Regresé al VHS y los balones que se colaban
por la escuadraahora golpeaban en el poste
y, a veces, se perdían por la línea de fondo.
Noté el cansancio,
el dolor que no mitigasolo me aproxima a la muerte.
Y a la duda.
No quise abandonar mis escasas pertenencias
y esperé la puesta de sol.¿Cuántos kilómetros nos separaban aquellas tardes?
Tardé en darme cuenta de que la distancia
no era un problema,solo es una convención del hombre,
de todos nosotros.
El silbido me despertó
y aquel himno de Nacho Vegas dejó de sonaren la radio de mi coche.
Tomé conciencia y salí al mundo.
Miré a los lados antes de cruzar la calle
y frente al acantilado,para sorpresa de los marineros,
grité:
Te quiero.
Lo repetí unas cuantas veces. Te quiero.
Y nunca más hablé del pasado
porque delante de mis ojosestabas tú,
y delante de nuestros cuerpos exigidos
mil ladrillos
con los que construir nuestra casa.
El hogar.