Revista Cine

‘tierra prometida’: humanizar al ladrón

Publicado el 19 abril 2013 por Cintasperdidas @cintasperdidas

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Desde El Indomable Will Hunting (1997) Gus Van Sant ha pasado casi desapercibido para el gran público. Ahora vuelve junto a ese actor protagonista que le hizo grande, Matt Damon, en una historia coescrita por éste y John Krasinski (The Office), ambos dos principales del filme. Con un tema polémico en el medio ambiente como es el fracking (método de perforación de la tierra para la extracción de gas que se realiza con productos químicos contaminantes), Van Sant plantea un arco de guión típico, sin sorpresas, pero aceptable, al menos, por la crítica que subyace a las grandes multinacionales frente a la destrucción del paisaje.

Steve (Matt Damon) y Sue (Frances McDormand, Fargo) trabajan para una gran compañía extractora de gas en Estados Unidos. Su objetivo es convencer a los dueños de las tierras -generalmente granjas- en las que la empresa está interesada en taladrar para conseguir sus derechos a cambio de una gran suma de dinero para los campesinos, aunque ínfima comparada con las ganancias que aportará a la susodicha empresa. En un pequeño pueblo agrícola, cuando parece que van a lograr la autorización de todos los habitantes para llevar a cabo el fracking, aparece un ecologista cabreado (John Krasinski) que les dificultará su labor, por lo que su estancia allí se alargará más de lo previsto.

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Una pareja protagonista que convence más de lo que parece y se gana la confianza del público a pesar de pertenecer al lado oscuro es ya un paso sobre firme. McDormand y Damon saben hacerse querer, mientras que John Krasinski prometía alguna carcajada más que no llega nunca. Detrás de ese trío protagonista, las interpretaciones de los secundarios que habitan el pueblo rozan en ciertos momentos la parodia del mundo rural, acariciando la exageración en lo palurdo más obvio.

La fotografía abraza la naturaleza con su calidez, y, aunque el primer time lapse resulte del agrado del espectador, el tercero cansa y logra elevarse como un recurso demasiado mañido para ahorrar trama y fotogramas. La producción de la mano de Van Sant y Damon evidencia su buena relación, a pesar de que e resultado no es original. El guión está resuelto de una forma tan típica y llana que decepciona la última media hora, a pesar de tener un giro eficaz que eleva las expectativas anteriormente. Quizá humaniza demasiado al vendedor toxico: un cierre más potente y fuerte era necesario para la humildad del espectador se reapuntale después de tal perforación.


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