Revista Cultura y Ocio

Tres noches

Publicado el 29 noviembre 2013 por Bibliotropismos

Ya he comentado en este mismo espacio en más de una ocasión que no poseo un criterio bien definido a la hora de seleccionar mis lecturas. Los motivos por los que me muevo para elegirlas van cambiando constantemente. Ahora bien, y en esto de momento me mantengo firme, no suelo leer ni los libros cuyas reseñas ocupan varias páginas en los suplementos culturales, ni aquellos en cuyas cubiertas aparecen una faja o pegatina con la leyenda “la mejor novela del año”, “una novela inolvidable” o membretes similares. Entre tanta avalancha de novela “exprés”, aquella que se encarga, se escribe, se imprime, se publicita, se compra, se retira, y se destruye en cuestión de escasos meses, suelo fijar mi atención en las recomendaciones que hacen los escritores que suelo leer y cuyo criterio se encuentra totalmente alejado de cualquier interés comercial o lucrativo. Al contrario que las anteriores, estos libros suelen ocupar un espacio muy pequeño en los suplementos literarios, y prácticamente pasan inadvertidas. Así de ese modo reparé en Tres noches del escritor norteamericano Austin Wright (1922 - 2003), en la que a partir del  recurso de una novela dentro de la novela, nos presenta un apasionante e intrigante trhiller psicológico al tiempo que nos enfrenta a los lectores ante el espejo de nuestros propios temores e indecisiones, mostrando el siempre irresoluto conflicto entre corrección y acción.
Aunque esta novela la publicó el año pasado Salamandra fue editada originariamente en 1993 en Estados Unidos bajo el título de Tony and Susan, título que continuo manteniendo la edición española de 1994 en la colección Áncora y Delfín de la editorial española Destino. Desconozco lo motivos que han llevado a Salamandra a cambiar el título de la novela, quizás para evitar confusiones al lector cuyo título original puede a inducir a pensar que se trata de una relación amorosa o profesional entre ambos, hecho éste bastante alejado del verdadero argumento.
TRES NOCHES
No me merecen la menor consideración las críticas de los libros que no son más que un largo resumen de la novela en las que no hay ni opinión ni juicios literarios, sin embargo en este caso creo que es necesario hacer una breve síntesis del argumento para quienes todavía no la hayan leído y así poder entender con mayor claridad su compleja estructura narrativa y cuáles son los nexos de unión entre Tony y Susan.
Susan Morrow, una mujer de mediana edad casada en segundas nupcias con un cardiólogo de cierto prestigio e instalada en una confortable y burguesa vida, recibe por sorpresa el original de una novela escrito por su primer marido, pidiéndole que lo lea y le dé su opinión en vista a un presumible encuentro con él unos días después. Aprovechando un circunstancial viaje que su actual esposo, Arnold, debe emprender, Susan se sumergirá durante las tres noches que el título en español destaca, en la historia escrita por Edward Sheffield, primero, con desconfianza, y luego, con la avidez que posee un lector totalmente absorbido por una novela. La novela en cuestión se titula Animales nocturnos, y relata la historia de Tony Hastings, un profesor de matemáticas dueño de la tranquilidad y el fuerte grado de civismo que la profesión exige, pero que, inopinadamente, se ve forzado a ingresar en un mundo desesperante, loco y trastrocado durante un viaje a la casa de veraneo en Maine, en el que asiste petrificado al secuestro de su esposa Laura y su hija Helen a manos de tres desalmados cuya peligrosidad le resulta, al principio, insospechada y termina en una agobiante espiral de muerte, persecución y venganza que transformará de forma irremisible la vida de Tony y le hará descubrir aspectos desconocidos de su naturaleza. Hasta aquí el argumento de Animales nocturnos.
