Revista Psicología

Tú + Yo = Nosotros

Por Rms @roxymusic8
(Image source: author)

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Nos olvidamos de la importancia de vivir en relación, nos encerramos en nosotros mismos y perdemos la alegría. Una alegría pura y auténtica que nace del compartir. El título de esta entrada no es sólo una bonita fórmula sino un modo de vivir, el único que nos lleva a la plenitud, que nos permite dar y recibir de forma recíproca en todos los ámbitos de nuestra vida. Una reciprocidad no buscada pero necesaria para esa armonía o paz que todo corazón anhela.

Hace justo una semana volvía de vivir la Semana Santa con jóvenes de diferentes ciudades españolas. Fue una experiencia que deja huella no por haber sido diferente sino por lo que allí viví: fraternidad. Una fraternidad basada en el diálogo, en compartir experiencias, en rezar en familia. Una fraternidad sin máscara, cada uno desde su persona, cada uno desde su propio testimonio de vida. La verdad une, la verdad atrae, la verdad ama. El título de la entrada hace honor a esta fraternidad porque sin ella no hay un nosotros, porque sin el otro no hay un yo y sin mí no hay un tú. Tanto unos como otros nos necesitamos para construir juntos una realidad personal y colectiva sin caretas, auténtica y que desborde caridad. Una realidad que merezca y ansíe ser vivida.

“Crisis, y tú… ¿qué?”

Esta Semana Santa fue diferente sólo por esa pregunta. Me la formuló el Movimiento de los Focolares durante cuatro días; y no sólo la formuló sino que me dio cuatro bonitos testimonios para intentar articular palabras y encontrar una respuesta. Crisis. Suena a roto. Parece la onomatopeya al ruido que produce esa ruptura. ¿Y tú, qué? Me aventuré a decir que era un punto de inflexión donde se cae bajo, a veces, y se pide ayuda para salir adelante. Hay muchas crisis en el mundo y así me lo hicieron ver aquellos testimonios desde una perspectiva cultural, psicológica, espiritual y empresarial. Y llegué a la conclusión que toda crisis afecta a un sujeto. Tú, yo, nosotros. Y que, al mismo tiempo, toda crisis necesita de un sujeto para solventarse. Tú, yo, nosotros. 

Es fácil echar la culpa al sistema, a los procedimientos, a las máquinas (e incluso a Dios) como si de ahí no viéramos personas que han puesto en marcha todo aquello. Es cómodo hacer pero no rehacer, molestarse por ver qué es lo que impide un flujo sano y cambiarlo. Es sencillo dejarse llevar por la ambición y el éxito y olvidarse de lo más importante: el bienestar de las personas que hacen posible ese éxito. Vuelvo al principio: nos olvidamos de la importancia de vivir en relación. ¿Por qué es esto tan importante? Sólo ten esta imagen en tu cabeza: Tú en el mundo, solo. Tú en el mundo trabajando solo. Tú en el mundo viviendo solo. Tú en el mundo hablando solo. Tú en el mundo solo con tus pensamientos. Habrá un día en que no podrás soportarte y esto no es lo más preocupante, sino el hecho de no conocer lo que da la relación con un tú y la bonita consecuencia de esa relación: un nosotros, donde se vive y siente la alegría.

No es sólo una fórmula, es un estilo de vida. Es mucho más, es un ideal hecho vida. Me hablaron de la crisis como una oportunidad y es verdad. En todo momento de flaqueza, ya sea personal como profesional, existe una cara de esa realidad que no conocemos y que nos lleva a conocernos por dentro y a experimentar la cercanía de las personas con las que se convive o trabaja. Esa otra cara es la esperanza, es la cara de la oportunidad de dar y recibir. Sin esa cara difícilmente podríamos alcanzar la plenitud porque estamos hechos para darnos no porque sea necesario sino porque nos va la vida en ello. Y no sólo la vida, también nuestra felicidad en la vida aquí abajo que nos acerca a la felicidad allí arriba, bueno, con Dios.

¿Cómo saber que existe la crisis? Y no hablo de la crisis mundial, económica, social, educativa o la que sea que se esté hablando en los periódicos y debatiendo en televisión. Hablo de la crisis de la persona en sí misma, del momento en que empieza a vivir en plenitud por conocer el amor. Sí, la crisis está en la falta de amor. En las empresas se manifiesta por la falta de confianza. En la cultura se hace patente por la falta de acogida. En las personas se refleja en la falta de comprensión. En la vida espiritual se palpa por la falta de apertura. Cada una de esas manifestaciones, confianza, acogida, comprensión y apertura, están basadas en el amor. En la medida en que nos adentremos en una relación de conocimiento personal de la persona de en frente podremos percatarnos si en ella todo va bien o hay algo que no le deja brillar en todo su esplendor. Cada persona tenemos una luz en nuestro interior y si no se percibe ese brillo en nuestra mirada, en nuestras acciones, en nuestras palabras y en nuestros gestos, es que nos falta amor porque el amor es el motor que nos da vida y nos pone en funcionamiento. Si tú me quieres, entonces brillará tu luz en mí y ésta encenderá la mía y podré compartir ese amor con otros. Es una bonita cadena esta la de la fraternidad.


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