Revista Opinión

Turingia no está en España

Publicado el 10 febrero 2020 por Jcromero

Un día después de ser elegido presidente del land de Turingia, Thomas Kemmerich, ha presentado su dimisión, disuelto el parlamento regional y convocado elecciones. Los votos de la extrema derecha alemana con el apoyo de la CDU habían llevado al partido liberal FDP al poder. Angela Merkel habló de "un mal día para la democracia" y de un procedimiento "imperdonable" que rompía con la "convicción fundamental" de su partido para no gobernar con los votos de la ultraderecha.

¿Sería posible una reacción parecida en España? Hasta el momento, los pasos dados por la derecha española van en sentido contrario. Tal vez porque el partido derechista más poderoso fuera fundado por ministros franquistas, tal vez porque este país nunca derrotó al franquismo o porque la democracia española más que conquistada fue concedida. Lo cierto es que, siendo por éstos o por otros motivos, en España la derecha no tiene reparos en llegar al poder con los votos de la extrema derecha. Ni el presidente del partido de la derecha, ni ninguno de sus dirigentes en Andalucía, Madrid o Murcia, han reaccionado como la canciller alemana.

Algunos tenemos la percepción que, acabada la dictadura, hemos convivido durante demasiado tiempo con el franquismo y no solo en el callejero. Existe una derecha, y no sólo política, que tiene muy interiorizada ciertas nostalgias que no termina de vomitar. Y, sin embargo, ahora que la ultraderecha tiene una representación política importante con grupo tanto en el Congreso de los Diputados como en distintos parlamentos autonómicos, la derecha tendría una gran oportunidad para desprenderse definitivamente de su influencia. Pero no lo hace ni actúa como los conservadores alemanes. Muy al contrario, abraza sus tesis y acepta el marco que la ultraderecha impone. En definitiva; Turingia no está en España, ni se le espera.

En una sociedad escasamente deliberativa, apostar por el enfrentamiento supone ahondar las trincheras. La ultraderecha viene decidida a inducir sistemáticamente la polarización para mantener entretenido al personal, mientras la derecha marcha a su rebufo con el miedo a perder electorado. Su utilidad consiste en inflamar y movilizar, en fomentar la fanatización, generar ruido y recortar los avances logrados.

Pero el peligro de la ultraderecha española no es que sustituya a la derecha; su amenaza consiste en avanzar más allá de sus límites ideológicos y sociales hasta lograr que su mensaje cale en sectores de la izquierda. Un ejemplo: igual que la ultraderecha, con el apoyo de la derecha, pide ilegalizar los partidos separatistas que atenten contra la unidad de España , existen voces que desde la izquierda sugieren la ilegalización de la ultraderecha usando el código penal. Es decir, ante la inoperancia discursiva se apuesta por lo más primitivo que consiste en hacer frente con herramientas punitivas.

La pregunta que me hago es si desde la izquierda tenemos miedo a la libertad de expresión, si carecemos de respuestas ante las provocaciones, tergiversaciones y mentiras de la ultraderecha. ¿Acaso la democracia no consiste en escuchar todas las voces, aceptar las discrepancias, deliberar y responder con argumentos? Sabemos que la demagogia lo resuelve todo de manera fácil; tan simple como soltar una chorrada hiriente o una memez categórica. El peligro de la ultraderecha es que se instale en el ágora como un caballo de Troya maléfico para seducir al personal ante el tacticismo, falta de respuesta o inacción de los demócratas.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas