Revista Bares y Restaurantes

Un brunch travieso, un "arquibar" en Conde Duque

Por Chicandcheapmadrid @chicandcheapmad
Madrid está llena (cada vez más) de lugares bohemios. Sitios que nos trasladan a las capitales del arte en Europa y que beben de sus estilos, de sus costumbres y, como no, también de su gastronomía.

La Traviesa rebosa de ese arte más si cabe e instaura un nuevo concepto en la ciudad: El Arquibar, un café y un estudio de arquitectura al mismo tiempo. La idea, en un principio descabellada, fue de Elisa Fernández. Su local, un pequeño edificio en la Travesía de Conde Duque, atraía las miradas de paseantes y vecinos que oteaban el coqueto interior a través de sus grandes ventanales. “Más de uno se me colaba y pedía un café”, cuenta ella misma. La solución estaba clara: ¿Y por qué no servirlo? Elisa y su compañera Ana se asociaron con Juan Aragón, actor, cocinero y ciudadano del mundo, para ofrecer a todo el que quisiera exquisitos platos caseros hechos día tras día, repostería artesana, buenos cócteles e, incluso, una cerveza propia que luce con orgullo en la etiqueta el nombre del negocio: La Traviesa.

A modo de salón de té inglés y con un gusto exquisito La Traviesahace que uno reviva las meriendas en casa de la abuela, esas tardes de enormes magdalenas empapadas en un chocolate servido en fina porcelana. La variedad de tartas y bizcochos sacia la vista y el apetito, como lo hace su carta diaria, mediterráneamente ligera y exquisita.El momento ideal para visitar este travieso Arquibar es a mediodía los fines de semana, cuando descubren todo lo anterior y lo funden en un delicioso brunch. Bizcochos, muffins y galletas acompañados de diferentes mermeladas y frutas se conjugan con un variado de panespara maridar con humus, patés, salmón o tomatitos deshidratados. Tras esto, Juan saca su arte y ofrece una selección de originales tortillas con ingredientes como la pera o el queso roquefort y a las que se puede hacer hueco disfrutando de unos sorbos de buen café, limonada, un par de páginas de la prensa y una banda sonora de fondo como si de los años 30 se tratase.

La Traviesa, como toda niña pícara y bonita, conquista y, como siempre en estos casos, no hay quien se resista.

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