Revista Cómics

The Spider nº22

Publicado el 07 diciembre 2016 por Actiontales

The Spider nº22
Título: Luis Guillermo del Corral
Autor: Dan Brereton
Portada: La Araña y El Sabio
Publicado en: Diciembre 2016
¡La Titiritera desenmascarada! pero la batalla aun no ha terminado y el Amo de los Hombres, aunque sin pretenderlo, ve sus fuerzas divididas. Pero... ¿será para bien o acabará perjudicándole?


Su justicia  es rápida, despiadada, y absoluta. En secreto, él es el rico criminólogo Richard Wentworth, pero también es el demonio que aterroriza a los criminales que tienen la fatalidad de caer enredados en su Web de la Justicia. Él es..
The Spider nº22
Creado por Harry Steeger
 Al instante, las cabezas de los presentes se giraron hacia quien acababa de pronunciar aquellas palabras. Se trataba del detective Garland, con una triunfal sonrisa que casi partía en dos su rostro. Sin esperar permiso de Kirkpatrick, entró en el despacho y cerró la puerta, asegurándose de que permaneciera así mientras hablaba.
  —Ha sido más fácil de lo que parecía. Los jefes de banda que hemos capturado en la fábrica lo han dicho incluso antes de que comenzara el interrogatorio. Cada uno por separado, por supuesto —se apresuró a añadir—. ¿Recuerdan el caso de la morfina adulterada? Me refiero a la banda que the Spider exterminó hace una semana.
 
The Spider nº22Los dos hombres que tenía ante sí asintieron. Wentworth no dijo nada. A duras penas contuvo la rabia que sentía hacia sí mismo. The Spider había masacrado a aquella banda. Pero sospechaba, no, tenía la absoluta certeza de que la amante de uno de los jefes había sobrevivido.
  —...Tenía una amante en la universidad. ¡Era el enlace! Pero alegan desconocimiento de la identidad del infiltrado en la facultad.
  —Tiene sentido —respondió el comisario—. Si era quien compartía el lecho del líder. ¿Cómo se le ocurriría tal diabólica empresa a esa mujer?
  Wentworth imagino a su amada Nita torciendo el gesto ante aquellas palabras. Por su parte, hervía por dentro con la necesidad de asumir su despiadado otro yo. ¡Necesitaba desencadenar la letal retribución del Amo de los Hombres sobre el inframundo del hampa! La Titiritera necesitaba recordar que la Ley era solo uno de sus enemigos.
  Sus rojos pensamientos de justa ira fueron interrumpidos por la inquieta voz de Garland. Observaba al afamado criminólogo como si fuera una tormenta a punto de estallar.
  — ¡Señor Wentworth! ¿Me escucha?
  —Disculpe, detective. Todo este asunto me tiene alterado —Compuso una sonrisa de excesiva formalidad—. Stanley, se me ocurre algo: Que tus hombres se ocupen de la Titiritera. Yo estoy pensando en acercarme a la universidad. Quizás algún antiguo colega de...
  —Entiendo. Mantenme informado. Desde la matanza en el club, el embajador de Canadá no para de presionar. Y con razón, he de añadir.
  —Marcho de inmediato pues. Stanley, detective Garland... ¡suerte, aunque no la necesitan! —dijo con firme y absoluta sinceridad. Apenas cerró la puerta del despacho al abandonarla, Garland dedicó toda su atención a su superior.
  Kirkpatrick luchaba por mantener rectos sus hombros, una figura inspiradora de respeto y autoridad. Pero apenas escuchó aquella sincera pregunta, realizó un esfuerzo casi sobrehumano para no abatir su espalda.
  —Señor comisario. ¿Cuándo le va a detener? ¡Está claro que es él! ¡Richard Wentworth es the Spider!  —Cuando tenga pruebas irrefutables. No antes. ¡Somos policías, no hampones! Y como tales hemos de ser modelo de comportamiento para la sociedad.  >>Jamás lo olvide, Garland. Ni por un momento —se aclaró la garganta y su actitud cambió por completo. Había una desquiciada emperatriz del crimen que detener. Sin darle tiempo a replicar, dio una serie de órdenes al detective Garland que este se apresuró a cumplir de inmediato.
The Spider nº22
 
