Revista Diario

Tres vidas en un instante...

Por Yopo
Clara. En ese instante salía del quiosco que había debajo de su casa, con el periódico en la mano, revisando las monedas que le había devuelto el quiosquero. Estaba feliz, pues Diego le acababa de pedir que se casara con él. Era el amor de su vida. Él la esperaba en el bar de enfrente. Clara se paró a la salida del establecimiento para guardar la vuelta en la cartera, y dirigió la mirada hacía la terraza de la cafetería del otro lado de la avenida. Allí estaba Diego; lo vio y sonrió.
Diego. En ese instante estaba sentado en la terraza de la cervecería que había frente al portal de Clara, pensando en lo feliz que iban a ser los dos. Se iban a casar, la amaba tanto... Mientras ella compraba el periódico, Diego había pedido un par de cervezas. La vio salir del quiosco. Era tan hermosa. Se paró en la acera y le sonrió. Diego le devolvió la sonrisa.
Adela. En ese instante se sujetaba con dificultad a la barandilla del balcón de su casa. Se encontraba ya por fuera de los barrotes, y a sus pies le quedaban cinco pisos de caída libre. Siempre la habían tomado por loca, pero lo único que la trastornaba era el amor. Estaba loca de amor. Desde el día que lo conoció, Adela amaba a Diego, el novio de su hermana, con la que vivía en la casa de sus padres desde que estos murieron. Albergaba un odio irracional hacia Clara, un odio que la devoraba por momentos, y que ella había intentado atajar en vano. Nunca podría tener a Diego, y más ahora que acababa de conocer la noticia de su futura boda. La única forma de terminar con su sufrimiento era saltar. Y saltó.

Tres vidas en un instante...


Clara. Un instante después, yacía sobre la acera con el cráneo roto, y sus extremidades en posiciones difíciles de imaginar. Un charco de sangre la asediaba. Estaba muerta. El peso de su hermana aún sobre la espalda, una absurda sonrisa en la boca, y la mirada perdida sobre los adoquines.
Diego. Un instante después, corría entre el denso tráfico, evitando resultar atropellado. Lo había visto todo. Cuando llegó al otro lado de la calle, dejó fluir las lágrimas que se agolpaban por salir. Echó a un lado a Adela, y tomó el cuerpo de Clara entre sus brazos. La sangre seguía saliendo de la cabeza de Clara. Las lágrimas seguían brotando de los ojos de Diego. Sólo acertó a decir, “Te quiero. Me casaré contigo.” Lo repitió una y otra vez.
Adela. Un instante después, abrió los ojos y seguía viva. Había caído, pero tan sólo algunos golpes en su cuerpo lo certificaban, porque algo blando había evitado su muerte. Una mujer. Tardó poco en darse cuenta de que era su hermana Clara. Quiso morir. Una vez más. Fue apartada por Diego con brusquedad. Adela se levantó como pudo e intentó alejarse, cojeando. Antes de cruzar la calle, Adela se giró. Vio el cuerpo de su hermana, su cabeza pendiendo de los brazos de Diego, que le declaraba su amor de nuevo. No lo soportó, y se decidió a cruzar la avenida. Dio un paso al frente. Dos. No llegó a completar el tercero.

Relato basado en hechos reales.

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