Un buen cuento, a la antigua, de memoria, es lo que toca cuando te sumás a la Horadelplaneta y tu crío te pregunta si te sabes alguno que no incluya a Bob Esponja y a los Gormiti.
El cuento de marras -doblemente apócrifo, deformado por el desgaste y que pasó de ser alemán a veneciano- narra una aventura del bribón Till Eulenspiegel. Tiene episodios políticamente incorrectos (*EPI) como los viejos cuentos, así que tapaos parcialmente los ojos.
Till, el Ogro y las tres patadas
Había en un pueblecillo de las montañas, un Ogro malvado que solía aprovecharse de las buenas gentes, reñirle a sus ancianos, robarles la comida y cobrarles impuestos por uso derivado de imagen. El pueblo se hacía conocer como “El pueblo del Ogro malo malísimo ®“.
Pero por sobre todas las maldades que ejecutaba el Ogro malvado, la mayor provenía de su ambición sin límites por el oro, que le llevaba a despojar continuamente de todas las monedas a los buenos pueblerinos (*EPI)
Un día, el Ogro y Till coincidieron en el pueblo. Sabiendo Till de la codicia y tacañería de aquél, se propuso escarmentarlo proponiéndole un intercambio: toda su bolsa repleta de oro a cambio de poder darle tres públicas patadas (*EPI)
-Esto es muy irregular, suelo ser yo quien da las patadas -dijo el Ogro
-Pero esta vez, las recibirás. Luego de recibir tres patadas, en la plaza, frente a todo el pueblo, recibirás mi bolsa de oro -respondió Till
La avaricia pudo mas que la futura humillación y Ogro acepto el trato: el Oro por las tres patadas.
-La humillación se olvidará, el dolor pasará pero el Oro quedará -pensó el Ogro
Luego de una semana de expectación y convocatoria llegó el día señalado. La plaza rebozaba de gente y era una verdadera fiesta. Till llegó el primero, siendo aplaudido al mostrar su bota de las patadas. Momentos después llegó el Ogro, entre silbidos y abucheos.
Reíd y gritad – dijo el Ogro- ¡mañana todo volverá a ser igual que ayer!
Till se quitó el zueco derecho y con un gesto, invitó a Ogro a ocupar su posición, pompis al norte.
El aullido se oyó pasando los bosques. Entre aplausos de unos y sus propias lágrimas, el Ogro masculló -Dos mas, y la bolsa con el Oro ¡será toda mía!
La segunda patada resonó aún mas fuerte, casi tanto como el aullido del Ogro.
Pero lo que todos recuerdan es lo que sucedió a continuación. Till se sentó y procedió a descalzarse la bota.
Ante la mirada asombrada de todos, el Ogro preguntó -¿Como? ¿Ya ha acabado todo?, a lo que Till respondió -Ni en broma. Prometí darte mi oro a cambio de “tres” patadas. Ya te avisaré cuando tenga ganas de volver a patearte … ¡por tercera vez!
Se cuenta que nunca volvieron a ver al Ogro en varios pueblos a la redonda.
Moraleja corporativa
Hacía años que no escuchaba o contaba este cuento. Terminé el cuento al finalizar la #horadelplaneta y me pregunté si había moralejas válidas que permitieran un post.
Lo primero que pensé es quien sería el Ogro, quien Till y quien el “El pueblo del Ogro malo malísimo ®“.
Hace un tiempo hubiera puesto en el papel del Ogro a aquellas marcas asentadas, cómodas y poco innovadoras, ambiciosas de cobrar por todos los posibles royalties encontrables. Till sería representado por unas marcas nuevas y desafiantes, que patean mercados pero que nunca acaban con aquellas primeras, porque no les es necesario. Y nosotros, hubiesemos sido -apenas- meros espectadores. IBM, Microsoft, Apple, Ford, VW, Toyota … habría ejemplos para parar un tren.
Sin embargo, a la luz de la comunicación en medios sociales, creo que todos nos hemos vuelto un poco Till. Por cada error público obviado, por cada desgano en comprender a su público, por cada desastre que se ha intentado ocultar o esconder en segundas páginas en buscadores, nosotros pegamos una patada.
Por cada vez que se culpa a otro del propio error, por cada vez que se carga contra ex empleados, actuales empleados, proveedores o el mal tiempo, nosotros pegamos una patada.
Puede que la Marca Ogro ansíe la Bolsa de Oro contemporánea (ya sea que le miremos su anuncio o que le digamos que nos gusta en Facebook) y por eso soporte las patadas.
Lo que es seguro es que mientras siga culpando a otros de su incomunicación, los Till, seguirán machacándole sin piedad.
Y ahora sí, colorín colorado, este post, ya se ha acabado.