Revista Educación

Todos muertos

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Todos muertos

No tengo pensado morirme. No quiero. No está entre mis planes y haré todo lo posible para que nunca esté (tampoco es difícil porque yo planificar, lo que es planificar, no sé). Pero tengo la ligera impresión de que aunque yo no quiera, aunque no esté en mis intenciones, ocurrirá. Eso lo saben hasta en Mr. Wonderful.

El pasado jueves el BOE publicó la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia, que se convertirá en una prestación más del Sistema Nacional de Salud en tres meses. Esta ley permitirá, de una vez, "respetar la autonomía y voluntad de poner fin a la vida de quien está en una situación de padecimiento grave, crónico e imposibilitante o de enfermedad grave e incurable, padeciendo un sufrimiento insoportable que no puede ser aliviado en condiciones que considere aceptables". Con evaluación, caso a caso, con filtros, con asesoramiento de profesionales.

Pues bien, España ya es oficialmente un campo de exterminio, los médicos unos asesinos a sueldo (público) y la cultura española la cultura de la muerte. Cosas de la ultraderecha civil y eclesiástica. A pesar de que la eutanasia la solicitan adultos y que en la ley se contempla el derecho del personal sanitario a la objeción de conciencia. Qué más da.

Qué más les da a ellos la ley. A la ultraderecha civil y eclesiástica, me refiero. La ley es una y la realidad es otra (de eso ellos saben). Cuando se permita morir la gente querrá suicidarse por capricho, por moda, por dejadez incluso, porque se te caiga un plan redondo de fin de semana y te tengas que quedar en casa. Como ya ocurre con el aborto, ¿quién no conoce una adolescente que vaya ya por su tercer embarazo interrumpido? Cómo mola tirar de quirófano aprovechando las vacaciones de semana santa. Apoyadas claro por las industrias cosmética y farmacéutica, necesitadas de materia prima, y el comunismo, que de alguna manera ha de aplacar sus ansias de matar. Algo similar ocurre con la autodeterminación de género. Tres tíos míos con bigote ya son señoras con DNI de señora. Uno incluso ha tenido a bien regalarme unos pendientes que se hizo con los testículos. Dice que, al fin y al cabo, la operación la pagué yo con mis impuestos. Que qué menos.

Yo, ya lo he dicho, no tengo pensado morir. Además, no puedo abortar y estoy bastante conforme con la genitalia que me ha tocado en suerte. Y aún así, desde mi cómodo sillón no lo veo tan complicado. A pesar de mis caprichos, de las modas, de mi dejadez. Pero qué más le da al reaccionario la verdad, digo yo. La empatía. La inteligencia. Si invirtieran tanto tiempo en conocer al que quiere morir, a la que quiere abortar, al que ha nacido en un cuerpo que no es el suyo, como en elegir modelo para ir a misa el domingo se nos quedaría un mundo precioso. Si el Dios que veneran les llenara tanto la cabeza como les llena la boca, si pusieran el mismo empeño en comprender que en condenar, qué delicioso sería. Pero son incapaces de entender al prójimo, siquiera incapaces de intentarlo. En cambio son catedráticos en la ciencia del capricho, la moda, la dejadez.

Por algo será.

Todos muertos
¿Susto o muerte?

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