Arthur Schopenhauer
Son las tardes de domingo las que no difieren unas de otras. No admiten que se las varíe o que les incrustemos un adorno. Si se piensa en ellas cuando es lunes, no hay una variación excesiva cuando prorrumpe el domingo. Hay como una lentitud que no se da en ninguna de las otras tardes. Se hacen morosas las horas, adquieren el peso que no suelen, se obstinan en evidenciar cierta fatalidad soportable, la del tiempo echado encima como si fuese piedra, la de la súbita constatación de todo lo que tenemos que hacer durante la semana, de todas esas cosas menudas, tal vez irrelevantes, pero que parecen montañas si se ven de lejos. Hace tiempo que todas las tardes de domingo son paradójicamente la misma. A veces incurren en anomalías, presentan novedades que entusiasman, aunque luego vuelven a esa deriva suya ya conocida. Todos los gatos son el mismo gato, dejó escrito Schopenhauer. Por extensión, no hay domingo que rivalice con otro en novedades. En el de hoy ha cabido que el Real Madrid gane la Liga y Pedro Sánchez sus primarias. No hay que distraerse con estas evidencias de la existencia del azar. Igual veo esta noche en los tejados un gato primerizo, una especie de gato fundacional, inédito, rutilante.