Revista Cultura y Ocio

The Rolling Stones: El deseado objeto de culto

Publicado el 05 diciembre 2016 por Portman918 @ecosdelvinilo
The Rolling Stones: El deseado objeto de cultoBlue and Lonesome[Polydor] ★ ★ ★ 1/2
[Ricardo Portmán] @ecosdelviniloHace más de medio siglo que los Stones-antes-de-ser-Stones se subían (por separado) a las tablas del Ealing Jazz Club de Londres, pidiendo permiso y perdón a los mayores de entonces (Alexis Korner, Cyril Davies, Long John Baldry). Eran noches donde Brian Jones se enfundaba el cartel del oscuro Elmo Lewis, mientras Mick Jagger y Keith Richards eran Little Boy Blue y los Blue Boys -no tiene desperdicio el nombre-. En breve llegarían Stu, Charlie Watts y Dick Taylor para completar la primera alineación de los Rolling Stones. Lo que se cantaba entonces, con fe y vehemencia, hoy es retomado por unos Stones que se jactan con justicia de tener el mojo al que aspiraban a principios de los sesentas. Sus altezas no se han medido a la hora de grabar su primer disco enteramente blues y completamente de covers. Blue and Lonesome es, a su manera, una estampa irrepetible, deseada y objeto de culto desde su lanzamiento.Lo primero que hace que salte la vajilla por los aires es el poderío-protagonismo de Jagger, que está inmenso a las voces y mucho más a la armónica. Quienes esperaban un disco centrado en el saber luciferino de Richards aun deben tener las cejas por las nubes. La banda suena compacta, amenazadora y con un Ronnie Wood punteando con soltura sobre las añejas bases blueseras de Keith. Eric Clapton, el eterno aspirante a Stone desde los días del Black & Blue, participa en un par de cortes, adaptándose sabiamente al sonido imperante. 
Uno  de los puntos que hace grande a Blue and Lonesome es la selección de temas, en franco punto de fuga con respecto a los clásicos evidentes. No es posible ni pertinente elevar un tema sobre otro; esto es un disco para degustar sin recortes ni visitas al botón de skip. Los Stones dejaron en el limbo la mitad de un disco de canciones inéditas para enlatar el que es su mejor larga duración en décadas, y apegándonos a la sinceridad, es quizás lo más acertado que pudieron hacer -su creatividad esta bajo observación, vistos y oídos sus últimos temas nuevos-. Hacía falta un trabajo así, sudoroso, lascivo y reminiscente a sus noches londinenses, cuando no eran nadie y aspiraban a todo. Por más tinta que gasten los escépticos nada podrá rebajar el valor del disco que era el sueño húmedo de varias generaciones.
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