Revista Cultura y Ocio

"Tres vidas de santos", de Eduardo Mendoza: ahondando en la imperfección del ser humano

Publicado el 07 marzo 2016 por Lidiacasado


Título: Tres vidas de santos
Autor: Eduardo Mendoza
Editorial: Booket
Género: relatos
Páginas: 192
Publicación: 03/04/2012
ISBN: 978-84-322-0467-8

«La ballena» es el relato más cercano a las crónicas barcelonesas que han hecho célebre al autor; «El final de Dubslav», ambientado en África, es una narración de rotunda intensidad con un final impresionante; y por último, «El malentendido» es una profunda reflexión sobre la creación literaria y el difícil diálogo entre clases sociales. En los relatos que comprenden este volumen hay personajes que podrían calificarse de santos: no son mártires ni anacoretas, pero son santos en la medida en que están dispuestos a renunciar a todo por una idea, que cultivan sus obsesiones en su relación con los demás.
   Me gusta cómo escribe Eduardo Mendoza. Por eso, cuando en el curso que hice entre octubre y noviembre sobre estereotipos femeninos en la literatura del siglo XX nos propusieron una lista de autores para hacer un trabajo final comparativo, me costó poco decantarme por Mendoza y por Almudena Grandes. Y así es cómo he leído este volumen de tres relatos que me ha gustado en lo literario aunque, como lo he leído con los ojos de un estudio de género, he visto algunos detalles que no me han agradado tanto.
   Mendoza nos presenta tres relatos que, como él mismo dice en el prólogo de la edición que he manejado, no tienen en común más que el hecho de retratar las vidas de tres personas que poco tienen de santos, burlándose así de la perfección de la hagiografía clásica, de la que Mendoza se confiesa devoto lector, a pesar de no ser demasiado religioso. El autor pone así de manifiesto las contradicciones inherente al ser humano, las fuerzas ocultas que nos llevan a no ser excelentes (ni siquiera buenos, a lo sumo, mediocres) y que, por lo tanto, nos hacen imperfectos, humanos, reales. 
   Con su estilo ágil y su mirada profunda sobre el ser humano y sus circunstancias, Mendoza retrata aquí a un complejo compendio de personas que tropiezan y caen, que engañan, que trampean, que se aprovechan de los demás, que no saben ver la luz que brilla en quienes tienen al lado o que, simplemente, no dan más de sí. Son lo que son, con sus luces y sus sombras, sus grandes gestos y sus pequeñas ruindades de cada día.
   He de confesar que el libro me gustó mientras lo estaba leyendo y que me dejó un buen sabor de boca cuando lo acabé. Mi problema vino después, cuando me tocó hacer el trabajo de género y escarbar en los personajes femeninos que se nos presentan en la obra y cuál puede ser el motivo de que Mendoza haya optado por este tipo de personajes femeninos y no otros. Porque, la verdad, tienen tela. Y como mi lectura de esta obra está ligada a ese trabajo, no puedo dejar de comentar algunas de mis conclusiones en este sentido.
   Mirando los relatos bajo esta lupa, en el primero de ellos, Mendoza nos presenta dos estereotipos de mujer bien clásicos y bien patriarcales: la mujer sumisa que nunca dice una palabra más alta que otra y la mujer controladora, beata pero que las mata callando. Además, retratando la sociedad española de los cincuenta y los sesenta, dos mujeres renuncian a su carrera y optan por casarse y tener hijos.
   En el segundo de los cuentos, el modelo de mujer es justo el contrario (una científica volcada en su carrera profesional) pero Mendoza opta por ofrecernos una visión negativa de esta situación y nos habla de ella como de una mujer capaz de tener un hijo solo para quitarse de encima la demanda de cualquier tipo de relación social y de ceder después sus crianza en un sinfín de enfermeras y cuidadoras. De hecho, el relato se centra en las taras que ese hijo ha padecido toda su vida por culpa de una madre volcada en la ciencia.
   En el último cuento, el autor sí que nos presenta a una mujer que equilibra su vida profesional y personal pero, no sé, el personaje se me ha hecho un poco frío y un poco acomodaticio; una de esas personas que delega las decisiones en un supuesto destino que va guiando su presente y su futuro. Además, en un momento dado, el narrador dice que “en aquella época mujeres empezaban a acudir masivamente a la universidad y la mayoría elegía la carrera de Filosofía y Letras, en la que la competencia con los varones era menor (pags 153-154), con lo que transmite una clara inferioridad por parte de la mujer que sí, puede ser universitaria, pero no quiere (¿porque no puede?) competir con un hombre en lo académico.
     No sé si el reflejo de estos estereotipos es consciente o inconsciente o tiene más que ver con el retrato de una época determinada que con las convicciones del autor... pero ahí están. Y esta lectura ha cambiado mi percepción global del texto, así que ni siquiera sé si quedarme con la primera impresión o con la segunda. En fin, ahí lo dejo.
   Nos seguimos leyendo.
   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  • Reto Olvidados: 12

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