Revista Ciencia

Un cementerio estelar que pudo haber albergado vida en el pasado

Por Ame1314 @UniversoDoppler

exoplanet

La próxima vez que mire al cielo nocturno, recuerde que está buscando en un cementerio. La Vía Láctea está repleta de estrellas muertas, de agujeros negros, de estrellas de neutrones y enanas blancas tenues. A menudo, estos cadáveres estelares revelan poco acerca de su pasado. Pero de vez en cuando, proporcionan pistas sobre cómo un planeta que una vez le orbitó vivió y murió. Ahora, los científicos han descubierto evidencias de que una enana blanca conocida como GD 61 tuvo una vez en órbita un asteroide rocoso y rico en agua justo al tipo de cosas que se necesitarían para construir un mundo alienígena habitable.

La mayoría de las estrellas (incluyendo en unos 4 millones de años nuestro Sol) terminan sus vidas como enanas blancas, después de haber quemado todo su combustible nuclear. Estas brasas estelares extremadamente densas ejercen tal fuerte gravitacional que cualquier elemento más pesado que el helio se hundirá inmediatamente hasta el núcleo de la enana. Así que es fácil imaginarse la sorpresa cuando un grupo de astrónomos descubrió que algunas enanas blancas están revestidas de capas de “contaminación” compuestas de silicio, oxígeno y otros elementos mucho más arriba en la tabla periódica.

Esta contaminación está compuesta por “piezas de sistemas planetarios que caen en sus estrellas centrales”, explica Jay Farihi, astrónomo de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido. Mediante la medición de los elementos constitutivos de la contaminación, los científicos pueden mirar atrás en el tiempo y descubrir de qué estaba hechos los asteroides del sistema solar inicial, los cometas y los planetas. ”Es una técnica maravillosa para hacer análisis forense planetarios“, dice Michael Jura, un experto en enanas blancas de la Universidad de California, Los Angeles, que no participó en la investigación actual.

En la contaminación de GD 61, Farihi y sus colegas notaron una curiosa abundancia de oxígeno. Su primer pensamiento fue que el asteroide original debía de haber poseído incrustaciones de dióxido de carbono en forma de hielo seco. El problema es que no hay carbono en cualquier lugar que se encuentre alrededor de GD 61. Así que con el fin de dar cuenta de la razón del oxígeno extra, “la única sustancia químicamente viable que queda es agua”, dice Farihi.

ahora, en Science, el equipo propone que GD 61 destrozço en el pasado un asteroide rocoso que poseía niveles de agua de entre el 26 y el 28%. Del mismo tamaño que Vesta en el cinturón de asteroides de nuestro sistema solar, el asteroide probablemente orbitaba la precursora de la enana blanca actual, una estrella de tipo A poco más grande que el sol. Después de que la estrella muriera, la gravedad más fuerte de la enana blanca probablemente arrastró al asteroide y lo rompió a pedazos.

Los asteroides ricos en agua se consideran importantes para la formación de planetas habitables, estrellándose contra ellos y proporcionándoles agua. Aunque ciertamente no podemos retroceder el reloj por completo para descubrir como era el sistema solar original de GD 61, dice Farihi, el descubrimiento del asteroide revela “bloques de construcción de planetas similares a la Tierra que estuvieron allí.”  En el futuro, Farihi espera a ver el sistema con un telescopio de gran alcance como el Gran Conjunto de radio telescopios Milimétrico/Submilimétrico de Atacama, en Chile, para ver si alguno de los planetas originales sobrevivieron a la muerte de su estrella, o si queda algo del cinturón de asteroides, donde el planetesimal rico en agua nació.

Encontrar un asteroide rico en agua cerca de una enana blanca refuerza la idea de que la vida podría aumentar de nuevo en torno a estas estrellas muertas, dice John Debes, astrónomo del Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial en Baltimore, Maryland, que no participó en el investigación. Después de las muertes violentas de sus estrellas, las enanas blancas son bastantes estables durante miles de millones de años más, lo que significaría “que en realidad serían buenos lugares para vivir”, dice Debes. El problema, sin embargo, es que un planeta tendría que estar muy cerca de una enana blanca tenue para estar lo suficientemente caliente como para sustentar la vida, tan cerca como asteroide que fue devorado por GD 61 de hecho estuvo. Aún así, Debes dice, si un planeta rocoso logró establecerse en una órbita estable cerca de una enana blanca, el descubrimiento del equipo de Farihi demuestra que “puede haber alguna esperanza de conseguir agua en los planetas” a través de asteroides, justo lo que sucedió en la Tierra muchos miles de millones de años atrás.

Enlace original: Stellar graveyard shows signs of possible (past) life


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