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“Tomar por el pito del sereno”

Por Exprimehistorias

Tomar a alguien por el pito del sereno es cuando a alguien no se le tiene en cuenta, se le mantiene al margen o pasan de él en general y lo ignoramos.

El porque del dicho “tomar por el pito del sereno”

La palabra sereno proviene del latín serenus, que quiere decir tranquilo, y que normalmente se usaba para describir al cielo despejado. Serenidad quiere decir tranquilidad, y sin duda esto era lo que proporcionaba el sereno.

Advertían al vecindario de la situación climatológica. Pregonaban si llovía, nevaba o si el tiempo permanecía sereno. Pero la mayoría de las veces solían decir:

¡las doce en punto y sereno!

De ahí que se les conociese con el nombre de serenos.

Los serenos abrían los portales y cargaban con las pesadas llaves de aquellas puertas. Llevaban un farolillo, un chuzo para defenderse y un silbato para pitar avisando de que algo estaba ocurriendo en las calles. También lo hacían voceando.

Con palmadas y al grito de ¡sereno! era como los vecinos requerían sus servicios. También era el encargado de mantener el orden y avisar a los bomberos en caso de incendio o a la policía en caso de robo u otros altercados.

Para ello contaban con un pito o silbato. Muchos serenos eran tan estrictos con su cometido que no permitían voces o ruidos en la calle.

Los serenos usaban el silbato por cualquier cosa, y a cada momento causando molestias a los vecinos, con lo cual dejaron de atenderles y hacerles caso tanto la policía como los vecinos.

Gloria Fuertes y el sereno

El café Varela Situado en la calle Preciados número 37 ya casi en la Plaza de Santo Domingo, era conocido como el café de los poetas en el Madrid de la posguerra.

Una noche de viernes, después de la tertulia, decidieron ir a una taberna para tomar algo. Pocos minutos después, y ya en el interior de la taberna, apareció el sereno para tomarse rápidamente una copa de aguardiente y volver a salir a hacer la ronda.

Gloria, se preocupa por este sereno y dice a sus amigos:

“pobrecitos los serenos, lloviendo y con el chuzo a cuestas, nunca oyen versos…..¡vamos a recitarle los que hemos dicho antes en el café”.

El sereno, empuñó su chuzo contra Gloria a lo que esta le dijo:

“No se asuste señor sereno, venimos a decirle unos versos”

Éste volvió a levantar el chuzo y Gloria comenzó a recitarle versos.

El sereno hecho una furia al pensar que era un burla les dijo:

“¡Señoritos de mierda, os vais a reír de vuestra puta madre!”

Empuñando el chuzo comenzó a dar bandazos por la calle intentando darles. Gloria y sus amigos corrieron por la calle Preciados perseguidos por el sereno.

Llegaron a la conclusión, divertidos, de que “la poesía siempre ha estado perseguida porque la persiguen hasta los serenos”. Pero Gloria seguiría preocupada por el asunto y diría:

“pobrecitos los serenos. Nadie les ha recitado nunca unos versos”

Los chuzos en el 2 de mayo

Un chuzo era un arma blanca muy rudimentaria, que se compone de un palo que termina en punta, generalmente de hierro, y que se utilizaba a modo de lanza para atacar o defenderse.

El chuzo lo usaban los vigilantes nocturnos y serenos, pero aquel 2 de mayo de 1808, los madrileños los usaron para defenderse y combatir a los ejércitos franceses.

Se exponen en el Museo Arqueológico Nacional se compone tanto de chuzos como de bayonetas y forman parte del Museo de Historia de Madrid.

Origen de los serenos

  • En 1765, el Rey Carlos III ordenó instituir el cargo de “director de policía” que pasaba a ser responsable, entre otras cosas, del alumbrado y la seguridad. El vecindario de Madrid fue liberado de la tarea de “encender, limpiar y conservar” los faroles desde entonces.
  • El año 1768,  el monarca dividió la ciudad en ocho cuarteles, vigilado por un “alcalde de cuartel“, y este disponía del servicio a su vez, de ocho “alcaldes de barrio“, responsables del orden en cada distrito.
  • En 1782, se sentaron las bases de la Superintendencia General de Policía como organismo central.

El cuerpo de serenos

Se suele atribuir al alcalde de barrio de Valencia, Joaquín Fos (1730-1789), por haber sido el primero en organizar un cuerpo de este tipo en su ciudad, hacia los inicios de la década de 1770.

Comenta Antonio Ponz en un texto publicado en 1774, que con motivo de acabar con el paro que había en el gremio de los “coheteros” por la supresión de los eventos pirotécnicos, el alcalde Joaquín Fos les propuso la idea de “rondar las calles” desde las once de la noche hasta las cinco de la mañana, armados de pitos y faroles.

