeo sabiendo que estás en el mejor lugar del mundo termina de convencerme de que tenía que pasar. Estamos hechos el uno para el otro, Erik.

Volver a la Portada de Logo Paperblog