Revista Cine

Tutto Fellini/I

Publicado el 02 diciembre 2010 por Diezmartinez
Tutto Fellini/I

Escribí y publiqué las siguientes líneas en octubre de 1993, poco después de la muerte de Federico Fellini (1920-1993), hace casi 20 años. Fuera de algunos elementos de estilo, no he cambiado prácticamente nada. Sirva este texto desenterrado como puerta de entrada a Tutto Fellini, la retrospectiva del cineasta italiano que inicia hoy en la Cineteca Nacional. En la medida de lo posible, aquí daremos cuenta de todas las películas. De todas formas, ya las vimos todas. Será cuestión de volver a verlas. La programación completa fellinesca, aquí.

Y el texto desenterrado, a continuación:

Federico Fellini ha muerto. Poco importa decir de qué, menos aún apuntar su edad y todavía menos solazarnos con el apoteósico velatorio que para rendirle homenaje le construyeron sus compañeros en los entrañables estudios de Cinecittá.

Acaso sí sea necesario recordar que ganó más de una vez premios en Cannes o Venecia y que obtuvo hasta en cuatro ocasiones el Oscar; tal vez sea imprescindible apuntar que aborrecía el futbol -juraba no haber visto un juego completo en toda su vida y yo quiero creerle fervientemente- y más aún la tevé. Pero todo esto y otras cosas más -que veía poco cine contemporáneo, que se autodefinía como un nostálgico empedernido, que adoraba a Laurel y Hardy, que senegaba continuamente a dar entrevistas- son sólo algunos datos anecdóticos, biográficos o filmográficos que sriven para llenar un par de inútiles cuartillas y llegar a la conclusión -también inútil- de que Fellini fue el más grande cineasta de todos los tiempos, por lo menos hasta que se mueran Bergman, Kurosawa o Bresson, los tres más viejos autores fílmicos que quedan vivos.

Siempre le he sacado la vuelta a los obituarios fílmicos porque fuera de decir lo obvio -causas de fallecimiento, vida personal, filmes importantes, premios obtenidos- hay poco que agregar. ¿Qué decir, por ejemplo, de la muerte también reciente de Vincent Price, el invencible y -pensábamos equivocadamente nosotros- inmortal Dr. Frankenstein de la casa Hammer? ¿Qué agregar a la desaparición repentina de River Phoenix, el prostituto gay y narcoléptico de la cult-movie Mi Camino de Sueños, joven estrella en ascenso si las había? Me gustaría que en el caso del irredimible y perverso Vincent alguien reviva su cuerpo en algún tenebroso rito satánico, como en incontables ocasiones sucedió en los góticos filmes de la casa Hammer que protagonizó durante más de una década. El segundo caso -el de River Phoenix- me aterra: morir a los 23 años no es una tragedia, es sólo la confirmación banal de que estamos irremediablemente solos.

Y así precisamente -muy solo- se sentía Fellini antes de perder el conocimiento en sus dos semanas de silenciosa agonía. "Me siento un objeto, una cosa. La sala, con sus luces frías, parece (el campo de concentración nazi de) Mathausen" confesó el delirio fílmico hecho carne antes de morir.

Tal vez Fellini no estuviera tan solo. En la encuesta mundial que realiza cada diez años la revista británica Sight and Sound preguntando a críticos de cine y cineastas acerca de su top-ten personal de las mejores películas en la historia del cine, Fellini ya había recibido un (no tan) sorpresivo homenaje de parte de sus compañeros directores. Cineastas tan alejados entre sí como Denys Arcand, Héctor Babenco, Michael Cimino, Atom Egoyan, William Friedkin, Terry Gilliam, Krzysztof Kieslowsky, Neil Jordan, Paul Mazursky, John McNaughton, Nikita Mijalkov, Martin Scorsese, Susan Seidelman, Jerzy Skolimowsky, Fernando Solanas o Edward Yang apuntaron en su top-ten alguna o algunas películas fellinescas -principalmente 8 1/2, La Strada y La Dolce Vita. Incluso un cineasta tan influyente e importante en el cine mundial como Scorsese apuntó un exclusivo top-five y en el primer lugar anotó 8 1/2. Woody Allen -que no participó en la encuesta- declaró poco después de la muerte de Fellini que ésta era la pérdida más importante que ha tenido el cine en el siglo XX.

¿A qué se debe esta adoración casi unánime de tan disímbolos cineastas de todo el mundo? ¿Y por qué los cine-críticos encuestados en Sight and Sound muestran un menor entusiasmo ante la obra del realizador del Satiricón? ¿Acaso Fellini era un cineasta apto sólo para cineastas? Dificilmente. La explicación, creo, es más sencilla: Fellini ha sido el autor fílmico más envidiado de todos los tiempos; envidiado, claro está, por todos sus compañeros realizadores.

Si existió un director fílmico que haya plasmado sus ideas con la más absoluta libertad creativa que se tenga memoria dentro de una industria cinematográfica nacional, ese fue precisamente Federico Fellini. Si hubo un realizador que como alter-ego tuvo a uno de los más encantadoras presencias cinematográficas de todos los tiempos -Marcelo Mastroianni- ese fue precisamente Federico Fellini. Si existió un cineasta que como cómplice y acompañante tuvo los acordes musicales de uno de los más completos compositores que haya dado el cine -Nino Rota- ese fue precisamente Federico Fellini. Si hubo un director post-neorrealista que huyó del academicismo acartonado, que nunca ocultó su veta sentimental chaplinesca y que nunca temió a la repetición incansable o al agotamiento creativo, ese fue precisamente Federico Fellini.

Toda la obra fellinesca y el mismo Federico Fellini vivieron una dolce vita. Fellini articuló una sintáxis fílmica inconfundible, entró al cine a dictar sus propias reglas, nunca se inclinó ante el convencional gusto del público que para él parecía tan lejano y siempre estuvo desafiando su mismo éxito obtenido.

Un solo Federico Fellini nos hace falta y todos los delirios fílmicos que han sido, son, y serán se encuentran desvalidos.


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