Revista Infancia

Tres cerebros, un solo niño.

Por Mamapsicologain @mamapsicologain

Reptiliano, límbico y cortical, tres cerebros integrados y un solo niño que debe aprender manejarlos. Hoy te acerco a la teoría de los tres cerebros para que puedas comprender un poco más a tus hijos.

Siempre he apostado por una premisa: conocer para comprender, comprender para educar. Conociendo un poco más sobre las estructuras que gobiernan nuestro ser entenderemos por qué no se puede razonar con un bebé hambriento o con un niño inmerso en una rabieta, entenderemos también por qué es tan importante la educación emocional o por qué hay que educar nuestra atención y nuestra capacidad de planificación. Hoy te hablo sobre esos tres cerebros que nos ayudan a reaccionar, a sentir y a pensar.

Tres cerebros, un solo niño.

Los tres cerebros de los que te hablo en este artículo son esos tres tipos de cerebros que tenemos tanto los adultos como los niños. Tres cerebros integrados, superpuestos y unidos, resultado de millones de años de evolución. Estos tres cerebros, integrados en uno solo, dentro de una única persona (dentro de ti, de mi, de tu hijo o de los míos) explican cómo nuestro cerebro reacciona a determinados estímulos, modula emociones o planea acciones.

Los tres cerebros del niño, los explica también el Dr. Álvaro Bilbao, en su libro El cerebro del niño explicado a los padres, un libro muy recomendable del que pronto encontrarás una reseña en este mismo blog.

La teoría de los tres cerebros fue definida por primera vez por el célebre neurocientífico Paul Mac Lean quien distinguió tres niveles en la estructura cerebral: un cerebro primitivo o reptiliano, otro límbico o emocional y por último el cerebro cortical o racional.

Veremos qué es lo que hace o controla cada uno de ellos y por qué es importante saberlo para entender por qué se comportan del modo que lo hacen nuestros hijos o nosotros mismos, en función de qué cerebro haya tomado las riendas en cada momento. Cuanto más pequeños son los niños más profundas son las estructuras cerebrales que tienen el control.

El cerebro primitivo o reptiliano.

Se trata de la estructura cerebral más antigua, una parte profunda del cerebro encargada de las funciones vitales como por ejemplo respirar o permitir el latido del corazón, funciones automáticas que no requieren de nuestra atención.

Es el encargado de sentir hambre, frío, calor y de lanzarnos a la acción para calmar estas sensaciones. En el caso de los bebés cuando sienten alguna de estas necesidades lloran desconsoladamente buscando calmar estas sensaciones molestas, por eso no es efectivo razonar con ellos en estos momentos porque la parte que controla su conducta es muy primitiva y nada racional. Para calmar su llanto debemos ofrecerles consuelo ya sea alimentándolos, acariciándolos, ayudándoles a conciliar el sueño, ... rápidamente desaparecerá el malestar y cesará el llanto producto de esas sensaciones incómodas o molestas que capta el cerebro primitivo.

El cerebro límbico o emocional.

Es una zona intermedia del cerebro, que apareció con los primeros mamíferos, encargada de las respuestas emocionales.

Es el cerebro que siente amor, odio, celos, angustia, miedo. Es el cerebro que nos motiva, que nos impulsa o ilusiona., pero también el que nos nubla la razón y se apodera de nuestro cerebro racional si no lo sabemos controlar.

Hay que educar las emociones para poder sentir y pensar, pensar que no todas las reacciones son buenas y que no hay que dejarse llevar por la rabia, la frustración o los celos, pero tampoco por una excesiva alegría. Debemos controlar impulsividad y eso lo podremos hacer gracias a nuestro cerebro racional.

El cerebro cortical o racional.

La estructura más reciente, la más nueva, la que nos hace ser animales racionales, donde se encuentran las funciones más complejas como el lenguaje, la atención, la planificación, ...

Es el cerebro creador, creativo. Es el cerebro que lee o escribe, el que imagina, el que juega. Es el cerebro que pinta o esculpe. Es el cerebro que nos hace humanos, el que recuerda y aprende, el que prevee consecuencias y propone alternativas.

Tres cerebros, un solo niño.

Durante los primeros años de vida el cerebro primitivo y el emocional son los que guían a nuestros pequeños, son quienes toman las riendas para permitirle la supervivencia. Gracias a ellos nuestros hijos son capaces de llorar desconsoladamente para pedirnos que les alimentemos, aseemos o abracemos. Gracias a su cerebro emocional no se aleja demasiado de nosotros por miedo a perdernos, aprende a sentirse querido y a querer, desarrolla su capacidad empática, pero también se siente perdido y celoso si aparece de repente mamá con un nuevo hermano.

A medida que nuestro hijo va creciendo y desarrollándose también lo hace su cerebro más racional, las estructuras cerebrales del neocórtex van cobrando mayor importancia, nuestro hijo aprende a hablar, aprende a relacionar, a pensar, a imaginar.

Es alrededor de los tres años cuando esta última estructura cerebral cobra mayor importancia, pero eso no significa que las demás estructuras queden en un segundo plano, solo que va aprendiendo a controlarlas. Nuestro hijo seguirá necesitando mucho afecto, caricias y besos, achuchones y cosquillas, necesitará que le enseñemos a modular su reacción ante el enfado y la frustración para conseguir que el cerebro emocional o límbico no colapse al racional. Necesitará modelos a seguir, necesitará guías, pautas de comportamiento que le ayuden a aprender cómo reaccionar, y eso lo aprenderá de ti con su cerebro racional, el cerebro que piensa, que planea y actúa meditando las consecuencias.

Referencias bibliográficas:

    El cerebro del niño explicado a padres. Dr. Álvaro Bilbao. Ed. Plataforma actual.
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