Revista Ciencia

Un año buscando mamíferos

Por Ernesto Villodas
Este post se irá completando a lo largo de un año, de berrea a berrea, y en él contaré en un breve texto mis encuentros con nuestros mamíferos a lo largo de este tiempo. Para ser merecedor de entrar en este listado deberé haberle sacado al menos una foto mala como estas que lo inauguran.
CIERVO ROJO (CERVUS ELAPHUS)
UN AÑO BUSCANDO MAMÍFEROS  Ciervo rojo (Cervus elaphus) (03/10/18) Es miércoles y el día amanece totalmente despejado en un apenas reconocible otoño. Aprovechamos que tenemos la tarde libre para acercarnos en familia a las zonas más elevadas del Valle de Cabuérniga para escuchar la imponente berrea del ciervo. Una vez llegados al punto elegido para aparcar, caminamos a un lugar más tranquilo y colocamos los telescopios apuntando a los montes que tenemos enfrente en busca de los elegantes cérvidos. Poco a poco van apareciendo grupos de hembras y jóvenes que vigilan a los humanos que pasean por una de las innumerables pistas que dividen y desestructuran desgraciadamente nuestras preciosas montañas. Un pastor acompañado de su perro conduce a gritos una docena de vacas. Un centenar de chovas piquirrojas levantan vuelo de la pradería para volverse a posar prácticamente en la misma zona. Las ciervas, a pesar de todo, continúan con sus quehaceres, alimentándose y conduciendo a sus crías por terrenos más seguros, y correteando los más vigorosos cervatos, ajenos a la actividad humana que sucede a poco menos de 100 metros de ellos. A los machos apenas se les escucha y, de momento no se dejan ver, ocultos en los bosques.
UN AÑO BUSCANDO MAMÍFEROS Ciervo rojo (Cervus elaphus) (03/10/18) El sol se va ocultando y la temperatura baja repentinamente. Unos zorzales charlos nos sobrevuelan emitiendo su modesto reclamo al tiempo que un pito real, mucho más escandaloso, pasa a nuestros pies ocultándose en el misterioso bosque. Llegó la hora de los grandes machos. Los berridos de los más excitados resuenan por la montaña. Poco a poco van saliendo de los protectores bosques. Nos centramos en un macho que venteando los aires montanos se acerca a un par de hembras. Él se exhibe con sonoridad mayestática. Sin embargo ellas no parecen muy interesadas y no dejan que el galán consuma sus ardorosos deseos. La luz baja y el frío aumenta. Los niños se vuelven niños y alborotan. Es el momento de abandonar el lugar. Seguro que nuestro macho será atendido como corresponde a un poderoso y espectacular ejemplar del que llaman príncipe de los bosques. Sucederá en la intimidad de la noche, a la luz de la luna, ausentes ya los inoportunos humanos que hace tiempo dejaron de ser un integrante más de la naturaleza para convertirse en elementos de tensión para el resto de la fauna. ¡¡Bravo, príncipe de los bosques!!

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