Revista Cocina

Truchas con jamón

Por Dolega @blogdedolega

Trucha

Ya sé porque me pasan cosas anormales en la vida.

Porque así no me tengo que matar la cabeza a pensar en los post. Simplemente dejo que la vida fluya, la cuento y ya está.

Ahora solo tengo que desentrañar el misterio de porqué ya me ocurrían cuando Internet no era popular, ni tenía un Blog.

En serio, lo mío no es ni medio normal.

Resulta que antes de ayer, no sé porqué razón, se estropeó la cámara de fotos. No sé qué le ocurre pero es algo con el botón de disparo. El caso es que la he llevado a que la miren a ver qué tiene y me han dicho que la tire, que sale carísimo mirarla. ¡Viva el consumismo!

Este es el motivo por el que no hay testimonio gráfico del evento. Ese y que el 99% del tiempo, mi móvil está sin batería y claro en ese momento no iba a ser menos.

La cosa empieza con que estamos solitos el consorte y yo, que estoy relajada y que me digo que voy a comprar algo rico de comer.

Me marcho al Super y me voy a la pescadería. La chica es un encanto y muy buena profesional, me encanta.

De repente veo unas truchas.

Primera puntualización: A mí no me gustan las truchas. Pero al Consorte sí.

Vale me digo, pues llevo unas truchas y las hago con jamoncito (De la bendita paleta, que al final ha salido muy buena. Increíble) al horno y tal.

Le comento a la pescadera que me quite la cabeza y que no me gustan mucho las truchas por la baba esa tan resbaladiza que tienen y que se escurren todas.

Ella me comenta que no hay problema, que las coja con fuerza por “aquí” y me señala un punto cercano a la agallas.

Llevo otras cosas y me voy para casa.

Llego con el tiempo justo para hacer la comida, pues el Consorte ahora tiene jornada intensiva así que sale a las dos y media de la tarde, con lo que en 45 minutos está aquí.

Saco las cosas y me pongo con las truchas. Pongo un escurridor en el fregadero y echo las truchas. Las lavo con agua fría, intento coger la primera y no soy capaz. Recuerdo lo que me ha dicho la pescadera, lo intento con las dos manos, pero con una de ellas haciendo presión en el lomo del animal. Yo, pensando en apretar al animal, no soy consciente de que mi cuerpo está girando levemente hacia mi izquierda

De repente la trucha sale despedida, como si hubiera sido lanzada con un tirachinas hacia arriba y se aloja en lo alto del mueble de la televisión. Para entendernos, es una librería normal y corriente de 1.90mts aprox que no llega al techo.

Me quedo estupefacta, con las manos llenas de babas de la trucha y mirando hacia arriba.

-¡Santo Cristo del amor hermoso!

Me empieza a entrar esa risa estúpida e histérica de cuando estás viviendo algo totalmente surrealista.

Mi cocina no es pequeña. Con esto quiero decir que la distancia que ha tenido que recorrer la trucha desde mis manos en la pila de fregar hasta lo alto de ese mueble que es la “zona de estar”, por llamarla de alguna manera, pueden ser fácil 2  metros, salvando el microondas y la puerta que da al salón, que desgraciadamente estaba cerrada. Si hubiera estado abierta, el pescado se hubiera espanzurrado contra la puerta, pero habría caído al suelo.

Segunda puntualización: Dicho mueble no está totalmente pegado a la pared debido a la cantidad de artilugios electrónicos que hay en él. Los transformadores y enchufes lo impiden. Así que tiene una separación de unos 5cms a la pared.

De repente aparece la gata. La gata es como la Srta. Rotenmeyer. Ella te mira siempre así, como está en la portada del blog, como si le tuvieras que dar cuenta de las cosas.

Truchas con jamón

¿Ven lo que digo? Es como que está juzgándote todo el rato.

Me mira, mira hacia arriba mientras yo estoy superando la estupefacción y se posiciona entre el mueble y la pared, pero sin entrar detrás de él.

Como el que coge sitio en platea para mirar lo que va a ocurrir.