En su paso por la ciudad Antonio Ponz pudo observar a los primeros serenos en acción, relatándonos así su experiencia:

"El ejercicio suyo es gritar de cuando en cuando la hora que es y el tiempo que hace: 

Si es de aire, o lluvia, o sereno; y como éste es, regularmente, el que domina sobre los otros, la voz más frecuente que se oye es ‘sereno’, y es la que a estos hombres ha dado el nombre de ‘serenos’. 

No son éstas las ventajas mayores que con ellos se logran, porque impiden, patrullando toda la noche, el que se cometan robos y otras mil cosas que se cubren con la oscuridad. 

Si tropiezan con algún desorden que por sí no pueden remediar, al instante avisan a la justicia. A cualquier parte donde los llaman, acuden; y en cualquier necesidad repentina son de un prontísimo socorro. 

Avisan cuando por descuido se han quedado abiertas en las casas puertas o ventanas; velan sobre los incendios; dan luz al que la pide; llevan cartas al correo; llaman al médico o a la comadre, al confesor u otros, como tantas veces ocurre en aquellas horas; y a la voz del ‘sereno’, todo el mundo abre, pues los vecinos los estiman. 

Su remuneración no es otra sino lo que les quiere dar cada vecino al fin de semana".

En 1797, en el reinado de Carlos IV, se publicó un edicto que decía:

"He resuelto establecer en Madrid los serenos o celadores nocturnos, baxo el cuidado e inspección de los alcaldes de mi Real Casa y Corte y de Quartel y demás, ocho celadores para los ocho quarteles.

El vecindario recibirá con la estimación y aprecio que merece una providencia dirigida a su común utilidad y beneficio, teniendo un auxilio efectivo con que ocurrir a las necesidades particulares en los accidentes imprevistos que se ofrecen a horas extraordinarias de la noche, en las cuales es difícil encontrar pronto recurso para llamar al Médico, Confesor, avisar a la Parroquia para la subministración de los Santos Sacramentos, y atender a otros socorros de esta clase que no admiten espera…”

Los serenos o celadores nocturnos

Eran financiados por una “contribución de cada farol de alumbrado”, con la misión de “concurrir a las necesidades particulares en los accidentes imprevistos que se ofrecen a horas extraordinarias de la noche”.

Para cada uno de los ocho cuarteles en que se dividía la ciudad se nombró, además, un “celador”, quien debía cuidar que los serenos cumplieran con sus obligaciones. La ley contemplaba, incluso, la pena de muerte para aquellos que “en el acto del ejercicio de su empleo robasen o hiciesen capa a otros para que lo ejecuten”.

Hacia fines del siglo XVIII el alumbrado de Madrid era cubierto en un 80% por serenos, los que ocupaban buena parte de su tiempo en atender las urgencias e imprevistos de la noche.

En el 1800, en la cuarta de sus Cartas sobre la Policía, Valentín de Foronda insistía en la conveniencia de “establecer Serenos que guarden las calles de noche y estén prontos a hacer los recados que se necesiten”.

Entonces eran un total de 100 y consiguieron reducir, en gran medida, la criminalidad de las calles madrileñas.

Los serenos en América

Había serenos desde finales del siglo XVIII.

Ciudad de México

En 1790 se introdujo el alumbrado y con este los guardafaroleros o serenos, “que velan por la noche […] evitan los frecuentes robos, asaltos, homicidios y otros delitos a que daba lugar la obscuridad”, según se señala en un documento del ayuntamiento de ese año.

Resulta familiar en México la frase “si el sereno de la esquina me quisiera hacer favor”, ya que es parte de la canción tradicional Las mañanitas, la cual se canta de forma generalizada en las fiestas de cumpleaños. Así el sereno fue inmortalizado como el sereno de la esquina.

Santa Fe de Bogotá

Dispusieron de una “junta de policía” desde 1791, cuyos alguaciles fueron bautizados por la población como serenos.

Quito

Se decretó la formación de uno de estos cuerpos al terminar el año de 1799.

Lima

Durante la administración del virrey Gabriel de Avilés (1801-1806), se organizó un cuerpo de serenos en el barrio de Montserrat, ampliándose a toda la ciudad a lo largo del gobierno de su sucesor, el virrey José Fernando de Abascal (1806-1816).

Río de la Plata

El Cabildo de Buenos Aires solicitó en 1805 al Virrey financiar un servicio de rondines que cumpliera el papel de los “celadores o serenos” de las “ciudades grandes y populosas”.

Se pidió por la frecuencia de robos que ponían en riesgo los intereses, y aun las vidas, de los vecinos y de los comerciantes. Sin embargo, la petición no fue acogida y pasarían todavía muchos años para que la ciudad dispusiera de ellos.

