Revista Cultura y Ocio

Tópicos sexistas. El feminismo radical

Publicado el 16 marzo 2012 por Gonzaloalfarofernández @RompiendoV
Sirva este artículo de preámbulo a una serie que titularé tópicos sexistas y que tendrá por objeto denunciar esa creciente y peligrosa radicalización del feminismo que está tomando un sesgo cada vez más extremista y androfóbico.
   Como habrá mal pensados (y especialmente mal pensadas) que se preguntarán por qué no también unos tópicos sexistas sobre el machismo, les respondo de antemano. No lo hago por la sencilla razón de que las consecuencias del machismo son de sobra conocidas y sería redundancia insistir en ellas. Ahora lo que dicta el sentido común es advertir del nuevo peligro que nos amenaza, lo que alguien con mucho tino ha bautizado como feminazismo, movimiento que es al feminismo lo que el estalinismo a la izquierda o el fascismo a la derecha.
   Así que viene a ser, para entendernos, el reverso de la peor versión del machismo recalcitrante y misógino.
   Desgraciadamente, este fenómeno de las suplantaciones es un viejo conocido, pues no hay reivindicación ni revolución comenzada por una causa justa a la que no se haya sumado, para abanderarla y apropiársela, la canalla de turno. La historia nos da mil lecciones al respecto.
   Las feminazis no persiguen la igualdad de derechos que con justicia reclaman las feministas, sino el acoso y derribo del sexo masculino, que es cosa bien distinta. Y paradojas de la vida, en lo único que pretenden la igualdad es donde le es imposible alcanzarla. Deben pensar las infelices que la madre Naturaleza somete sus leyes a los arbitrios humanos.
   Háganme caso, mal negocio hacen consintiendo sus atropellos, pues no hay mayor necedad concebible que luchar contra una injusticia para imponer otra.
   Lo único bueno de su radicalización es que al fin se les ha visto el plumero. Quiero decir el plumaje, a estas pajarracas. Durante muchos años han camuflado su androfobia en la causa feminista, pero ya la gente sensata se ha olido el percal y a estas alturas sólo consiguen nutrir sus filas de mujeres malvadas y deficientes mentales que les dan pábulo. Que siguen siendo, por desgracia, todavía demasiados y demasiado poderosos algunos. Y digo esto porque la feminazi que lucha por castigar al hombre puede ser tonta o malvada, una de dos, si no ambas cosas, pero de lo que no cabe duda es de que el hombre que la apoya ha de ser por fuerza rematadamente idiota, que sabido es que sólo los tontos tiran piedras en su propio tejado.
   Si les digo la verdad, lo que me desconcierta es la postura de las feministas, que se han dejado hacer la cama sin protestar, permitiendo que tomen su defensa semejantes desalmadas. Displicencia o ingenuidad gravísima, que equivale a que los hombres de bien delegaran, para defender sus derechos, en una pandilla de chulos de playa machistas, perversos, acomplejados y misóginos. Sencillamente, no es de recibo.
   Qué quieren que les diga, sus acciones –y sobre todo sus intenciones- las delatan, pues quienes luchan contra un mal para imponer otro demuestran que no tienen ni grandeza de espíritu ni espíritu de justicia, sino maldad e interés puro y duro. Son como los pobres que roban a los ricos para quedarse con sus caudales, sin pasárseles por la cabeza las teorías de la distribución de la riqueza.
   Miren ustedes, jamás con odio se construyó nada hermoso ni duradero. ¿Tan difícil es entender que lo que no se fundamenta en la justicia no puede traer nada bueno? Hasta que la ética no rija los destinos humanos aquí no habrá paz ni estabilidad posible. Las injusticias se vencen finiquitando las causas que las originan, no lanzándose a una despiadada venganza que no hace sino generar más odio y traumas. Y estas feminazis no pretenden sino imponer un régimen de terror donde el hombre sea tratado como un ser estigmatizado, saltándose a la torera los principios más básicos de los derechos humanos. Quieren expiar la culpa histórica con una Inquisición Ovárica. Juzguen ustedes mismos el disparate…
   Si creen que exagero, léanse todas sus reivindicaciones y échense a temblar. Si se salieran con la suya más nos valdría apresurarnos con la colonización de Marte.