La miro fijamente.

-¡Ni se te ocurra! Apuntándola con el dedo, para que no queden dudas.

Tengo que ir a buscar una escalera para coger el pescado, pero la gata no se mueve. Está allí mirando fijamente al suelo entre el mueble y la pared.

Yo también me asomo, porque no he oído caer nada así que asumo que el bicho está todavía arriba.

Salgo corriendo a buscar una escalera pequeña de esas de dos escalones, vuelvo y ella sigue allí, alternando su mirada de arriba al suelo.

-A ver tía, piensa, piensa. Tienes que coger el bicho de alguna forma que no se te escape. Ya está, un trapo. Con un trapo de cocina.

Tercera puntualización: Yo no sé el resto de la humanidad, pero yo no suelo limpiar todas las semanas lo alto de una librería de 1.90mts.

Me subo con el trapo, pero yo soy bajita y la altura que me da la escalera es cómoda para coger cualquier cosa, pero no para ver toda la superficie de donde está el animal y menos al animal, así que lo tapo con el paño y procedo a cogerlo a tientas, cuando de pronto siento que se empieza a escurrir hacia la parte trasera y me doy cuenta que o lo sujeto bien ó se caerá entre el mueble y la pared. Me acuerdo de la gata.

¡Capulla!

Ya no sé si apretar al animal con el trapo ó no. Tengo terror de que se vaya por detrás del mueble hacia el centro, porque este mueble pesa toneladas y no podría jamás moverlo yo sola.

Y lo de que aparezca el Consorte y tenerle que decir que la comida está tirada en el suelo, detrás del mueble de la televisión y que se tenga que poner a mover semejante mole, como que no.

Intento pillarla por la parte de las agallas, aprovechando que está sin cabeza, siento que se escurre definitivamente, intento desesperadamente apretar, pero nada.

¡SPLASH!

Ahora la trucha está en el suelo entre la pared y el mueble y el espacio no supera los 5cm de ancho.

La gata sigue impasible en su posición, pero ahora ya solo mira al suelo.

Le pego un grito para que se vaya y se posiciona en su cojín y me mira, así como mira ella. La miro:

-¡¡¡Y que coños quieres que haga, si esto resbala como su puñetera madre!!!!

Pasa de mí y me sigue mirando.

Bien, ahora tenemos que sacar al animal de ahí. El problema es que el espacio es estrecho.

Me siento. Estoy agotada, de verdad esto es increíble. Sigo mirando sin creerme lo que ha ocurrido y cómo puede haber llegado hasta allí el bicho.

¿Por qué me pasan estas cosas a mí?¿Será que a los demás también pero no las cuentan?¿Será que soy el ser más torpe del universo?

-Bueno pensemos, a ver cómo diablos saco la trucha de ahí, que anda que va a estar sabrosa la jodía.

-Ya está, con el cuchillo jamonero. La pincho y la saco aunque sea a rastras.

Me pongo,me tengo que medio tumbar en el suelo y meter el cuchillo por la rendija, me cuesta, pero por fin logro sacarla de detrás del mueble.

-¡Ven aquí, cabrita que me había sido más fácil irte a pescar al pantano, coño!

La pobre está arrastrada llena de pelusas, pero no es cuestión de tirarla.

La lavo bien. He descubierto un sistema infalible para coger truchas. Las ensartas en un cuchillo jamonero de lado a lado y no se te escapan.

Trucha Navarra

Igualitas que estas pero al horno y sin cabeza

Le meto el jamoncito y al horno.

Friego la parte alta del mueble, mira algo bueno. Por huevos he tenido que fregar esta zona, friego detrás del mueble con bastante trabajo, hago la ensalada y llega el Consorte.

-¡Hola! ¿Qué hay de comida?

-Truchas al horno

-Mmmm que ricas. Oye, gracias que sé que no te gustan mucho. ¿Te ha costado hacerlas?

La gata y yo nos miramos.

-¡No! Lo normal.

Cómo sé que me lees, que conste que la arrastrada me la comí yo.


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