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Teniente corrupto (versión 2009)

Publicado el 10 enero 2010 por José Angel Barrueco
Teniente corrupto (versión 2009)
Cuando se anunció el remake de Bad Lieutenant, quizá mi película favorita de Abel Ferrara, dije que no iría a verla. Sobre todo porque el protagonista era Nicolas Cage, mala elección para sustituir al gran Harvey Keitel. Unos días atrás, cuando se estrenó, pensé: "Bueno, la dirige Werner Herzog... no puede ser mala". En efecto, no es mala. Se trata de una película que se aparta mucho de la original y que sólo mantiene a un personaje que juega a ambos lados de la ley, un tipo sin moral y sin apenas escrúpulos, que vive colocado y al límite. Se ajusta perfectamente a la obra de Herzog, especialista en personajes (a veces ficticios, a veces reales) al borde de la locura, en hombres obsesionados y autodestructivos. Seguro que este teniente le recordó, en su conducta esquizoide, a su viejo amigo/enemigo Klaus Kinski, un tipo que siempre estaba traspasando límites y fronteras. Y el papel también se ajusta como un guante a Nicolas Cage, ese actor que empezó muy bien y que va cuesta abajo en sus últimas interpretaciones (salvo las de El hombre del tiempo y El señor de la guerra, tal vez). Se ajusta a él porque le va como anillo al dedo: histriónico, rígido, paranoico, pasado de rosca, esnifando coca... Cage hace aquí una interpretación que ya no sé si es muy buena o muy mala.Herzog ha conseguido un filme negro, negrísimo, ambientado en una Nueva Orleans que aún sufre las consecuencias del Katrina, con una fotografía dura, incómoda, poco agradable a la vista. Terence McDonagh (Cage) se dedica a vulnerar la ley constantemente. Su actitud es la de una serpiente, símbolo clarísimo que aparece en los primeros planos de la película. Pero, al contrario que el teniente de Ferrara, tiene algo de corazón. Aunque sea poco. Aunque lo destine sólo a proteger a una prostituta (Eva Mendes, esa mujer-dinamita). Herzog logra una buena película. Y yo, no obstante, sigo prefiriendo la de Abel Ferrara. En esta especie de remake no hay una escena tan brutal, tan salvaje, como aquella en la que Keitel se masturbaba frente a dos chicas.

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