The Spider nº22Minutos más tarde, Ram Singh observaba el reflejo del hombre a quien servía con preocupada lealtad. Habían hecho una breve parada en un teléfono público: Jackson se hallaba en el domicilio de sahib Wentworth y le había dicho que esperase allí. El sikh reconoció este tomo. Muy pronto se derramaría la sangre de los malvados.Minutos más tarde aún, el chofer de Wentworth escuchaba con atención. Le servía desde que sirviera a sus órdenes en las trincheras francesas durante la Gran Guerra, con una lealtad que rivalizaba con la del sikh.  — ¡Es un plan muy arriesgado, jefe! —protestó Jackson—. ¡Ram Singh, dile algo!  El sirviente, sin despegarse de la puerta de entrada al gran apartamento, emitió un quejumbroso gemido.  — ¡Aie! ¡Me alejáis de la batalla, sahib! ¿En qué os ha ofendido vuestro servidor?  —Al contrario —respondió irritado quien en secreto era el azote del inframundo criminal—. El mayor riesgo lo correréis vosotros dos, valiente león. Me duele arrojaros a un peligro así, pero es necesario. Arrojareis dudas sobre quien está bajo la máscara de the Spider, protegeréis a los hombres de sahib Kirkpatrick... Y si se presenta la ocasión, ya sabéis que hacer.  >>Jackson: Tienes mi permiso para usar el sello de the Spider. Úsalo como te plazca. Confío en vosotros dos. Nita está investigando entre sus conocidos. La Titiritera ha de financiarse de algún modo.
  >> ¿Habéis entendido?  —Alto y claro, jefe.  — ¡Hai, sahib!  Wentworth asintió satisfecho. Con aliados como aquellos, se sentía invencible. O casi. Pronto los depravados y criminales volverían a contemplar con pavor su marca. ¡La marca de the Spider!
  Dejó que marcharan y antes de hacerlo él mismo, cambió su elegante traje poner ropas más anodinas y feas, de corte vulgar, casi de hampón. Cambió su aspecto alterando su peinado y añadiendo un bigote postizo y una gorra. En el último momento se decidió por añadir unos detalles que suponían un riesgo adicional, pero que podían ayudarle si necesitaba intimidar a alguien de forma rápida y efectiva. Cruzó a su hombro una vieja bolsa de cuero en la que llevaba varias cosas necesarias y abandonó el edificio por la parte de atrás.  En su fuero interno, un negro ánimo le invadió: Las circunstancias le obligaron a dividir sus fuerzas. Pero eran frentes en los que librar necesaria batalla. Ineludibles enfrentamientos en su solitaria y eterna guerra contra los criminales y malvados.  Se hallaba sumido en una lúgubre melancolía salvaje, si, alimentada también por el pesar que sentía. ¿Cuántos inocentes tenían que seguir sufriendo? The Spider nº22 
  El profesor Pardo suspiró aliviado mientras abría la puerta de su despacho. Las reuniones de asignación presupuestaria eran demasiado importantes como para dejárselas a la hermosa cabezahueca de su secretaria.
  —Un trago de mi reserva secreta y a seguir trabajando. ¿Quién me mandaría decir que si a ayudar con las clases de segundo año a ese inútil de Víctor?Apenas traspasó el umbral fue derecho a su escritorio, cerrando la puerta sin mirar. Se volvió de nuevo al escuchar un quejido. Alguien pretendía entrar. Parecía un recadero por la bolsa que llevaba al hombro.
  —Disculpe. ¿El profesor Samuel Pardo? —la voz del hombre sonaba agotada, cansada. Como si deseara llegar al final de algo—. Tengo...
  —Sí. Soy yo —respondió con un profundo fastidio—. No tengo tiempo para atenderle. Vuelva más tarde.
  —Me temo que eso es imposible, profesor. Me ha llevado tiempo localizarle. No voy a marcharme hasta que cumpla mi tarea.
  — ¿Y cuál es? —respondió el académico casi gritando—. ¿Molestarme e interrumpir mi trabajo? ¡Márchese o llamaré a la policía!
  La actitud del hombre de la bolsa cambió por completo. Enderezó su espalda y sus gestos pasaron a ser de una fría e implacable lucidez y frialdad.
  —Mi tarjeta —le tendió una pequeña cartulina que el otro hombre aceptó de inmediato.
  Spider nº22Pardo palideció al ver el signo que la marcaba. Una peluda, truculenta araña escarlata. El blasón de la feroz, despiadada, terrible némesis del inframundo. El sello de...
  — ¡The Spider! —el académico boqueó varias veces. Era él. Lo había encontrado. Se vio a sí mismo como un insecto atrapado en una telaraña, con la tejedora avanzando hacia su presa. Se debatía sin esperanza ni posibilidad de fuga—. ¿Que... que quiere?
  El Amo de los Hombres sonrió, mostrando los falsos colmillos de celuloide que daban a su sonrisa un siniestro aspecto de letal amenaza.
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