Revista Opinión

Trajes de comunión: mí primera pasarela, mí Primera Comunión (*)

Publicado el 18 mayo 2017 por Alberto Garcia @ensurincon

el villano arrinconado, humor, chistes, reir, satira, Primera Comunión

Primera Comunión: ellas, ellos y una niña de 1920.

Ni son trajes baratos, ni se hacen en casa, ni los tejidos son económicos. Es moda de alta calidad y cuidado diseño para un momento tan importante, tan religioso, tan cristiano, como es la Primera Comunión. Vivir un día tan especial, con un traje especial, hace todo más especial y nos convierte en especial… a los ojos de Dios.
Los trajes de comunión siguen apostando por los modelos clásicos pero actualizados, además de haberse incorporado nuevos atuendos. También han desaparecido algunas indumentarias, excesivamente religiosas y austeras para el gusto actual, nos referimos a disfraces de monjas para las niñas y monjes para los niños. Incluso el ostentoso crucifijo o el engorroso rosario, tiende a desaparecer... igualmente el misal. Menos es más, también en lo religioso.


En los trajes de almirante de gala se eliminan los fajines y las suntuosas charreteras doradas con botones a juego, pero se mantiene el cordón, escudo y galones. Los de marinero están olvidando el clásico rayadillo azul y apuestan con fuerza por colores lisos, con un contundente toque azul marino en peto y puños. Incluso la clásica gorra de marinero está declinando, pero el ancla bordada y el silbato se mantienen.
En niño, los complementos no pasan de unos simples zapatos. El silbato y los gemelos no se considera complementos, sino parte del traje. Relojes y móviles se juzgan prescindibles.
Para ellas el vestido es una mezcla de novia, pastorcilla, princesa o infanta. Predomina el color blanco que se realza con fajines, volantes, flores, encajes, lazos y vainicas. Todos ello muy complejo de poner, llevar y soportar. Si en los niños los complementos son circunstanciales, para ellas son esenciales.
Todo vestido de niña que se precie se debe complementar con diademas, prendedores, velos, coronas, limosneras, guantes, chaquetas, cancanes y ramos. En ellas el complemento marca la diferencia. Si van de princesa, cuanto más complementos mejor… o parecerá una rústica pastorcilla, una plebeya.
En los últimos tiempos, más laicos e informales, los llamados “trajes de calle” están marcando la tendencia. “Más allá de los clásicos vestidos”, como dicen algunos fabricantes. El niño ya no quiere ser almirante o marinero, prefiere ir de ejecutivo con traje, pañuelo de bolsillo, corbata o pajarita. Los padres progresistas, gustan más de chaquetas de fantasía que complementan con pañuelos o fulares. Para ellas, los modistas más liberales apuestan por la igualdad de género en los trajes de chaqueta en corto o en largo. Ni novias, ni pastorcillas, ni princesas, ni infantas… también ejecutivas.
(*) La persona que suscribe este post, realizó su primera comunión –sin saber muy bien el motivo del traje­– en sandalias, vestido de fraile, con rosario y crucifijo a juego. Eran tiempos más clásicos y más píos.

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