TRES NOCHES
Pero Tres noches no sólo es una novela policiaca, es mucho más que eso. Desde ese espeluznante y atroz crimen la trama argumental va tomando espesura y complejidad, se va llenando de encrucijadas, abundando en bifurcaciones, y poblándose de disyuntivas, y todas esas alternativas conciernen a posiciones morales y a modos de conducta. De ese modo, vamos descubriendo la psique interior Susan Morrow y de Tony Hastings, dos personajes literarios pero que se mueven en planos narrativos diferentes. Tony y Susan no coinciden en la realidad, sino en la ficción, pues recordemos que Tony es el personaje del manuscrito que está leyendo Susan. Así, el autor logra superponer dos niveles de lectura bien diferentes a partir de una compleja e intrincada estructura en la que nos encontramos la historia “real” protagonizada por Susan con sus recuerdos, sus temores, sus tribulaciones, y que aparentemente no es más que una especie de escenario para la historia de venganza con ciertos giros detectivescos que tiene como figura principal a Tony. Cada sección del libro es un ir y venir entre un momento narrativo y otro: el lector lee la novela de Edward a partir de los ojos y las acciones de Susan, por lo que cada capítulo de Animales nocturnos está filtrado por interrupciones en la lectura:
“Susan Morrow lee hasta que llega a un punto y aparte. Las has matado, Edward, piensa, has seguido adelante y lo has hecho. La mera idea le resultaba insoportable. Compartía la estupefacción de Tony, como si no lo hubiera visto venir. Un crimen horriblemente triste, aunque sepa que se habría sentido decepcionada si después de haber llevado las cosas tan lejos éste no se hubiese producido.”
Y más adelante dice:
“Página siguiente: SEGUNDA PARTE, sobre una hoja blanca. De modo que ha sido una primera parte lo que hemos estado leyendo, para darle forma a Tony, como quien pone algo en un molde. Y ahora, ¿qué sigue? Sea lo que sea, resultará diferente, lo que supone un riesgo para Edward, como empezar de nuevo.”(Cap. 11 p. 98)
Y así se va haciendo lectura al  narrar, incluyendo en ella como piezas decisivas del artificio las aportaciones del lector, es decir, de Susan, que a menudo coinciden con las nuestras. Mientras, Tony se hunde más y más en lo que termina siendo un thriller totalmente cautivador que captura la atención de todos sus lectores.
Por lo tanto, novela dentro de la novela pero también introspección: Susan teme y por ello va posponiendo desde el momento que recibe el manuscrito enviado por Edward, que éste contenga trampas, mensajes subliminales, hasta una sesgada venganza de parte de quien fuera su primer marido, dado que la relación entre ellos terminó de la peor manera, no resultando un dato para obviar que durante sus primeros años de convivencia fuera la literatura un obstáculo que no pudieron o no supieron superar.
La “novela” de Susan nos cuenta sus estados de ánimo a medida que avanza en la lectura de Animales nocturnos, en breves trazos reconstruye su pasado –haciendo hincapié en lo sentimental- y nos muestra cómo la tranquilidad de su rutinaria vida esconde miedos así como los problemas irresolutos de la relación que mantiene con su actual marido, Arnold.
Por otra parte, como hemos dicho anteriormente, Tony solo es un personaje del libro que Susan está leyendo. Sin embargo, poco a poco y sin apenas percibirlo, nos vamos poniendo en la en la piel de Tony, y empezamos a compartir sus indecisiones, a pensar en lo que haríamos nosotros en su lugar. Este es un hecho del que apenas podemos escapar.  El autor desafía a su personaje, pero también al lector, porque las situaciones a las que se enfrenta son de todo menos fáciles. Pero además, Tony también tiene un conflicto de casi iguales características que las de Susan,  sólo que, en lugar de ser interior y ligarse a cierta desazón propia del transcurrir de los años, tiene una razón concreta, ya que el peso de la culpa carga sobre sus espaldas pues ese civismo que le caracteriza no es más que una inconcebible cobardía e inacción ante los secuestradores. Todo podría haberse evitado si él hubiera superado sus límites y si, por una vez en su vida, hubiese actuado.
