Revista Opinión

Un buen tipo el Arturo.

Publicado el 22 octubre 2016 por Jrobertogonzalez

Tuve la oportunidad de saludar y tener una breve conversación en los términos que el ritual de una firma de libros permite. Arturo Pérez Reverte ha sido la única persona a la que le he pedido la dedicatoria de un libro, autógrafo o similares actos propios de los admiradores. Fue en la librería “La Isla”, en Santa Cruz de Tenerife, coincidiendo con mi vecindad lagunera por la carrera, a mediados de los noventa. Hacía promoción de La Piel del Tambor, que para mí no ha sido de lo mejor de su obra literaria. El Maestro de Esgrima, Territorio Comanche, El Húsar, Cabo Trafalgar o Un Día de Cólera son títulos con menos fama que Alatriste pero igualmente destacables para mi gusto. Y Hombres Buenos te deja con el gusto de acudir a las librerías en próximas fechas a por Falcó. Hablamos de Código Uno, programa de televisión que trató de copiar sin éxito el formato de la idea original, el programa La ley de la calle que Radio Nacional emitió durante cinco años y fue distinguido con un premio Ondas. Pérez Reverte junto con la periodista Maite Pascual dirigían aquel programa que trataba la marginalidad. Policías, carteristas retirados, jueces, boqueras, putas, toxicómanos y demás paisanaje que junto con los oyentes hacíamos una reunión en la madrugada del sábado para tratar sin amarillismo ni tapujos esa realidad no exenta de códigos y valores. Para un estudiante de Derecho era de interés académico por cuanto se trataba el Derecho Penal no sólo por los que lo han soportado, que de eso saben mucho, sino por los profesionales del Derecho que también se asomaban al programa, alcanzado el servicio público.

En aquella conversación en torno a la faceta radiofónica con el admirado reportero de guerra y locutor que había atendido años atrás los deseos de aquel estudiante leyendo el saludo que enviaba y pinchando como dedicatoria el Pacto entre Caballeros de Sabina, además de reproducir parte del contenido epistolar en la cabecera del programa  semanas después del suicidio del Duque de Feria, encontré una persona transparente, libre, que habló sin tapujos lo que pensaba. No me defraudó el cara a cara.

Recién es la polémica que Pérez Reverte mantiene con otro académico, el profesor Rico. Mediante artículos en El País, Rico reaccionó ante lo que previamente había escrito en otro medio Pérez Reverte sobre el silencio de la Academia ante la obligación que pretende la Junta de Andalucía de obligar el uso del femenino y el masculino. Aquello de niños y niñas los profesores y profesoras los saludan. Esto les puede llevar a lo sucedido en una reunión presidida por una mujer que la comenzó dando la bienvenida a todos y todas, cuando la única mujer era ella. Seguramente acostumbrada al uso, lo hizo de manera mecánica. Volviendo a los cruces de los académicos contestó don Arturo y replicó Rico dando por cerrado el duelo. El experto en Cervantes como otros muchos afean a Pérez Reverte su condición de productor de best seller en el intento de desmerecer su categoría y calidad como escritor. A cuenta de esta polémica escribía otro escritor en defensa del cartagenero recordando sus habituales polémicas y los odios que levanta en colectivos como el feminista.

Decir lo que se piensa con la corriente en contra genera un náufrago en medio de la marejada, territorio ajeno a los ambiguos, al estilo de lo políticamente correcto expresado en la máxima “A mí no me parece ni bien ni mal”, aparente buena gente que no rompe un plato, además siempre sonriendo para generar empatía y que en el tiempo presente siempre aparentan la razón. Sin embargo cuando alguien en medio de tanta estupidez y mediocridad tiene el valor de alzar su voz, en este caso con demostrado conocimiento, encuentra entre sus propios colegas la respuesta de que no debe entrarse en la política, como si ésta pudiera cambiarlo todo.

Hoy es evidente que hacen falta hombres – y mujeres- buenos, no ya para traer a España la Gran Enciclopedia sino el sentido común. Pérez Reverte marca el camino.

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