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Tokio Blues

Publicado el 13 abril 2014 por Angel Esteban

Soy incapaz de sentir interés en novelas que no causen desconcierto a los lectores. Esto no quiere decir que intente desconcertarles o escribir algo difícil. Lo que quiero decir es que las novelas largas que no hagan cuestionarse a los lectores el sentido de la historia, el flujo de su conciencia o la firmeza de la base de su existencia, no deben escribirse ni leerse. Yo tardo varios años en escribir una novela larga dejándome, literalmente, la piel en ello. Si no fuera capaz de escribir una novela con una fuerza como esa, la escritura no sería más que una pérdida de tiempo”. Haruki Murakami 

En un vuelo hacia Berlín, Watanabe evoca el pasado cuando comienza a escuchar una interpretación ramplona de Norwegian Woods. La melodía le turbó provocándole una emoción mas fuerte que de costumbre. Comienza a sentirse melancólico por muchas cosas en su vida: el tiempo perdido, las personas queridas fallecidas, aquellas que le han abandonado, toda una amalgama de sentimientos por hechos y gentes que jamás volverán. Esa retracción en el tiempo lo transporta al otoño de 1969, cuando estaba apunto de cumplir veinte años, para adentrarse entonces en su mundo de estudiante universitario donde se desarrollará la historia de Tokio Blues.

La letra de aquella melodía que escuchaba Watanabe en el avión, hablaba de una chica quien invita a un hombre a su casa y después de tomar vino y hablar hasta las dos de la mañana; ella le dice que es hora de dormir pues debe trabajar y lo exhorta a que duerma en la bañera. Al amanecer, a modo de venganza, él enciende en fuego la casa que había sido construida de “Norwegian Wood” (madera noruega). Unas de las primeras canciones escrita por Lennon y McCarthy pareció haber dejado una huella en la mente del escritor japonés Haruki Murakami de modo que le inspirase a escribir Tokio Blues. Debo decir que la canción tocada con un sitar, no es muy interesante, ni en su letra ni melodía, y en eso tal vez Murakami fue muy fidedigno al plasmarlo en el inicio de su novela.

Al leer Tokio Blues uno se encuentra con un principio bastante tedioso: leer sobre la vida de adolescente yendo a la universidad y narrando sobre la alocada juventud japonesa, amigos, tragos, sexo y mucho sexo, no pareciera ser un tema tan interesante como para volverse un best seller en Japón y haberle abierto las puertas al escritor en occidente. O tal vez sí, si uno entendiera que los jóvenes si leen libros en Japón en especial aquellos en los cuales se ven reflejados. Pero el trasfondo del tema, a pesar del planteamiento confuso, muy difícil de definir, subyace en la vida interior de los personajes y que las más de las veces no se refleja en la vida exterior de ellos. Esa confusión se ve expresada en la psique de los personajes principales y no los dejará nunca en el desarrollo de la novela, que a ratos pareciera más bien un cuento largo o “novella”.

Watanabe  entrará en un triángulo amoroso con su mejor amigo Kizuki y su novia Naoko; determinado por un amor platónico imposible de concretar por las dificultades del mundo interior de los personajes. También habla de las aventuras amorosas de su amigo Nagasawa quien en su desprecio por las mujeres le hacía llevar una vida más bien promiscua y sin sentido, costumbre que Watanabe también adoptaría, como extraña consecuencia de reflejar su incapacidad de amar y de establecer una relación estable de pareja.

La historia cuenta mucho del amor que le tenía Watanabe a la novia de su mejor amigo Kizuki, pero tal como sucedía con Naoko y Kizuki, ese amor de Wanatabe no se concretaría en razón de obstáculos insalvables. Y esos obstáculos no serían los que normalmente le ocurren a las gentes, sino otros más complejos. Allí el autor se permite plasmar dos temas dramáticos de la sociedad japonesa contemporánea: el suicidio y la esquizofrenia.

Tokio Blues, relata la vida universitaria de un joven japonés, y se permite el autor hacer muchas críticas a una sociedad donde la excelencia en los estudios y la importancia de una carrera profesional dejan de lado el valor humano de las personas que no logran ese alto nivel de protagonismo dentro de la sociedad. Relata también, la extraña relación de Watanabe con su compañero de cuarto, su esfuerzo de tratar de conquistar el amor de Naoko, a quien le prometió que nunca la olvidaría, pero de tantos imposibles, terminara enamorándose de  Midori.

La novela lleva una carga de imposibles, de grandes conflictos que no se resuelven y que más bien empeoran. Como si los personaje cayeran en ese pozo al que tanto le temía Naoko, porque no se sabía que había dentro de el. Al principio, al leer Murakami por primera vez, no tenía más que palabras de críticas, pero luego de la mitad, como si se tratara de un asunto inexplicable, absurdo como la psique de sus personajes, terminé sencillamente enamorándome de ellos, de esa carga de nostalgia y pesada realidad, que aunque permitía a sus personajes vivir una vida muy intensa, no les permitía alcanzar un poco de felicidad. 


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