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“Tokio blues (Norwegian wood)”: Tristeza infinita

Publicado el 30 abril 2011 por La Mirada De Ulises

[5/10] El vietnamita Tran Anh Hung dirige “Tokio blues (Norwegian wood)”, adaptación del best-seller homónimo escrito por el japonés Haruki Murakami. Quien firmara “El olor de la papaya verde” o “Pleno verano” vuelve aquí a hacer gala de una extrema sensibilidad para captar ambientes y de un interés por personajes que transmiten su enorme vacío existencial… hasta generar en el espectador una tristeza infinita y un profundo pesimismo. Desde la nostalgia y melancolía que suscita la canción de los Beatles, Toru Watanabe recuerda sus años de estudiante en Tokio a finales de los 60: el suicidio de su mejor amigo y la enfermedad mental de la novia del fallecido, o su enamoramiento de esa misma Naoko y también de la joven Midori… todo en medio de dudas e incertidumbres, de tensiones y pasiones.

“Tokio blues (Norwegian wood)”: Tristeza infinita

El idealismo y turbulencia de esos años contrasta con el profundo desencanto de los protagonistas, y a la vez es pálido reflejo de su agitación interior y de sus intentos por dar sentido a su existencia. Las palabras de amor y de búsqueda quedan suspendidas en el silencio del ambiente, y el director busca más las sensaciones pasajeras que la respuesta a unas inquietudes eternas. El amor y el suicidio se presentan como las dos opciones en la vida, pero en ambos casos la tristeza lo invade todo y hace que los personajes se muevan únicamente entre el placer y la desdicha, que necesiten un abrazo afectuoso cuando no satisfacer su pasión, que tanto el sexo como la muerte sean realidades desgarradoras para al final preguntarse… “¿dónde estoy?”.

“Tokio blues (Norwegian wood)”: Tristeza infinita

La cámara recoge bien ese desconcierto y esa necesidad cuando sigue a Watanabe y a Naoko en sus rápidos paseos por Tokio, rompiendo el raccord espacial y transmitiendo sus propios laberintos interiores, entre la atracción que experimentan y el dolor de la pérdida… ahora convertido en trauma. Son amores y desamores que recuerdan al Wong Kar-Wai de “In the mood for love”, pero sin su equilibrio narrativo ni su hondura emocional. No falta en la puesta en escena el aliento oriental que busca encontrar en la Naturaleza la armonía perdida, ni tampoco los símbolos para reflejen la lucha por la supervivencia o el carácter metafórico de la luz. Pero falta tensión dramática al guión y le sobra languidez narrativa en una trama muy episódica, mientras que la gestación de las atmósferas es sin duda su mayor logro. Flaco favor le hace el doblaje y la misma voz en off del narrador, que debilitan el carácter melancólico y de ensoñación de aquellos tristes años.

“Tokio blues (Norwegian wood)”: Tristeza infinita

Tran Anh Hung consigue transmitir el desgarro y constancia del joven Watanabe o el dolor y fragilidad de Naoko… aunque siempre desde la frialdad y la contención, y con menos convicción la frivolidad de su amigo Nagasawa o los sentimientos de Midori. En ello tiene mucho que ver la sentida y honda interpretación de Kenichi Matsuyama y Rinko Kikuchi como pareja protagonista, frente a las de Tetsuji Tamayama y Kiko Mizuhara… que resultan más planas y simplistas, porque también lo son sus personajes. Son universos afectivos efímeros y materialistas, siempre amenazados por un viento devastador, por un mar destructivo o por una nevada que cubra las flores… pues parece que la muerte acabará con todo, que la pasión es un gran riego y que el amor deja heridas incurables en unos jóvenes a la deriva. Por eso, la película sólo es recomendable para un espectador adulto al que le gusten los dramas intimistas de corte oriental, dispuesto a la parsimonia y cierta pesadez con que la historia es contada, y también a salir del cine con tristeza y desesperanza en el alma.

Calificación: 5/10

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En las imágenes: Fotogramas de “Tokio blues (Norwegian wood)”, película distribuida en España por Vértigo Films © 2010 Asmik Ace Entertainment, Fuji Television Network y Toho Company. Todos los derechos reservados.


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