Revista Cultura y Ocio

Tragarse las palabras – @_vybra

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Sé que llegará el día. Lo sé.

El día en el que, de repente, la pregunta que nadie sabe cómo responder saldrá de tus labios y hará que un suspiro salga de los míos.
Me mirarás con esos enormes ojos marrones y el tiempo se detendrá en ese mismo instante en el que notaré caer sobre mi cuerpo toda la responsabilidad que sentimos las madres a la hora de querer hacer, y decir, lo correcto.

Ese día llegará, lo sé, y esto tan solo es un absurdo ensayo para intentar estar preparada. Unas líneas en las que pretendo encontrar, para ambas, la mejor manera de enfrentarse a la vida.

Sonríe, siempre sonríe. Dicen que la sonrisa abre cualquier puerta, pero yo pienso que lo que abre realmente son las almas. Sonríe, pero no una sonrisa de esas forzadas que parecen llenas de ira y burla contenidas. Hazlo, desde dentro hacia fuera y con la fuerza de quien decide firmar una tregua, incluso antes de que estalle la guerra.

Del mismo modo, llora. Libera en cada una de sus gotas el dolor que sientes y que no te importe parecer débil y mucho menos boba. Suéltalo, llora. Que las lágrimas se lleven el rencor que empieza a nacer en tu corazón cual ponzoña, que arrasen con cada instante que te sientas vencida y que al abandonarte te concedan el regalo que supone caer rendida en un dulce sueño.

Sueña mi princesa, pero hazlo mejor despierta, ya que lo que soñamos dormidos apenas se recuerda. Hazlo, a deshora y todo el tiempo, dándole vida a ilusiones y deseos. Disfruta de la locura de imaginar a un mimo imitando a funcionarios mientras haces cola en Hacienda. También, imaginando, llena el mundo de unicornios ejerciendo de perros guía, de hadas que silban posadas en los árboles, de señales de tráfico que cobran vida recitando poesía y de bailarines que vencen a la tristeza y la rutina con su coreografía.

Baila, sin música y en su compañía. Hazlo sin importar que te miren o te juzguen, haz que cada paso que des sea armonía. Baila cuando estés contenta, pero sobre todo cuando la tristeza todo lo cubra, y no olvides danzar para sentirte libre en mitad de la multitud que pretende que pases desapercibida. Y, de nuevo, sonríe cuando sus miradas te juzguen y te crean, erróneamente, enferma de locura.

Equivócate, cada día. No importa. Coge cada uno de mis errores, multiplícalos por diez y comételos todos y cada uno de ellos. Y repite, repite las veces que quieras cada fallo cometido y no pretendas transformarlos en aciertos. Cáete, resbala y tropieza, que no hay nada que nos haga sentirnos más humanos que la torpeza.

Escucha, no oigas y aprende la diferencia entre ambas cosas. Escucha por igual al joven y al anciano, al catedrático y al analfabeto, al cuerdo y al loco y, sobre todo, aprende que casi nadie es como se le etiqueta y que es posible que el joven sea más sabio que el anciano, que el catedrático reciba lecciones del analfabeto y que el loco sea quien dote de razón al cuerdo.

Aprende, empápate de todo lo que la vida nos ofrece y que ni un solo detalle pase ante tus ojos desapercibido. No estudies si no quieres o elige una carrera y déjala el segundo año si es lo que te apetece. Empieza otra o monta un negocio de paraguas en la única ciudad donde nunca llueve.

Enamórate, cada día. De la danza de la lluvia con las hojas, de los rayos de luz que atraviesan la persiana y sedúcelos decorando la pared con las figuras que tus manos transforman en sombra. Enamórate de la brisa que te acaricia, de la luna llena, de la sonrisa de un niño, de la mirada del anciano, de las baguettes recién hechas y del olor a café y a mandarinas.

Empatiza, esto es fundamental. Hazlo con quien habla, pero también con quien calla, no te mofes de las lágrimas ajenas ni restes un ápice de importancia a lo que para ti sería una anécdota, pero a otra persona le desgarra el alma.

Hazte respetar y respeta, por complicado que a veces nos resulte hacerlo. Respeta al errado tanto como al que acierta, al que habla en silencios y al que nada dice con sus palabras. Valora lo que te dan y no exijas lo que no te entregan. Serena a quien grita y acepta la calma de quien pretende silenciar tus gritos.

Pero, mi vida, que todo esto sea recíproco o, de no serlo, aleja de tu vida a todo aquel que no entendió tu debilidad y ejerció sobre ella su fortaleza; a quien exige, pero no entrega y a aquellos que pretendan imponer sus cojones por encima de tus razones.

Discúlpate cada vez que te equivoques o dañes. Aprende que tragarse las palabras no es ninguna derrota y que quien se disculpa le da paz a quien ha sido ofendido y se la otorga a sí mismo.

Ama, con todo el alma y sin olvidar las entrañas. Ama con locura mirando de reojo a la cordura y atesorando cada instante en que la piel reacciona con frío al calor de unas manos que acarician. Ama sus virtudes y construye un lecho cómodo para sus defectos, crece al lado de quien ames y alégrate de cada uno de sus éxitos. Quiere a quien se fue, guardando como un tesoro los recuerdos, y no cierres la puerta a quien se asoma para crear juntos unos nuevos. Ama… Una vez, diez o mil veces, porque amar es ser feliz, aunque a veces el dolor interfiera y oculte tus sonrisas dotando a tus pupilas del brillo de la tristeza.

Llegará el día, lo sé, en el que me preguntarás cómo vivir la vida del modo correcto. Y hoy, cuando aún quedan años para que llegue, me doy cuenta que tras escribir todas estas líneas lo único que te diría es que la vivas.

Vívela, solo eso. Disfrutando tanto de cada acción como de su consecuencia. Vive como quieras, yo no puedo aconsejarte el modo correcto porque, al fin y al cabo, yo aún estoy aprendiendo a hacerlo.

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