Revista Cine

‘trance’: los juegos mentales de boyle

Publicado el 06 junio 2013 por Cintasperdidas @cintasperdidas

Trance_Póster

trescintascopia

Tres años más tarde de su última película, 127 Horas, Danny Boyle vuelve a la acción con Trance, un trabajo cuidado, medido e hipnótico. Su excelente puesta en escena, acompañada por un guión lleno de entresijos capaces de deambular por varios niveles de narración, llena este filme de potencia y concepto, acercándose en modo y forma al cine negro. Un placer visual que comienza pareciendo algo que no es y termina siendo un resultado eficiente y entretenido a pesar de sus enredos y sus giros, algunos buenos, otros exagerados.

Un empleado (Simon) que trabaja en una casa de subastas planea un golpe a un valioso cuadro. Asociado con un grupo criminal a los que intenta engañar, recibe un golpe en la cabeza que le hace olvidar todo lo sucedido. El jefe de este grupo contrata a una terapeuta especializada en hipnosis para que Simon logre recordar dónde dejó la obra de arte robada. A partir del momento en que comienza su tratamiento, la película toma una nueva dimensión donde la infinidad de trucos y artimañas consiguen introducir los juegos conceptuales de su director y donde lo que menos importa es la ilegalidad. Lo que más importa es la mente.

Trance 1

La mano de Boyle, responsable de grandiosos proyectos como Trainspotting o Slumdog Milloinaire, se nota en cada vuelta de una historia que por momentos se acerca a la locura y al fiasco. La película está protagonizada por un excelente James McAvoy (El Último Rey de Escocia, Wanted y X-Men: Primera Generación), por una sensual y misteriosa Rosario Dawson (Sin City y Death Proof) y por un firme Vincent Cassel (Cisne Negro), que no logra desprenderse de su afrancesado parecer.

Este trío de actores funciona. En parte porque sus buenas interpretaciones logran sumarle un plus a la trama, en parte porque ésta misma hace recordar a películas como Origen o Memento. Además, los personajes de Dawson, que logra convertirse en la bisagra perfecta para engañar continuamente al espectador, y de McAvoy, que con su humanidad y su apreciación sensitiva aporta fuerza, cierran un carrusel de energía y carácter.

Hipnosis, trance, memoria, recuerdo. El universo del subconsciente y de la memoria se enaltecen cuando la hipnosis entra en juego. Aquí, los innumerables e injustificados giros de guión se acentúan hasta dejar al espectador algo perdido, envuelto en los constantes juegos de su director. Ansioso por desorientar a su público, retoma un largo y fino hilo que conecta cabos y señales gracias a otro (sí, otro) giro, en este caso, aclarador. Sumado a esto, la infatigable historia de amor, que como siempre es causa y consecuencia, complica y enreda hasta llegar a un éxtasis necesario.

Trance 2

En una Londres moderna y ostentosa, Trance se maneja como una delicia visual. Su cuidada fotografía eleva el suspense y la acción de una película donde el círculo cromático gira de una manera tan excepcional como intencionada. De gran poderío óptico resultan las escenas con preponderancia de rojo, azul, amarillo y verde. Aún así, siempre queda espacio para unos tonos grises, blancos y negros que enseñan cómo deben de ser utilizados. A pesar de los forzados time-lapse que pretenden embellecer la ciudad, el resultado técnico termina siendo óptimo y envidiable.

Trance, exquisita y jugosa, logra ordenar todas sus vueltas para dejar al espectador con un excelente sabor de boca. Entretenida, inteligente e ingeniosa, a pesar de los excesivos juegos de su director, la película goza de una forma de ser narrada que profundiza en el ser humano y que suscita un suspenso conceptual divertido e interesante. Al cine.


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