Las guerras de independencia

Frenaron la multiplicación de los cuerpos de serenos y el incremento del alumbrado público en Hispanoamérica. Las nuevas autoridades procuraron cimentar cuanto antes una estructura policial que se ocupara de gestionar el aseo y orden urbanos, los escasos recursos impidieron dar prioridad a la organización del servicio nocturno.

Santiago de Chile

En 1833, la intervención del cabo de serenos José Pozo resultó providencial para desbaratar a la que se conoció como la “revolución de los puñales“, destinada a derrocar al presidente José Joaquín Prieto.

La aparente mejoría de la seguridad nocturna en Santiago, impulsó a otras ciudades a apostar por este sistema. A comienzos de la década del 1830 se habían formado cuerpos de serenos en Copiapó, La Serena, Valparaíso y Concepción, ofreciendo una protección que debían financiar los propios vecinos. Sin los recursos aportados por los particulares, el sistema no era sustentable.

España

La figura del sereno se conservó hasta 1977, siendo su tarea guardar las llaves de las casas de los vecinos y mantener el orden público.

Fueron utilizados por la dictadura controlando a la población como posibles testigos de la ‘vida ejemplar’ a la hora de conseguir un certificado de buena conducta, requisito indispensable para obtener, entre otros muchos documentos, el pasaporte.

El último sereno de Madrid, Manuel Amago, se convirtió en confidente y héroe de muchos vecinos. Algunos de los personajes ilustres con los que se encontraba en sus rondas nocturnas, había generales, marqueses y escritores.

Manuel heredó la plaza de sereno de su padre en 1950, cuando tenía 22 años y acababa de llegar a Madrid después de hacer el servicio militar en Salamanca.

“Era duro por el frío, en 1951 cayeron once nevadas y murió mucha gente en Madrid”, señala, recordando el dinero que ganó en su primer día de trabajo: 32 pesetas, “mucho para la época”.

Ataviado con el guardapolvo, la gorra, la pistola y el palo que conformaban el uniforme de sereno y que aún conserva en casa de recuerdo, junto con las llaves de algunos edificios, Manuel recorría la calle atento al sonido de las palmas con las que los vecinos le indicaban su llegada para que les abriera el portal.

“Si nos veíamos apurados, tocábamos el silbato y acudían los compañeros más cercanos”

La vida de los serenos no era nada fácil, pasaban frío en invierno y calor en verano, rondaban en soledad y se enfrentaban a los maleantes del barrio.

El salario de los serenos dependía de las propinas que sus vecinos les daban, por ello muchos de ellos trabajaban en dos empleos.

En Navidades para complementar su salario, los serenos, lecheros, carteros o modistas pedían el aguinaldo a sus vecinos y a cambio les entregaban unas felicitaciones que compraban en las imprentas.

Trabajaban desde las 22:30 en invierno, y las 23:00 horas en verano, siendo su jornada laboral de 8 horas. Durante su jornada laboral, solían tomarse algo en los bares de su recorrido y tenían mucho trabajo porque la gente salía mucho.

No tenían días libres. Si un sereno se ponía enfermo mandaban a un suplente, que pertenecía al cuerpo de suplentes, para sustituirle en su demarcación.

El final del cuerpo de serenos

La profesión de sereno desapareció oficialmente en 1986, cuando muchos de estos empleados se integraron en la plantilla del Ayuntamiento de Madrid formando parte de la plantilla de la Policía Municipal.

El regreso de los serenos

El oficio desapareció casi en su totalidad a finales del siglo xx, pero se recuperó la figura del sereno en algunas poblaciones españolas:

    • El “Programa de Serenos de Gijón“, localidad perteneciente al Principado de Asturias, surgió en el año 2000 como programa de empleo para personas en paro o en peligro de exclusión. Se comunican entre ellos con walkie-talkie y con el grupo WhatsApp serenos. el 70% son mujeres.
    • Galicia, Murcia y el País Vasco también lo han recuperado.
  • En el barrio madrileño de Chamberí, la idea surgió tras realizar una encuesta entre los vecinos del distrito para conocer sus necesidades.

El “sereno del siglo XXI” tiene algunas diferencias con el del siglo anterior. Va uniformado, provisto de un walkie-talkie para comunicarse entre los serenos, un IPad y con un móvil con línea directa con quien contrate el servicio.

Su horario es de 11 de la noche a 6 de la mañana, y estará disponible para “cualquier necesidad de los vecinos durante esas horas”, desde sacar dinero de un cajero, sacar la basura “o simplemente esperar a algún vecino en el portal cuando éste llega de noche a casa”.

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 ¡¡sereno!!

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