Revista Historia

Theolongo Bacchio, cuando la posverdad recibe una plaza en Barcelona

Por Ireneu @ireneuc

Uno de los términos que mayor fortuna está haciendo en los últimos tiempos es el de " posverdad" palabreja que quiere denominar a aquella situación en que la realidad se reescribe de forma consciente con un fin concreto. En sí el " palabro" no tendría ninguna trascendencia si no fuera porque, haciendo honor a su etimología, es falsa en sí misma, al dar a entender que ha habido algún momento de la Historia en el que se ha transmitido la verdad objetiva, cuando los historiadores sabemos que la norma ha sido "cocinar" la realidad como si fuera una vulgar encuesta del CIS. Y hasta tal punto es así que, en Barcelona, hay una plaza dedicada a un héroe que nunca existió y que fue producto de un caso de manipulación de la realidad que se remonta al siglo XVI.

En un lateral de la barcelonesa Rambla de Prim, en el barrio del Besós, podemos encontrar la plaza de Theolongo Bacchio, un espacio entre edificios en forma cuadrada que, rodeado por árboles, no deja de ser una de tantas plazas duras y desangeladas que salpican la capital catalana. No obstante, si miramos detenidamente, veremos que, en esta plazoleta hay un monolito (un cacho de piedro informe, para qué nos vamos a engañar), con un perfil humano laureado y algo semejante a una lápida a los pies con una dedicatoria. Este es el monumento a Theolongo Bacchio, un héroe íbero de la turística villa de Blanes ( ver El desconocido delta del río Tordera) que se enfrentó a las tropas cartaginesas de Aníbal, el cual da nombre a la plazoleta en cuestión. Hasta aquí, todo normal, pero es que los expertos han llegado a la conclusión de que el tal Theolongo no existió jamás. La historia de cómo pudo llegar a tener dedicada una calle en Barcelona es, como mínimo, rocambolesca.

Vista la situación, la asociación decidió intentar cambiar el nombre al barrio y dedicar un monumento para, así, forzar al ayuntamiento a hacerles un poco de caso. El cambio de nombre no cuajó (incluso se les ocurrió bautizarlo con el nombre de la mujer de Franco -no fuese que el régimen se pensase que eran unos rojos revolucionarios-), pero la erección del monumento tuvo un poco más de fortuna.

Según los expertos, Ocampo no pudo extraer la historia de Theolongus solamente de la inscripción perdida de Ciríaco de Ancona, por lo que se especula que tuvo que tener acceso a las obras de algún humanista catalán del siglo XV en que se hablase de Blanes (la Blanda romana) con las cuales generar todo el entramado Blanes-Teolongo-Barcelona. Y es que, en aquella época (1462-1472), Cataluña estaba de guerra civil y Blanes era frente de batalla entre los partidarios de Juan II ( ver La azarosa historia del monasterio de Montserrat... de Madrid) y sus opositores, siendo famosa una declaración hecha en Blanes por Joan Margarit, obispo de Girona, en favor de Juan II.

De esta forma Ocampo, habría hecho una síntesis libre de todo lo que había encontrado relacionado con Blanes y se montó una historia que le quedó la mar de creíble y que habría pasado a la posteridad. El único inconveniente es que, en la actualidad, se sabe que al sur de Italia (en lo que sería el empeine de la bota) existe otra " Blanda" que durante la Segunda Guerra Púnica se pasaron al bando cartaginés, por lo que los ejércitos romanos tuvieron que luchar contra el lugarteniente de Aníbal que estaba allí apostado. Así las cosas, la inscripción de Ciriaco de Ancona no se referiría a la conocida Blanda hispánica, sino a la desconocida Blanda itálica, dejando con el culo al aire al imaginativo Florián de Ocampo, sin héroe local a los vecinos de Blanes y sin valedor histórico al barrio de Besós de Barcelona. Un pleno, vamos.

En definitiva que, como se dice habitualmente, antes se coge a un mentiroso que a un cojo en bicicleta, contrapunto al adagio periodista de que la realidad no te eche a perder una buena noticia ( ver El periodístico festín de hienas del suicidio del General Tojo). En estos momentos convulsos en que los medios de (des)información no dudan en ponerse en favor de quien más les conviene, haría bien en ser crítico con todos ellos, ya que no dudarán en vestirle la realidad como mejor les venga para, luego, hacer con usted lo que les plazca.

Y eso, no es una "posverdad", sino una verdad absoluta.


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