Revista En Femenino

Todo sobre mi madre

Por Expatxcojones

Todo sobre mi madre

Mi madre camino del aeropuerto, Tánger, 2015.


Eres la hija de Montse, verdad? Durante muchos años daba igual adonde fuera. Tenía que escuchar la dichosa frasecita sin parar. La pescadera, la charcutera o el dependiente de la tienda de fotos. Todos la conocían, todos me reconocían.
Somos casi iguales y, al mismo tiempo, tan diferentes. Tenemos la misma estatura, el mismo color de pelo e idéntica complexión física. Nuestros rasgos faciales son prácticamente idénticos. Ojos rasgados, mandíbula cuadrada, nariz respingona y orejas pequeñas. Anchas caderas, vientre plano y brazos flácidos —ni por mucha natación que haga consigo enfortecerlos—.
Me hastiaba. No porque ella no tuviera, que tiene, un buen parecido físico, sino porque mi singularidad como persona quedaba diluida tras esa similitud. Yo no era yo. Tan solo una vulgar copia. Nadie me llamaba por mi nombre, yo era hija de…
Y en esas me pilló la adolescenecia. Intentando averiguar qué había detrás de aquella piel, oculto en medio de los huesos. Fueron años difíciles. Chocábamos constantemente. Sé que es real, sucedió de verdad, pero ahora se me antoja extraño. Es como una película de las antiguas, de esas que has visto muchas veces, conoces el argumento pero ya no consigue hacerte llorar. Lo que pasó ya no me afecta. Ni para bien, ni para mal. Simplemente sucedió y punto. No todas las familias son perfectas. La mía no es una excepción.
Mi madre no es mi mejor amiga. Mi madre es mi madre y así quiero que sea. Superados los recelos, aceptadas las personas, queda únicamente el lazo que nos une. Esa cuerda invisible que nos ató fuerte el día que yo nací y que no desaparecerá ni siquiera el día que ella se muera.
El Kalvo, ausente por trabajo, nos ha brindado la oportunidad de pasar unos días juntas. Me gusta que nos visite pero no la echo de menos cuando se marcha. Es un sentimiento ambivalente. Disfruto de su compañía pero al mismo tiempo saboreo el retorno a mi soledad.
Hemos ido a la playa, al parque, a comer al vietnamita y a cenar al italiano. Paseamos por la ciudad, jugamos con los niños y vamos a hacernos un masaje. Asistimos a una fiesta. Incluso dormimos en la misma cama. Pero si de todos los momentos debo escoger uno, elijo las dos últimas noches.
Los niños acostados. La casa en silencio. Las dos en el sofá. Cámara en mano, le voy preguntando por su vida. Quiero que me cuente cosas de los abuelos, la escuela, cómo era entonces la ciudad, la primera vez que vio a mi padre, por qué no se casó de blanco. Con paciencia va explicándomelo todo. O casi. Supongo que guardará sus secretos. Yo también tengo los míos.
Es difícil ser madre. Ahora lo sé. Nuestra sociedad no valora la crianza. Se dan por sentadas un montón de cosas. Creo que somos muchas las que andamos perdidas, aunque a algunas les cueste reconocerlo. Debería existir un manual que nos brindara las respuestas. Pero no hay nada parecido. Ella no lo tuvo; yo tampoco lo tengo.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog