Revista Coaching

Tu memoria te miente

Por Carolus @n_maquiavelo

Tu memoria te miente


Los experimentos más recientes han demostrado que todos alteramos nuestros recuerdos. La memoria no es una grabación de los hechos. Platón la define como una jaula en la que se van metiendo y sacando pájaros en función de que se quiera almacenar o recuperar información.


Recuerda su llanto al nacer, su primera sonrisa, su cuerpo frágil y tibio. Recuerda sus ojos, sus balbuceos, que se transformaron en palabras, su tristeza el primer día de escuela y su alegría al encontrarla a la salida. Lo recuerda todo con detalle, porque se trata de su pequeño; ¡cómo olvidarlo! Recuerda, “imposible borrarlo”, el día en que su niño desapareció, a los ocho años, para no volver más... 

Tu memoria te miente

Tu memoria te miente

Sin embargo, atónita, escucha al psiquiatra que su hijo no ha desaparecido, por el simple hecho de que no ha existido; que sus recuerdos del pequeño son mentiras de su mente enferma; una mente capaz de crear y creer en ocho años de imágenes, de palabras, de afectos que nunca existieron.
Es el argumento de la próxima película de la actriz Julianne Moore, un thriller que inquieta porque siembra la sombra de una duda sobre la veracidad de nuestros recuerdos. ¿Podemos confiar en nuestra memoria? Sobre todo, teniendo en cuenta que sin recuerdos no hay identidad: no hay yo. La memoria episódica, o autobiográfica, un puzzle de imágenes dispersas que nos une con nuestro pasado y nos enlaza con nuestro futuro, forma con sus capítulos nuestra identidad. ¿Está libre de manipulaciones? La respuesta es: no. Quizá, como los replicantes de Blade Runner, todos somos una suma de falsedades. O de verdades a medias.
“Este tipo de memorias”, explica Ignasi Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona, “se graban en el cerebro de tal forma que sufren cambios. Con el tiempo se relacionan con otras parecidas, que las modifican, se mezclan con nuestro pensamiento, con las nuevas experiencias que hemos vivido”. ¿Todos tergiversamos los recuerdos? “Seguro. En mayor o menor medida, los alteramos en el énfasis dado a los elementos que los componen, en sus relaciones con otros acontecimientos o, lo más común, en su ubicación en el tiempo y en el espacio”, señala Morgado. ¿Y podemos incorporar recuerdos enteramente falsos? “Al menos, un 25% de la población es susceptible de hacerlo”, asegura Elizabeth Loftus, psicóloga de la Universidad de Washington dedicada a la investigación de los falsos recuerdos. En uno de sus experimentos, más de un tercio de los participantes “recordó”, tras unos minutos de charla, que Bugs Bunny los había abrazado en una visita de su infancia a Disney World. Sólo hay un “pequeño” problema: el conejo animado pertenece a la Warner, no a Disney. Otro estudio, de la Cornell University, logró convencer al 50% de un grupo de niños de tres y cuatro años que había vivido algo –pillarse la mano e ir al hospital– que nunca había sucedido. Hay muchos ejemplos y algunos son dramáticos.

Estalla la polémica 


Hace una década, los periódicos reprodujeron un escándalo cuyo guión no tenía nada que envidiar al de Blade Runner, la película de Ridley Scott que cuenta cómo se les introducen recuerdos humanos a robots llamados replicantes. A principios de los años noventa, en EEUU varios terapeutas tuvieron que indemnizar con cuantías millonarias a sus pacientes, a quienes habían hecho creer mediante hipnosis y técnicas de sugestión que, durante su infancia, habían sido víctimas de abusos –en no pocas veces, a manos de sus familiares–, violaciones, malos tratos... 

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Las supuestas víctimas “recordaron” con todo tipo de detalles escenas demenciales de sexo, cultos satánicos, rituales caníbales, abortos... sólo tras someterse a aquellas sesiones de hipnosis regresiva pero hacia 1996, varias pruebas periciales sacaron a la luz la verdad: sus recuerdos eran falsos, implantados, como los de la replicante Rachel de la película Blade Runner. Las preguntas insistentes de los terapeutas, su presión hacia los pacientes para que recordaran, sus “sugerencias” habían modificado sus recuerdos. La polémica hizo que la falibilidad de la memoria se convirtiera en vox pópuli. Este caso es extremo, pero los psicólogos han llegado a una conclusión parecida en otros campos; uno de ellos es, por ejemplo, el jurídico.
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