Revista Sociedad

Un botijo para Reyes

Publicado el 18 diciembre 2013 por Oscar @olavid25
Un ministro del Interior de un país no identificado, durante unas maniobras con un botijo.

Un ministro del Interior de un país no identificado, durante unas maniobras con un botijo.

Declaro como preámbulo que yo no he corrido delante de los grises tratando de evitar que me alcanzara un chorro de agua del camión antidisturbios. Lo digo ahora, como punto de partida, por si luego me da por fantasear y me inventó un cuento, como hacen tantos, a la hora de narrar sus peripecias de lucha por la libertad, la democracia y tal.

Mi último contacto visual con un camión-botijo de éstos que quiere comprar ahora la Policía española data ya de hace algunos años, cuando la Ertzaintza, apostada en la plaza de Zabalburu, en Bilbao, le dio al grifo y salió despedida, entre otros, Amparo Lasheras. Con la víctima de aquel ímpetu de la Policía autónoma compartí empleo en El Mundo y muy pocas ideas, dado que ella se sumergió en una carrera política amateur, que tuvo sus luces y sombras, en las filas de la izquierda abertzale. Hablo de esto como si hubiera pasado un siglo, pero fue en 2002 y Arnaldo Otegi, que también estaba en aquella, también volaba, pero libre como un pájaro. Mi presencia en el sarao estaba justificada sólo por razones profesionales.

Los policías consideran inútil el aparato éste de lanzar agua, aunque es cierto que la televisión lo ha convertido en un clásico de las protestas en algunos países como Chile. También se utiliza en Colombia, Turquía, Israel o Alemania, por citar otros. Los Mossos d’Esquadra catalanes estaban pensando comprar uno y en los años de mi paso por el Departamento de Interior bromeábamos con la posibilidad de venderles el de la Ertzaintza, que está en buen uso aunque tiene sus añitos. Luego, creo que se han comprado un emisor de ultrasonidos, un cacharro que recuerda a un microondas estropeado.

Decía que a los polis no les gusta el botijo porque tiene muy poca capacidad de maniobra. Si es muy grande, no hay quién lo mueva y sólo sirve en grandes avenidas. Si es más pequeño, como el agua sale con mucha presión y mucha, se acaba en un plis-plas, quedas fatal ante los alborotadores y eso si no te tiran un cóctel molotov y te arreglan el día. Los mandos policiales, no obstante, tienden a fantasear y es obligación de los políticos poner coto a sus antojos. A mí me extraña que los polis le hayan pedido al ministro Fernández Díaz como regaló de Reyes un juguete tan inútil y tan caro, que vale casi medio millón de euros. Me encaja más la noticia de la compra en este intento de dar a entender que la calle es un despiporre y está llena de jóvenes violentos que deberían estar trabajando (o callados si están en el paro) para dejar vivir en paz a las personas decentes.

Explica el director de la Policía que el cañón se utilizará en manifestaciones con barricadas y quema de contenedores y que se hará con proporcionalidad y prudencia. Menos mal, pensaba que lo iban a probar en ferias agrícolas, viajes de la tercera edad y tardes de pincho-pote. Yo, para la quema de contenedores, le recomiendo mejor los bomberos, que son profesionales del fuego.

Para acabar, recordemos un par de ideas que tuvieron en su momento los fabricantes de estos aparatos. El botijo se puede llenar de agua con sustancias que irritan los ojos y la piel, aunque creo que está prohibida su utilización por la Unión Europea. También se puede lanzar pintura para “marcar” a los más manifestantes más revoltosos y, de paso, hacerte unos grafitis en la acera. Una obra de arte. Todo por la seguridad.


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