Revista Psicología

Terremotos, atentados y ¿Psicología?

Por El Baúl De La Psique @bauldelapsique

Ante atentados terroristas como los de Bruselas el pasado 22 de marzo o el terremoto de 7,8 Mw en la costa ecuatoriana hace más de una semana, vemos a través de los medios de comunicación cómo se llevan a cabo grandes despliegues de los servicios de emergencia; los médicos y enfermeros se movilizan para atender a los heridos, las fuerzas de seguridad, como la policía o el ejército, se encargan de la logística y la protección de los supervivientes mientras los bomberos extinguen pequeños incendios y rescatan a personas enterradas bajo los escombros… y los psicólogos ¿Qué hacen los psicólogos en estados de emergencia?

Cada vez que se escucha en el telediario que “los familiares de las víctimas han recibido asistencia psicológica”, a muchos se les viene la imagen de personas afables dando palmaditas en la espalda mientras les ofrecen una tila o un ansiolítico a los parientes afectados (de ahí que un porcentaje alto de la población crea que la labor de estos profesionales no es necesaria en estos casos). Y aunque hay espacio para las muestras de afecto más básicas, la labor de los psicólogos en medio de catástrofes va mucho más allá de todo ello, cobrando cada día más relevancia su intervención a corto y a largo plazo.

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Psicología en medio del caos

Como casi todos los conceptos y avances desarrollados en psicología a lo largo del siglo XX, la intervención psicológica en emergencias y catástrofes surge como respuesta a la necesidad de crear protocolos y pautas de actuación para ayudar a soldados con graves secuelas psicológicas durante la Segunda Guerra Mundial. De este modo, es un psicólogo militar norteamericano (Salomon, 1944) quien marca por primera vez las principales pautas para llevar a cabo una asistencia psicológica eficaz en estados de crisis, el famoso BICEPS: brevedad, inmediatez, calidez (empatía), expectativas (informar de la normalidad de ciertas reacciones y sus consecuencias) y simplicidad (puesta en marcha de técnicas que permitan estabilizar al sujeto en poco tiempo y con pocos recursos).

A lo largo del tiempo, tras la evaluación y estudio de numerosos sucesos traumáticos, las intervenciones psicológicas en situaciones de emergencia (situación de crisis local que puede ser paliada con medios locales), desastre (situación que requiere un mayor despliegue logístico) o catástrofe (desastre masivo con graves pérdidas, humanas y materiales, que requiere mucha más coordinación de los servicios sanitarios y un despliegue logístico sofisticado) han ido haciéndose más específicas y complejas para preservar lo mejor posible la salud mental de los damnificados justo después del suceso traumático. Un buen ejemplo de ello es el protocolo ACERCARSE y la guía de autoayuda creados en 2008 por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid tras el estudio y análisis psicológico de lo sucedido durante y después de los atentados terroristas del 11-M.

Como ocurría con las pautas del investigador estadounidense, cada letra de ACERCARSE nos recuerda a los especialistas (el uso asiduo de acrónimos se debe a este aspecto mnemotécnico) cuáles son los aspectos más importantes durante una intervención psicológica de emergencia, o los PAP (Primeros Auxilios Psicológicos) como nos dice Juan M. Fernández Millán (2013):