   Pero vamos a lo nuestro. Puesto que las feminazis esgrimen la palabra machista para todo el que no comulga con su doctrinario, sería conveniente definir lo primero el vocablo en que tanta saliva gastan.
   Y fíjense qué curioso que el término machismo no da lugar a muchas interpretaciones, pues resulta que sólo tiene una acepción y es bien fácil entenderla: “Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.” Ni más ni menos. Es decir, la actitud de las feminazis pero a la inversa. Así que el resto de acepciones se las han sacado de la manga. Al menos hay que reconocerles que imaginación no les falta, visto que pocos se han librado de ser acribillados con dicho término por sólo respirar. Háganse una idea de si lo han tergiversado a conciencia.
   Sí, estas feminazis son especialistas en sacarle a todo punta para ensartar el sentido común, hasta hacer de un gesto de educación, una palabra cortés o un juicio empírico signos machistas. Vamos, que rizan tanto el rizo que lo hacen trenza y la acción o el comentario más inocentes lo tuercen y retuercen hasta rebozarlo de más ismos despectivos de los que caben en el diccionario. Son las mismas que la tienen ahora tomada con el idioma y que con el cuento de la invisibilidad están haciendo recuento de las muchas sandeces que caben en cabeza humana. Tanto que uno, con la mejor intención del mundo, les aconsejaría a algunas que bien les convendría ser invisibles de verdad por aquello de que más vale parecer tonto que hablar y demostrarlo. Porque es cierto que el idioma es un ente vivo, y justo es que se adapte a los nuevos tiempos poco a poco, sin discriminar en su lenguaje a las mujeres, pero de ahí a pisotear la gramática sin respetar reglas y tiempos, a las bravas, desde la más supina ignorancia, queriendo sentar cátedra quienes confunden el género gramatical con el sexo biológico (violencia de género y expresiones por el estilo lo demuestran), es pasarse de la raya. Que no es culpa del idioma que algunas piensen que el genérico es por el género, éste por el sexo y de ahí deduzcan que es lícito acusarlo de misógino, instando a la rebelión idiomática y tachando de machistas –faltaría más-, a quienes se ciñen al buen uso del idioma que ellas desconocen. Hasta tal punto llega la necedad de algunas que cualquier día llevarán a los tribunales a las comas por exhibir machistamente el rabo y a la j de cabeza al Tribunal de Estrasburgo como símbolo del machismo aberrante, alegando que la forma del cuerpo curvada es femenina y ese punto arriba es un testículo amenazante y opresivo.
   Qué quieren que les diga, los extremismos son todos malos. Y en el adoctrinamiento brutal del feminazismo queda patente su intención, que de la agresividad verbal que usan a la penal que pretenden sólo hay un paso. ¡Ay del que se oponga a su criterio e insista en ver negro lo negro y afirmar que dos más dos son cuatro! Que si azul y cinco son las respuestas que desean, machista es quien diga lo contrario y el paredón merece. Sin juicio previo. Por sus santos ovarios.
   Y miren que me temo que detrás de este dislate no hay sólo odio sino también complejo. Ese maldito complejo de inferioridad que arrastran algunas aun cuando todavía nadie ha explicado de forma convincente con qué instrumentos se mide la superioridad. A ver si se enteran de que una cosa son las diferencias y otras las categorías. Y así como algunas diferencias son tan evidentes que hasta un ciego, palpando, puede corroborarlas –ni la lija adoctrinante puede limar la fisiología- en cuanto a la capacidad intelectual la cosa es muy discutible, habiendo opiniones para todos los gustos. Yo, personalmente, he conocido a un puñado de hombres y mujeres brillantes y un gran número de necios de ambos sexos.
   Ahora bien –vaya el primer puyazo gratuito y con muy mala uva para estas irritantes e irritables feminazis-, así como no se puede afirmar que el hombre es más inteligente que la mujer, sí se puede afirmar sin posibilidad de error que la mujer no es más inteligente que el hombre. La prueba es que el noventa y nueve por ciento de los grandes inventos y obras maestras –intelectuales, artísticas y científicas- han surgido de una mente masculina. Así que digo yo que no seremos tan tontos ni salvajes como nos pintan las susodichas…
   Que sean felices…

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