Revista Cultura y Ocio

Tres poemas de Jamila Medina Ríos

Por Veronicaaranda
Tres poemas de Jamila Medina Ríos           
                          Jamila Medina en Cosmopoética, retratada por Manes Sánchez
Tres poemas de Jamila Medina Ríos                                Contraportada de Anémona, Polibea, Madrid, 2016

De anémona salvadora a anémona venenosa. La escritura de Jamila Medina Ríos se orienta a focalizar la cualidad estética a través de un tamiz —si cupiera el término— naturalista, por el resorte biológico, la pormenorización científica, la marca acidosa de la anémona que persiste en la piel de sus personajes. La Ofelia contracorriente, salta en contra de su armazón semántica, constatando una tácita declaración de principios, un diálogo encrespado con la concepción poética lezamiana: «la luna les confiere el poder de repetir/ repetirse repetir repetir…/ les advierte/ que no existe/ la fijeza».


                                                                                           Liuvan Herrera Carpio


JAMILA MEDINA RÍOS (Holguín, Cuba, 1981)
ESTRATEGIAS DE BABOSAS

Una de estas noches que se pasan en blanco sin erratas sin dormirven, tigre, a devorar hipopótamos/ gacelas sobre mi mano adormilada herida por mil picas por mil hielos.
Ayer en una fiestatuve la visión del tempo de las actrices porno los productores de televisión y las cantantes mundanas de cabaret
oíamos el último disco del trovador iluminado y una mujer orinaba—la saya rosa dejando ver el pubis sin rasurar estremecido—en un cuadro contra la pared.
En nuestra única nochequiero reunir todas las sensaciones probablespitos de trenes tremandoperdidos sobre rielesoros del horizonte disueltos en la arenade playas privadas vacíasel sabor de las aceitunas negras en vinagrechocolates con semillashelados de mentavinos y yogures de frutahongode quesos azules holandesesvello púbicode una princesa sefardí.
Cuando caiga la noche no me dejes dormirhe preparado un musun striptease/ un baile de disfraceshe llenado la alacenay he secado la leñapuse geranios junto a la ventanacortinitas suavesy margarina entre mis nalgascomo en aquellastostadas francesasque te comías en París
hay agua fría en la nevera y agua caliente en la ducha si no lo hacemos por lo menos no dirás nadieme atendió en esta casa.
La naturaleza es sabia:hay serpientes que se pasan por muertashay palomas ratas ranasque despiden un hedor de cadávercuando las asfixia el miedoel pez vampiro se protege virándose al revéscon una capa de espinas de gomaalardes celebración y mímesis.
Gira conmigo hasta que ya no sienta el suelo fornica conmigo hasta que deje de temer.
Las babosas de marconvierten el agua en una gelatina viscosa una baba que se queda entre las manos mientras escapan mararriba hechas un nudo.
Voy a ponerme bocabajotengo miedo del tediovoy a ponerme bocarriba y de costadohazme la quinta posicióncuando se ponga la lunano me dejes dormirmeno me dejes caerno dejes
no.


ORTIGAS DE MAR/ BARQUITOS PORTUGUESES

Por las mañanas voy a nadar como un sano ejercicio del espíritu. El cuerpo sobre la arenadando vueltas de carnero con las boas de la orillaque en mal tiempo me incrustancontra las piedraslos fragmentos de conchasy las medusas siniestrasque se apoltronan al borde—guadañastransparentes medias lunas.
Si a un sitio/ de inmenso ardor/ quieres llegar abandona tu cuerpo entre las barcas sostén tu boca entre la espuma y ancla fuerte tu cabeza a la mortaja en la colonia de sargazos.
Bajo la malla de las sombrillas gelatina como una boca/ una vulva una babosa que por fin te cubre se te abrirán nuevos placeres.

PARPADEO CON COLA DE PESCADO

Con cola de pescado o colapez encuadernaban los turcos sus libros de regalo.
Se trataba de álbumes bizarrosdonde mezclaban tsunamiscon antiguas batallas de las que habían vueltoqué importa si triunfales o vencidos.
Los daban en invierno a sus esposas. A veces sus amantes/ de las vecinas riberas deslizaban en el libro una flor púrpura una marisma/ un marisco de oleada persistente una maroma de agua que dejara saber.
Cuando la esposa de un turco descubría el engañopreparaba un gran bol de gelatinay debía comérselo de pie:sin parpadear de pie.Remedio santo —decían las parteras cortando el palo encerado/ del cordón a un lado y otro de las playas ordeñando/ ordeñando la gelatina de Wharton para hacer sus brebajes.
Pero siempre hubo partidas misteriosas fugas de gasdebidamente enmascaradas/ por las mujeres de casacon agasajos de áspic:ese manjar frondososierpe enjaulada en gelatinaese secreto casero/ que cortado en rodajascuando cae a la boca/ se traga sin pensar.

             De Anémona, Polibea, Madrid, 2016

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