Revista Infancia

¡Tómeleee! (Segunda parte)

Por Pingüicas

Al igual que me sucedió hace algunos meses con Pablo y el asunto de su lonchera olvidada (¡Tómeleee! – Primera parte), esta vez fue Pía quien me ha dejado sin palabras.

Fue un suceso realmente insignificante. Si no hubiera estado poniendo atención, posiblemente hubiera pasado completamente desapercibido.

Verán, estaban Pía y Luca preparándose para meterse a bañar. Yo estaba tocando el agua, esperando a que se calentara.

Nuestra regadera parece cuarto de juegos. Hay platitos, vasitos, jeringas, botellas vacías de shampoo, carritos y muchos otros juguetes. De alguna manera, la regadera se ha convertido en el lugar “oficial” de todos estos triques. Uno de estos vasitos se llenó del agua que estaba cayendo. Pía metió la mano, agarró el vasito y lo llevó hasta la coladera del otro lado del baño.

―Vamos a echarle agua a la coladera para que no huela feo.

Me dio mucha risa porque la coladera no olía a nada. ¿De dónde había sacado eso?

―¿Quién te dijo que hay que echarle agua a las coladeras para que dejen de oler feo, mi amor?

―Abu lo dijo. Yo la escuché.

De repente se paró, fue hacia mí y me jaló de la mano para que me agachara. En secreto, me dijo: “Los niños tenemos oídos, pero a veces, los grandes no lo saben”.

¡Tómeleee!

Completamente muda… así es cómo me dejó. Menos mal que sólo estábamos hablando de una coladera. Lo único que se me ocurrió decirle fue:

―¡A bañar, el agua ya está lista!

¿El agua ya estaba caliente? No lo sé. Lo único que podía hacer en ese momento era un esfuerzo por intentar recordar todo lo que  yo había estado diciendo en los últimos días.

Sin duda, ese momento marcó un “antes” y un “después” para mí. Gracias, Pía, por revelarme el secreto. Ahora pienso dos veces antes de abrir la boca.

Como dije… ¡tómeleee!


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