Teresa Romero la auxiliar de enfermería de 44 años que superó el ébola, y que acusa a las autoridades del “asesinato” y la “ejecución” de su perro, ordenada por temor a que se hubiera contagiado, le ha pedido a su marido durante una entrevista telefónica a tres con un periodista que le consiga otro.
Exkalibur (con K), que según ella y su marido representaba el hijo que no tenían, era un American Stafford, una raza peligrosa, lo que explicaría su sacrificio dada su previsible agresividad sin sus dueños.
Teresa sigue aislada en el hospital Carlos III porque, aunque ya no tiene el virus activo, sus fluidos parecen contener rastros.
El Mundo publicó este martes la entrevista a tres --ella, su marido y el periodista--, en la que Teresa le pide a su marido un repuesto. “Yo quería un perrito, sí. A ver, buscarme uno”.
La narración continúa: “Y ahí interviene, no lo puede evitar, Javier, ¡Una Exkaliburita! Y Teresa Romero se ríe, y todo vuelve a empezar”.
Finalmente, el supuesto hijo es fácilmente sustituible. Pero, además, las declaraciones reflejan algunas contradicciones sobre cómo se contagió y cuándo comenzó a sospechar que podía padecer ébola.
Entrevistada por Cuatro Televisión dos días después de su ingreso reconoció haber recibido entrenamiento, aunque corto, para usar ropa de seguridad, y que quizás se contagió al tocarse la cara.
Admitió también que no le advirtió a su doctora de cabecera que había estado con enfermos de ébola.
Pero ahora en El Mundo afirma que sí la informó, lo que forzó al Colegio de Médicos a desmentirla formalmente. Añade también que no declaró haberse tocado la cara.
La figura de Teresa comienza a nublarse, mientras que la de las titubeantes autoridades, desorientadas por sus contradictorias explicaciones ante los médicos, resultan menos detestables.
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