Como vemos Tres noches es una novela psicológica pero la novela que lee Susan, Animales nocturnos, es claramente una novela policiaca, aunque no sea una novela al uso. Cuando uno lee una novela de este género, espera encontrar una serie de pistas que terminan encajando para descubrir un secreto o inculpar a un sospechoso. Pero Tres noches, no. Tiene elementos propios del género, sucesos, persecuciones, interrogatorios; no obstante, también se burla de algunos puntos clave, como narrar al final de la primera parte lo que otros se reservarán para el desenlace. Demuestra valentía, maneja los hilos con inteligencia y tiene perfectamente delimitado lo que quiere contar en cada momento, esto último se percibe claramente en la segunda parte, cuando alterna capítulos centrados en la introspección con capítulos dedicados a la acción.
En cuanto al otro género que domina Tres noches, la metaliteratura, podemos destacar que Wright no pretende alardear de sus conocimientos, que los posee como profesor universitario de literatura que fue, sino que los camufla en una buena técnica y no cae en la pretenciosidad. Sabe que el lector quiere una historia fácil de leer y que lo atrape, y le da exactamente eso, aunque con un trasfondo suculento que la sitúa por encima del entretenimiento superficial.
Aun así, Wright tampoco desperdicia la oportunidad de reflexionar sobre la escritura. De hecho, su esquema narrativo incluye deliberadamente una perspectiva crítica sobre la creación literaria:
“En una ocasión le preguntó a Edward por qué quería escribir. No por qué quería ser escritor, sino por qué quería escribir. Sus respuestas eran diferentes cada día: Es un alimento para mí. Escribes porque todo muere, para salvar lo que muere. Escribes porque el mundo es un caos en el que sólo puedes ver cuando trazas un mapa con palabras. Te fallan los ojos y escribir es como ponerte las gafas. No: escribes porque lees, para rehacer a tu modo las historias que hay en tu vida. Escribes porque tu mente es una confusión de ruidos y abres una senda en ella para orientarte acerca de ti mismo. No: escribes porque estás encerrado en la cápsula de tu propia cabeza. Envías sondas a otras personas que están en sus cápsulas craneales y aguardas una respuesta. En fin, la única forma de mostrarte por qué escribo es mostrarte lo que escribo, para lo cual no estoy preparado.”Cap. 3 del Primer Interludio p. 140
 […]
Piensa: si la escritura es la adaptación del pensamiento al lenguaje, todo el mundo escribe. Distingue: las palabras que se dispone a pronunciar son habla, no escritura. Las palabras que no están destinadas a pronunciarse son ensoñación. Si Susan es una escritora, lo es a causa de otras palabras, que no son ni habla ni ensueño: palabras como estas de ahora: su costumbre de generalizar. Su modo de fabricar reglas y leyes y descripciones de las cosas. Lo hace constantemente, envolviendo sus pensamientos en palabras almacenadas para uso ulterior. Hace otra generalización: es guardar palabras para emplearlas después lo que constituye la escritura.Cap. 1  del Segundo interludio p. 227 – 229
Página tras página, avanzamos hacia el final, un final que sorprenderá más a unos que a otros; un final que decepcionará a unos y satisfará a otros, pero en los que todos coincidirán, y creo no equivocarme al afirmarlo, es que no sólo no dejará indiferente a nadie sino que apenas unos minutos después de haber terminado el libro, tras haber leído la última palabra, nos invadirá un fuerte e inexplicable sentimiento y durante un instante, sólo pensaremos en todo lo que acabamos de leer; será en ese momento cuando volvamos a mirar la portada y sonreiremos con cierta tristeza porque echaremos de menos a todos los personajes, porque seguiremos execrando la incomprensible actitud de Tony, y también la de Susan, pero aun así siempre recordaremos Tres noches no sólo como una novela inquietante y sorprendente, sino también como una lectura que bajo la capa de la intriga trepidante nos hace reflexionar y nos demuestra que los géneros carecen de límites en manos de un autor que trata con inteligencia al lector.

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