Revista Arte
Parapetado tras el manto de la introspección, Tom's Cabin nos brinda todo un recital de sensaciones e
imágenes que, a modo de rasguños en la corteza del alma, nos dejan huella en
nuestro más cercano subconsciente musical y artístico. La fuerza de este primer
disco del tinerfeño Tomás Fernández, que se esconde tras el nombre artístico de Tom's
Cabin, está en el difícil equilibrio de manejar las herramientas
propias del folk anglosajón, el country norteamericano y a veces el pop
barroco, en una sucesión de canciones que se adentran en los peligrosos
territorios del alma, como mejor forma de romper la barrera de la rutina
diaria. Es esa sencillez exenta de juegos de artificios lo que convierte a este
disco homónimo de Tom's Cabin en auténtico, como auténtica y singular es la vida
y la forma de interpretarla por parte de cada artista. En ese sentido, Tomás
Fernández apuesta por la sencillez de unas cuerdas de guitarra
poderosas (por directas) y por un piano que se convierte en el eco perfecto de
las mejores vibraciones acústicas posibles. Ese dominio de las melodías aumenta
con una voz directa y nada impuesta, que se convierte en la mejor compañía de
unos temas que se van haciendo más grandes a medida que son escuchados más de
una vez, pues tras la pátina folk o country inicial se esconde una forma de ver
y sentir la música que te atrapada por la honestidad y la originalidad.
En esta ruta de vibrantes y generosas canciones Hummingbird hawk-moth abre el disco, y no sólo eso, porque es un magnífico ejemplo de esa desnudez certera de las composiciones de Cabin, perfecta combinación de acordes y ritmos que se funden con Doppelgänger, donde los primeros matices pop aparecen tan acertados como sólidos, y en el que incluso se incluyen voces pregrabadas a modo de sombras tras el telón del escenario, y que no son sino otro ejemplo de la madurez compositiva del artista. Una característica que también posee Olivia, perfecta melodía que te permite soñar fuera de los límites de la realidad y atravesar el medio tiempo de la felicidad cercana, como cálida y cercana se muestra esta pieza de nombre Olivia; una verdadera delicia. Un duende que también posee Liturgy, pues se vuelca sin miedo en los ritmos adornados de folk que tan bien maneja Tom's Cabin y que parecen decirnos que no tengamos miedo de sentarnos cerca de él para escucharle, pues en la cercanía está la auténtica magia de su música.
The Forest es una especie de regresión hacia sonidos más oscuros y próximos a la frontera de los misterios, donde sólo hay espacio para el llanto; una sensación de pérdida que también recorre las notas de Am I your son? con unas reconocidísimas similitudes con la forma de interpretar tan singular que tiene Antony, de Antony and the Johnsons, y que sin duda, transfieren un halo especial a este tema, uno de los mejores del disco por su desnudez musical, pero con una profundidad a prueba de bombas. Un matiz que no pierde del todo Song in my head, que si bien se basa casi exclusivamente en el eco de la voz de Cabin y en las cuerdas de su guitarra, planea sin ningún problema a gran altura, pues muchas veces en la sencillez se encuentra la virtud, como en este caso.
Con The Brave asistimos al último bloque del disco, más centrado en un country americano de ritmos más vivos y manejables que invitan a bailar y cambiar de pareja; alegría y desenfado a raudales, que de repente se detienen en Wooden boat cual nave que llega a su destino; un destino que, sin embargo acaba con For whom the bell tolls de Metallica; un tema que le sirve a Tom's Cabin para amarrar fuerte las correas de sus principios musicales, y darles una vuelta de tuerca más y así introducirnos en las profundidades de sus convicciones musicales, como los rasguños en la corteza del alma que nos deja el paso del tiempo.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
En esta ruta de vibrantes y generosas canciones Hummingbird hawk-moth abre el disco, y no sólo eso, porque es un magnífico ejemplo de esa desnudez certera de las composiciones de Cabin, perfecta combinación de acordes y ritmos que se funden con Doppelgänger, donde los primeros matices pop aparecen tan acertados como sólidos, y en el que incluso se incluyen voces pregrabadas a modo de sombras tras el telón del escenario, y que no son sino otro ejemplo de la madurez compositiva del artista. Una característica que también posee Olivia, perfecta melodía que te permite soñar fuera de los límites de la realidad y atravesar el medio tiempo de la felicidad cercana, como cálida y cercana se muestra esta pieza de nombre Olivia; una verdadera delicia. Un duende que también posee Liturgy, pues se vuelca sin miedo en los ritmos adornados de folk que tan bien maneja Tom's Cabin y que parecen decirnos que no tengamos miedo de sentarnos cerca de él para escucharle, pues en la cercanía está la auténtica magia de su música.
The Forest es una especie de regresión hacia sonidos más oscuros y próximos a la frontera de los misterios, donde sólo hay espacio para el llanto; una sensación de pérdida que también recorre las notas de Am I your son? con unas reconocidísimas similitudes con la forma de interpretar tan singular que tiene Antony, de Antony and the Johnsons, y que sin duda, transfieren un halo especial a este tema, uno de los mejores del disco por su desnudez musical, pero con una profundidad a prueba de bombas. Un matiz que no pierde del todo Song in my head, que si bien se basa casi exclusivamente en el eco de la voz de Cabin y en las cuerdas de su guitarra, planea sin ningún problema a gran altura, pues muchas veces en la sencillez se encuentra la virtud, como en este caso.
Con The Brave asistimos al último bloque del disco, más centrado en un country americano de ritmos más vivos y manejables que invitan a bailar y cambiar de pareja; alegría y desenfado a raudales, que de repente se detienen en Wooden boat cual nave que llega a su destino; un destino que, sin embargo acaba con For whom the bell tolls de Metallica; un tema que le sirve a Tom's Cabin para amarrar fuerte las correas de sus principios musicales, y darles una vuelta de tuerca más y así introducirnos en las profundidades de sus convicciones musicales, como los rasguños en la corteza del alma que nos deja el paso del tiempo.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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