  • Ambiente: el psicólogo debe conocer el contexto en el que ha sucedido el evento, establecer un orden jerárquico de intervención entre los afectados y tener en cuenta si estos últimos muestran un peligro para ellos mismos u otras víctimas (ataques de pánico, intentos de suicidio, etc.).
  • Contacto: después de evaluar el ambiente, el profesional inicia un acercamiento más íntimo con las personas. En este proceso cobran mucha importancia las habilidades sociales, el lenguaje no verbal y la formulación de las primeras preguntas que permitirán al paciente reconstruir lo que ha sucedido.
  • Después de esta primera toma de contacto, la Evaluación entra en escena y se estudian los estilos de afrontamiento así como los recursos personales y sociales de los que dispone la persona.
  • Una vez que el psicólogo esta informado de las bases que sostienen la vida psíquica de la persona, comienza el duro pero necesario proceso de Restablecimiento emocional, en el que se facilita la expresión emocional junto al desarrollo de técnicas que permitan una activación desactivación fisiológica según el estado de cada caso.
  • Comprensión de la crisisen este punto, el especialista retoma las preguntas de la fase de contacto y se analizan de manera más profunda, aportando más datos que ayuden al sujeto a comprender lo que le ha sucedido dentro de un marco más global.
  • Comprendida la situación y el proceso en el que esta inmerso, es fundamental que se ponga en marcha lo antes posible la Recuperación del funcionamiento gracias a las actividades y tareas (en compañía, sobre todo) que el psicólogo propone y una planificación conjunta acerca de los siguientes pasos (hospitalización, alojamiento con algún familiar cercano, derivación a otro especialista, etc.).
  • Por último y como era de esperar, el Seguimiento (normalmente, durante un mes) de la persona afectada será clave para la recuperación total y un modo efectivo de prevención en caso de que surjan síntomas y signos de trastornos a largo plazo.

Cabe decir que este protocolo y su duración, al igual que cualquier otra intervención psicológica, es susceptible de cambio, dependiendo de la gravedad de la situación y por supuesto, de la edad, el historial psicológico, la personalidad y la cultura de la persona que atiende el psicólogo. Y recalcamos este aspecto ya que al alejarnos del paradigma médico debemos ser conscientes de que nuestra recuperación o la de otros seres queridos en medio de eventos traumáticos no será como escayolar una pierna o extraer metralla; el ritmo de nuestra rehabilitación psicológica depende de mucho más que un buen diagnóstico.

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Afectados por el terremoto en Manabí, Ecuador. El País (2016)

Todos necesitamos ayuda

Nos gustaría concluir esta entrada derribando un estereotipo bastante difundido en nuestra cultura acerca de la intervención de los psicólogos en este tipo de sucesos: la asistencia psicológica es para gente débil; “la intervención psicológica es sólo para aquellos que no han podido aguantar niveles de estrés y ansiedad considerables o que han sufrido una gran pérdida.”

García-Vera y Sanz (2008) nos muestran que una o dos semanas después de los atentados del 11-M, aproximadamente un 15% de la población general madrileña sufría síntomas de estrés agudo que interferían en su vida, y un 17,1% presentaba signos de depresión también disfuncionales. Incluso entre un mes y tres meses después, las estimaciones más conservadoras de dos estudios señalaban que alrededor del 2% de la población presentaba un trastorno por estrés postraumático derivado de dichos atentados. Por tanto, podemos afirmar que la labor del psicólogo en este tipo de catástrofes no sólo abarca a la población directamente afectada, sino también a los testigos, los vecinos y todos aquellos que han seguido la noticia por los medios de comunicación. Fernández Millán nos advierte incluso a los propios profesionales y nos habla de la importancia del apoyo psicológico a las personas implicadas en el rescate, movilización y atención médica de los afectados; desde ser conscientes del propio estrés que supone ayudar a personas desesperadas, pasando por saber cómo desconectar al final de la jornada, hasta respetar los turnos y descansos que otros sanitarios nos proponen por el bien de nuestra integridad psicológica.

En las catástrofes no hay héroes. Todos necesitamos ayuda.

Referencias bibliográficas más relevantes

Armayones Ruiz, M. (2014). Técnicas de apoyo psicológico social en situaciones de crisis: Cómo desarrollar las habilidades adecuadas ante situaciones de emergencia. 2ª Ed. Vigo: Ideaspropias.

Fernández Millán, Juan M. (2013). Gestión e intervención psicológica en emergencias y catástrofes. Madrid: Pirámide.

Paz García-Vera, M; Labrador, F.J & Larroy C. (2008). Ayuda psicológica a las víctimas de atentados y catástrofes. Madrid: Complutense.


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